Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es
irritante escuchar todo tipo de frivolidades sobre un pasado en el que al menos
se enfrentaron al presente que les tocaba y lo hicieron lo mejor que pudieron
con el apoyo de gran parte de la ciudadanía. Ahora parece que el problema, por
si tuviéramos pocos, es la Transición.
Escribía Milosz en su novela El poder
cambia de manos: «Al querer justificar unos actos
que hasta entonces se consideraban censurables, hubo que cambiar el sentido
corriente a las palabras. La audacia irreflexiva fue considerada valeroso
sacrificio; la precaución prudente se convirtió en una cobardía disimulada.»
Parece que se ha abierto el turno de los "audaces irreflexivos",
competencia en la que se acumulan los despropósitos cada día.
Nos
debería sorprender esta capacidad de echarle la culpa de lo que ocurre a los
demás en el espacio y en el tiempo. Y, sin embargo, no nos sorprende. Estamos
tan hartos de escuchar frivolidades que ya no son capaces de sorprendernos,
pero sí de hartarnos. La paciencia tiene un límite frente a la estupidez, que
cada día bate su récord.
¿A qué
vienen ahora estos ataques, insultos, descalificaciones a la
"transición", peticiones de otra nueva? ¿Qué es la "transición", qué meten ahí? ¿A
qué esta frivolidad?
Los
problemas que tenemos hoy no tienen nada que ver con la "transición".
Tienen que ver con ellos, con los que salen a quejarse cuando los demás nos
quejamos de ellos. Los problemas no son del pasado, lo son del presente, lo que
ellos han creado con su desidia y frivolidad política haciendo caer en el
descrédito a sus propios partidos. Y de ese descrédito tratan de vivir algunos
que aprovechan para reabrir debates superados hace mucho tiempo. Se dejan arrastrar a debates añejos, superados, para no enfrentarse realmente a los problemas de hoy.
Nuestros
problemas no son la "constitución", sino los que la incumplen. La Constitución
española es la de todos y toda constitución es un pacto intergeneracional de
estabilidad. Los secesionistas catalanes no tienen ningún problema con la Constitución,
sencillamente les sobra porque les sobra España. ¿Por qué no les escuchan un
poco en vez de discutir con fantasmas inexistentes y proponer cosas que ellos
mismos no proponen? Escuchen al señor Oriol Junqueras y demás, que son los que
llevan la voz cantante, y dejen de decir tonterías. Junqueras no quiere un estado federal, quiere irse; no quiere que le mejoren el sistema de financiación, está pidiendo la cuenta.
La
transición, de la que ahora hablan tan frívolamente es una parte de nuestro
pasado en el que los políticos cumplieron con lo que era su obligación y
compromiso: resolver los problemas del paso de un sistema autoritario a uno
democrático y poner en funcionamiento un estado constitucional para el conjunto
de los ciudadanos con un proyecto de convivencia. Hoy no es eso lo que se
busca, sino tapar las carencias de un sistema cuya máxima queja no es la
Constitución —de la que solo se oye hablar a los políticos y no a los
ciudadanos— sino la inutilidad para resolver una crisis y la corrupción en la
que está involucrada la clase política. No, el problema no es la transición,
sino los que se aprovecharon de ella.
Me
parece muy bien que se critique la dictadura, pero que se critique la
democracia española para tapar la ineptitud y la mala fe de algunos, me parece
excesivo y, sobre todo frívolo.
Estamos haciendo algo más que ignorar el pasado —algo que siempre se ha dicho
que tiene consecuencias catastróficas—; estamos viviendo en un presente
ficticio, fantasmagórico, realizando análisis ilusorios para ocultar la falta de
categoría política y de liderazgo provocada por la mediocridad de los propios
partidos políticos y de los supuestos genios carismáticos que han de
sustituirlos y que les tienen comido obsesivamente el seso.
Nuestro
problema real ha sido que no hemos encontrado en mucho tiempo, porque los
partidos no lo han ofrecido, personas que entendieran el liderazgo social más
allá del insulto o la descalificación, que no es más que la forma de hacer
política de los incompetentes. Y un país guiado por mediocres sigue produciendo
mediocridad hasta en sus revulsivos. Lo nuestro no es debate, sino gresca,
trifulca. Y eso es porque ustedes lo quieren, no porque los ciudadanos se lo
demanden. Con estos malos modos y descalificaciones dificultan la posibilidad
de políticas estables mediante pactos sobre asuntos necesarios y beneficiosos
para todos, como la sanidad, la educación, etc. Pero en vez de eso, prefieren
salir enfadados en sus discursos descalificándose unos a otros. Y el sistema se
acaba resintiendo por el descrédito que ustedes mismos acumulan y que otros
aprovechan para arremeter contra todos.
Por eso
se echa uno a temblar cuando les escucha en sus análisis y en sus propuestas de
solución. Nos sale del alma aquello de que
me quede como estoy porque es peor el remedio que la enfermedad. Se nos
ponen los pelos de punta solo de verles con la mascarilla de cirujanos.
Arreglen lo que deben arreglar y ya verán cómo se solucionan muchos otros
problemas derivados de la duración excesiva de crisis que constituye un río
revuelto. Arreglen sus propias casas, despréndase de los lastres; demuestren
voluntad firme y lleguen a acuerdos para acabar cuanto antes, que se pueda
confiar en el sistema.
Están
tan metidos en sus melodramáticos papeles, tan pendientes de encuestas, sondeos
e imagen pública, que se les escapa que no hay mejor campaña que la eficacia, pero no la retórica y
comunicativa, sino la de hacer descender el paro y conseguir empleos decentes
para los ciudadanos de este sufrido país, que tampoco es mucho pedir. Es el
problema sobre el que gravita todo, creando el caldo de cultivo de la
irritación, y ustedes llevan más de una década sin solucionarlo porque no han
podido sentarse a establecer un modelo estable de país. Les pedimos honradez, que tampoco es excesivo; justicia, para que los que lo pasan mal
no se sientan peor. ¿Es tanto lo que pedimos? Y un poquito de maneras, de
educación. Esto no es un circo romano, deberíamos avanzar en el mismo espíritu
de superación de conflictos mediante la concurrencia de objetivos, que es lo
que les falta a ustedes, empeñados en dividirnos porque les resulta rentable.
El último objetivo común fue entrar en Europa y lo logramos con el esfuerzo de
todos. Entonces hubo que hacer sacrificios, pero la gente entendía por qué.
Ahora no lo entienden porque tienen enfrente un espectáculo de corrupción y de
ineficacia para frenarla, que va de la Pantoja y los Núñez a los presidentes
autonómicos o la Casa Real. Ahora va uno a la cárcel a hacer relaciones como
antes se iba al Club de Campo. Las entradas de los juzgados son nuestra
alfombra roja, nuestra Playa de la Concha, nuestro Hall of Fame. ¿Para cuándo esas manos de trincar estampadas en el
cemento en la puerta de los juzgados?
No. La
culpa de lo que nos ocurre no la tienen la "transición" ni la
Constitución. La tienen ustedes.
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