Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tenemos
tales cantidades de corruptos y corruptelas de todos los colores y tamaños que hasta ellos
mismos empiezan a reivindicar categorías en sus fechorías. El caso de los
viajes del presidente de Extremadura a Canarias tiene todo los componentes del culebrón y la prensa se ha hecho eco de los detalles con avidez. También la
prensa tiene que repasar sus "protocolos" de seriedad para tratar
ciertas cosas. El trato con la corrupción no debe convertirse en un género
sensacionalista, sino en una denuncia que busque esclarecer, pero no
convirtiendo los casos en espectáculos. Que al menos los sapos que nos tragamos cada día estén bien condimentados.
El caso
de los viajes canarios del entonces senador y hoy presidente de Extremadura ha permitido la increíble queja de los afectados por las
tarjetas "opacas" o "black" de Cajamadrid, que ha sacudido a todos en el
llamado "octubre negro", el mejor
arranque liguero en el curso de la corrupción con récord de imputados. Los acusados se quejan ahora
de trato desigual. Nos cuenta el diario El
Mundo:
Usuarios de las tarjetas opacas de Caja
Madrid se reivindican tras el escándalo de los gastos del presidente de
Extremadura, José Antonio Monago, y aseguran que el caso de éste es más grave
y, sin embargo, es tratado con menor dureza por el Partido Popular y por la
Fiscalía.
"Monago ha gastado al año más que
nosotros y no actúa el Fiscal", critican varios de los consultados por
este diario que resaltan que el extremeño fue uno de los que pidió más
contundencia al partido contra los usuarios de las tarjetas de Caja Madrid. Uno
de ellos profirió ayer sus críticas a Monago incluso en público.
El ex presidente de la Comisión de Control de
Caja Madrid y ex militante del PP Pablo Abejas afirmó en su cuenta de Twitter
que "Monago ha gastado 64.000 euros de dinero público en satisfacer sus
amoríos (...) más al año que [nosotros] con las tarjetas que era dinero
privado".*
No sé
cómo no les da un poco de reparo, ya que no espero vergüenza. No sé si esperan
que se haga un ranking de corruptos o que los pongan en fila según gravedad de
sus asuntos. La "queja" de unos respecto a otros puede ser una señal
de que empezamos a estar afectados, mareados, intoxicados por tantos gases
fétidos y estamos perdiendo un poco la perspectiva.
La
argumentación del agravio comparativo se ha extendido más allá del partido de
Monago, al que critican por ser duro con sus compañeros caídos pidiendo su
expulsión. El Mundo recoge las
declaraciones de otros "indignados":
"Es increíble la hipocresía que han
tenido con nosotros, en mi partido sabían lo de las tarjetas", asegura un
socialista envuelto en el escándalo. "Diputados y senadores gastan más que
nosotros sin justificar y con clarísimo dinero público, pero ellos no se
critican a sí mismos", lamenta otro ex miembro de los órganos de gobierno
de la caja por Izquierda Unida.*
Ya no
tienen pelos en la lengua, ya no se callan. La mejor defensa siempre ha sido un
buen ataque y estos no parecen dispuestos a sus compañeros los lapiden así como
así. El efecto de esto es muy malo, porque da la impresión de que se rebelan
porque los que les acusan también tienen lo
suyo. ¿Qué es lo suyo? ¡Pues vaya
usted a saber! Ya nos enteraremos mañana, si ha lugar.
El
argumento de que ellos (mal) gastaban dinero privado mientras que los demás gastan dinero público tiene su gracia porque demuestra unos escrúpulos
excluyentes que no están demasiado claros. Habrá alguno que no la haya hecho
ascos a nada. Tratar de crear a estas alturas de la película la imagen del
"buen ladrón" y del "mal ladrón" no tiene demasiado sentido
y no se debe caer en esa trampa burda. La petición de dimisiones las deben hacer los que no tienen nada que reprocharse, aunque vayan quedando menos. No son los más adecuados para escandalizarse ni para levantar la voz.
El
refranero castellano heredó del latino la idea de que "un clavo saca otro
clavo". En los casos de corrupción, ningún dolor tapa otro. Ningún caso de
corrupción debe ser disculpado por otros peores; independientemente de la
gravedad penal; desde la necesidad moral ninguno debe ser disculpado ni se debe
consentir.
Aquí
nadie nos libra de acostarnos cada noche, como los faquires, sobre lechos de
puntiagudos clavos, uno por cada caso.
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