Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mañana
tendremos ocasión de ver en nuestro cinefórum esa estupenda película de Woody
Allen, Zelig (1983), una de esas
obras maestras que fue dejando caer durante un tiempo para disfrute de todos.
En Zelig repitió la técnica del falso
documental biográfico, tal como había hecho en la película Toma el dinero y corre (Take
te money and run, 1969), pero la similitud de formato y narración no debe
ocultar la ampliación del sentido y la moraleja, pues la nueva película será
una fábula sobre el ser humano, su desprotección y la necesidad de integrarse
en el grupo para evitar sentirse herido.
Zelig es una fábula sobre la supervivencia social,
que constituye nuestro entorno agresivo una vez controlado el entorno natural. Existe
un camuflaje social como existe un
camuflaje natural. No en vano Zelig es llamado el "camaleón humano".
La revista Investigación y Ciencia nos da cuenta de los estudios realizados
sobre esta cuestión de la adaptación social:
Con frecuencia, los niños observan e imitan a
los demás cuando quieren aprender algo nuevo. También los chimpancés y
orangutanes actúan de esta manera. Pero ¿modifican humanos y monos su propio
comportamiento para adaptarse a la conducta del resto? Científicos del
Instituto Max Planck para la antropología evolutiva, en Leipzig, y de la
Universidad de Jena han descubierto que nosotros tendemos más a dejar de lado
las propias preferencias para adaptarnos al grupo en comparación con los
primates no humanos. Y ya desde los dos años de vida.
«La conformidad desempeña en la conducta
social humana una función central; delimita los grupos unos de otros y ayuda,
con ello, a coordinar la actividad grupal. Estabiliza y fomenta la diversidad
cultural, una característica de los humanos», señala Daniel Haun, del Instituto
Max Planck y autor principal de estudio. No obstante, como animales sociales,
debemos decidir si imitamos el comportamiento de la mayoría o preferimos seguir
nuestros propios pasos. ¿Qué hacer cuando se sabe que la mayoría se equivoca?
Al parecer, los niños de dos años optan por cambiar su propia conducta, aunque
saben que es la correcta, para evitar el potencial inconveniente que puede
suponer «ser diferente».*
Este
principio, denominado de "conformidad normativa", es el que hace que
nos adaptemos a los demás ante el temor a quedar excluidos del grupo. Me parece
muy bien que los científicos necesiten realizar experimentos para poder
"afirmar" ciertas cosas, pero en este caso existe abundante
"literatura" (ficciones de todo tipo) sobre esta cuestión. Pienso,
por ejemplo, en El conformista, la
novela de Alberto Moravia que llevó al cine con gran éxito Bernardo Bertolucci
(1970).
Leonard
Zelig tenía la suerte de que su adaptación
se realizara inconscientemente y se transformaba sin darse cuenta, de forma
automática. Por el contrario, conforme aumenta la consciencia de la identidad,
aumenta también la sensación de lo doloroso de la "conformidad
normativa". Eso en quien lo hace, porque muchas personas poseen el vicio o
virtud de realizar estos ajustes para evitar las confrontaciones. Cuando se
estudia desde la perspectiva que lo hacen los científicos, se trata de conocer
los mecanismos adaptativos que nos hacen animales sociales. Como tales, podríamos
estar todo el día discutiendo, rivalizando. El hecho de que nuestros lazos
sociales vayan más allá de la reproducción hace que surjan otro tipo de
rivalidades por las decisiones que hay que tomar. Puede que la conformidad
normativa sea una forma natural de evitar las debilidades por fragmentación de
los grupos y asegurar la convivencia.
No me
extraña que la conformidad se dé en edad temprana, pues hay menos intereses
propios y el no sentirse desprotegido por el grupo debe ser prioritario. La
infancia es una etapa de desprotección y los niños viven con mucha angustia que
se les excluya de los grupos. La creación de una identidad propia es la que
puede actuar como barrera frente a los intereses del grupo y es más probable
que haya personas que opten por los cambios antes que por ser cambiados para su
aceptación.
La vida
nos da cada día ejemplos de esta peligrosa "conformidad normativa"
mediante la cual entramos a formar parte de una especie de inteligencia
colectiva, la del grupo cuyo amparo buscamos y al que no deseamos enfrentarnos
por temor a la exclusión. De esta forma actúa también el grupo principal, la
familia, en donde se busca la conformidad como forma de estabilidad.
Pero
este mecanismo tiene también sus problemas específicos en la vida social. En la
novela de Moravia, el joven que teme verse rechazado por lo que hizo en su
infancia asumirá los caminos políticos del fascismo y del crimen porque no es
capaz de rechazar la corriente principal que inunda la sociedad. Solo es
posible explicar ciertas situaciones en las que países enteros se han dejado
arrastrar a la barbarie recurriendo a este principio de conformidad normativa.
Se señala
en el artículo mencionado que "debemos decidir si imitamos el
comportamiento de la mayoría o preferimos seguir nuestros propios pasos",
creo que la cuestión está en reducir la tensión entre ambos mediante mecanismo
de racionalización. Atenuamos nuestras normas más rígidas para que casen mejor
con las ajenas si de verdad nos produce tensión. El "autoengaño" es un
gran avance evolutivo: logramos convencernos que las ideas de los demás son las
nuestras.
Los
grupos nos hacen sobrevivir; las individualidades, evolucionar. La creación e
innovación son procesos que requieren tipos de personalidad que no acepten la
conformidad. La rebeldía es necesaria y para que sea gratificante tiene que
encontrarse en ella los mismos mecanismos satisfactorios que en la conformidad.
Eso supongo que se traduce en los egos artísticos e innovadores, muchas veces
con pocas habilidades sociales.
¿Por
qué las sociedades y grupos tienden a estar en contra de los cambios? Por
supervivencia a través de la estabilidad. Prefieren el inmovilismo como forma
de seguridad: más vale lo malo conocido. Una divertida forma de plasmarlo es la
magnífica película de animación The Croods (2013) en la que el padre, Grug, les
da lecciones sobre cómo cualquier cambio o novedad llevará a todos al desastre
y la extinción.
El
mecanismo de conformidad normativa tiene importantes consecuencias para nuestra
propia vida y la del grupo. La tensión entre individuo y grupo es esencial en
nuestra formación. En la medida en que las sociedades se han hecho más
complejas y ya no están conformadas por un solo grupo, los mecanismos se
deberían equilibrar con los del diálogo como forma alternativa a la sumisión a
los valores del grupo. Las sociedades deben evolucionar hacia formas que
implique una menor erosión de la conciencia individual. Por eso hemos logrado,
después de siglos, avances parciales en el reconocimiento de derechos
individuales. Es la gran lucha que tenemos por delante, la de abrir el camino a
la conciencia frente a su pérdida ante el temor al grupo.
Los
grupos se hacen más eficaces cuando no tratan de imponerse, sino que tratan de
llegar a formas colaborativas que integren los valores individuales. Esto no es
fácil y vemos cada día como repuntan los sectarismos y las presiones aumentan
para que nos dejemos arrastrar por las riadas ajenas. El equilibrio entre
nuestro deseo de pertenencia a los grupos y nuestras individualidades puede ser
precario. Según la agresividad exigente del grupo, podremos mantener una
constructiva vida social o que esta, por el contrario, sea destructiva, un
sufrimiento constante.
*
"Conformidad temprana" Investigación
y Ciencia 5/11/2014
http://www.investigacionyciencia.es/noticias/conformidad-temprana-12601
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