Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El País publica un artículo del filósofo iraní y catedrático de Ciencias
Políticas en la Universidad de Toronto, Ramin Jahanbegloo. El título del texto
es "La pasión por la democracia" y critica precisamente la falta de
la misma. El ilustrador del artículo, a modo de resumen gráfico, nos muestra a
un individuo roncando ante una urna con un sobre de votaciones en la mano. No
sabemos si el votante dormido lo está por agotamiento, aburrimiento o las dos
cosas. Dice el autor: « El individuo demócrata ya no es un animal
caracterizado por la pasión política. Parece que en los sistemas democráticos
actuales ya no hay lugar para el debate político.»*
Tras
unos párrafos iniciales en los que Jahanbegloo nos indica que desde que el muro
se cayó o lo tiraron (la cuestión no es trivial), el mundo ha dejado de
preocuparse por esto de la democracia. La apatía que muestran los ciudadanos
del mundo, nos dice, solo se ve contrarrestada por el entusiasmo de los
ciudadanos de Hong-Kong quienes, por cierto, acaban de asaltar el parlamento,
según nos cuentan esta misma mañana. Si para el autor la consagración de la
democracia se produjo con la caída del muro, desde entonces parece que los
ciudadanos del mundo no han encontrado muchas oportunidades, ya que se ha
impuesto un espectáculo de crueldad y violencia que lleva al autor a hablar de
"nuevo desorden mundial".
Decía
antes que no era una cuestión trivial si el muro se cayó o lo tiraron porque no
es lo mismo que triunfe un modelo a que fracase otro, de la misma forma que no
es lo mismo que se caiga por la fuerza de los que empujan de un lado o los del
otro. Muchos intelectuales que ahora celebran la "caída" del muro,
entonces se burlaron de los que lo saltaban. Decían que iban a los supermercados, convirtiendo así a los que habían sido
invadidos para salvarlos del nazismo
en interesados consumistas que no estaban interesados en la verdadera
democracia —que la Unión Soviética les impuso por su bien— y sí, en cambio, en
hacer colas ante las cajas registradoras. Según aquellos intelectuales, los que
huían del Este eran consumistas atraídos por los cantos de sirenas
occidentales.
Entre las nuevas generaciones, sin recuerdo
ya de la Guerra Fría, la democracia despierta una apatía cada vez mayor. Por
otra parte, la máxima de John Dewey, según la cual la política es la sombra que
arrojan las grandes empresas sobre nuestra sociedad, continúa cerniéndose sobre
nuestras democracias liberales, erosionándolas. Ante esos problemas y los
múltiples indicios de que no todo parece estar bien en la democracia, nos
preguntamos: ¿qué queda de la democracia como discurso y como institución? Con
todo, la experiencia nos demuestra que es muy difícil encasillarla en un único
significado, ya que significa cosas diversas para distintas personas en diferentes
contextos. Esto es lo que explica que no se consiga “extender”, por no hablar
de “exportar”, la democracia de una cultura o sociedad a otra. La razón es
sencilla: el fomento de la democracia no puede funcionar en ausencia de una
cultura democrática y organizar elecciones es sólo el punto de partida de la
vida democrática de un país.*
Creo
que Jahanbegloo tiene a su disposición muchos más ejemplos de entusiasmo que
los de Hong-Kong. El foco puesto sobre China se corresponde por la atención
sobre una potencia de la que se espera que sobre pase a los Estados Unidos este
año como potencia económica. Es un caso, por tanto, que se mira con lupa por
los efectos que pueda llegar a tener sobre el resto del mundo.
La idea
de que no puede haber democracia en ausencia de cultura democrática es de una
circularidad aplastante y conlleva la condena al autoritarismo a las sociedades
que no han tenido la suerte de caer en zonas culturalmente democráticas, algo
que no sé muy bien de donde sale. Parece que a la tópica pregunta de si la
democracia "nace o se hace", hubiera que responder en línea genética
que solo crece allí donde ya la hay. Eso deja poco camino al progreso. No sé
qué sentido tiene preguntarse esas cosas porque nos llevan a una mezcla extraña
de psicología de las masas, determinismo cultural y demás aparato justificador
de porqué en unos sitios la hay y en otros no.
Un
ejemplo claro lo tenemos en muchos países en los que, bajo regímenes
autoritarios, se da un deseo de libertades y derechos. ¿Existe una "cultura
democrática"? ¿Existe, por el contrario, una "cultura
autoritaria"? Evidentemente existen "culturas" autoritarias y
dogmáticas. Pero ¿tiene el mismo sentido la palabra "cultura" cuando
se refiere a democracia o a autoritarismo? Creo que no. Todas las culturas
democráticas han salido del autoritarismo previo. Y han dejado de serlo porque
se ha opuesto resistencia a las distintas formas de dominación. No, no existe
la democracia congénita. Tiene que
existir —estamos de acuerdo con Jahanbegloo— una pasión, un deseo democrático.
No sé
si todos nacemos con el deseo de ser libres; probablemente, sí. El deseo de ser
libres no se debe confundir con la pasión democrática. Podemos querer tener
nuestra libertad, pero importarnos poco la de los demás. Eso no es democrático.
Es egoísmo. Y hay mucha confusión entre ambos términos, incluso ahora que les
ha dado a los biólogos y genetista por meterse a filósofos y nos dicen que no
somos libres, sino egoístas. La
democracia no solo es un deseo de libertad, sino una pasión por los derechos. Eso significa los de todos, incluso los de
los contrarios.
En los
procesos iniciados en los países árabes y conocidos como "primaveras"
podemos ver muy bien las paradojas entre libertad, autoritarismo, derechos y
democracia. Los que apuestan por un sistema de libertades que lo sea de
derechos y estos sean de todos son muy pocos. ¿Qué significa esa "cultura
democrática" que no se puede "extender" o "exportar"?
¿Qué significa, en concreto, cuando por otro tipo de intereses se transige con
el autoritarismo? Una pregunta directa: ¿es "demócrata" o "posee
una cultura democrática" en que solo considera sus propias libertades y
juega con las de los demás?
Los
verdaderos demócratas en los países árabes esperan todavía ese respaldo que no
llega porque han quedado en tierra de nadie, entre dos fuegos, entre los que
quieren mantener un poder autoritario laico o religioso. En el exterior están
los demócratas que consideran que no
tienen la "cultura" necesaria para serlo como ellos. No sé si la
"pasión democrática" se diluye en las fronteras. La pasión, en estos
casos, queda dentro, incluso dentro de las cárceles a las que son enviados ante
la indiferencia internacional, en la que cada uno vela por lo suyo. La cultura democrática no acaba de llegar
porque no hay el apoyo exterior suficiente, que prefiere jugar la baza de su
propia seguridad.
Curiosamente
el argumento del "consumismo" como muerte de la pasión democrática
por apatía, se escucha de otra manera en algunos países en los que se
sacrifican las libertades —que traen inestabilidad,
dicen— frente a la economía, que atrae riqueza.
Es la fórmula que tanto "éxito" ha dado a algunos países asiáticos.
La mezcla de autoritarismo político y libertad de mercado parece ser una
fórmula que seduce a algunos, pero que está causando su propio desorden. Suele
tener bendiciones internacionales porque supone beneficios para la inversión.
La época de Reagan sacralizó este principio, el de que la libertad comienza con
la libertad de mercado. La libertad de mercado está muy bien, pero lo que está
claro es que no lleva la democracia allí donde no la hay. Es una parte, pero
solo una. La prueba la tenemos en países autoritarios en los que existe
libertad de mercado pero las cárceles están llenas.
La
pregunta que se hacen desde el lado de los ciudadanos y no desde los inversores
de los mercados, a los que solo les interesa su beneficio y reducir la
incertidumbre, es si es posible establecer unos sistemas en los que se pueda
mantener un equilibrio que garantice la estabilidad y el progreso social, la
convivencia y los derechos.
Ramin
Jahanbegloo termina con el siguiente párrafo su artículo:
Por sí sola, la democracia nunca será
suficiente; no puede instaurarse celebrando elecciones y aprobando una
Constitución. Se necesita algo más: un énfasis en la democracia en tanto que
práctica de pensamiento y de juicio moral. Dicho de otro modo, nunca podremos
construir ni mantener instituciones democráticas si estas no comportan el
objetivo de ofrecernos la experiencia socrática de la política en tanto que
autoexploración e intercambio dialógico. Después de todo, la democracia la
hacen los seres humanos y su suerte va ligada a la condición humana. Como tal,
la línea que divide la acción democrática y el mal político atraviesa la
elección moral de cualquier ciudadano demócrata.*
Es
cierto. Otros sistemas se consideran de origen o voluntad divina, tratan de
imponer un orden a la sociedad salido de las páginas de libros perfectos e
incontestables. La democracia, en cambio, es imperfectamente humana, es decir,
requiere de esfuerzo, voluntad y, como dice, Jahanbegloo, "autoexploración
e intercambio dialógico".
No sé
si las pasiones por la democracia solo se desatan ya en los países con
regímenes autoritarios. Tampoco sé si nuestras apatías e irritaciones alternas
se producen por las crisis económicas, lo que avalaría la tesis consumista o
económica. Pero creo que sí podemos compartir la idea de la democracia como
imperfección y sobre todo como espacio de instituciones. Entender la democracia
como reflejo de la imperfección humana es considerarla dinámicamente, capaz de
acoger nuestras visiones cambiantes en la historia conforme a nuestras necesidades
y aspiraciones.
La apatía, que denuncia Jahangebloo, es el sopor al que nos inducen por la falta de diálogo y el estancamiento. El peor
enemigo de la democracia es la soberbia, que es la base del autoritarismo. La
democracia, por el contrario, debe ser modesta, sincera y dialogante. Solo
desde esos tres principios es posible avanzar en la reducción de los propios
defectos y problemas y debatirlos con lealtad y buena voluntad. Un sistema arrogante, mentiroso
y excluyente no es democrático por
más que atraiga a los inversores o tenga los estantes llenos.
* Ramin
Jahanbegloo "La pasión por la democracia" El País 18/11/2014
http://elpais.com/elpais/2014/10/09/opinion/1412869566_881284.html
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