Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El País
ilustra el artículo de Claudi Pérez y Lucía Abella, titulado "El populismo
arraiga en Europa" con una foto de un mitin del Frente Nacional de Marine
Le Pen presidido por un gigantesco con Juana de Arco. Como se señala en el
propio texto, el populismo comienza a ser objeto de estudio por la comunidad
académica. Yo iría un poco más allá: nada hay más calculado que esta supuesta espontaneidad populista, que se nutre de
los más nuevos trabajos académicos sobre el comportamiento, el funcionamiento
del cerebro y, en especial, del papel de las emociones.
Se
recoge en el texto del diario:
Las crecientes muestras de populismo en
Europa han multiplicado el interés de los académicos, que advierten, no
obstante, de la ambigüedad de la etiqueta. “Esa categoría es como una gran
cesta en la que metemos todo aquello que no nos gusta. Grupos como Aurora
Dorada en Grecia o Jobbik en Hungría no son populistas, sino antidemocráticos.
Yo diría que los populismos son los que orientan su discurso hacia la parte
emotiva del cerebro, como puede hacer el Tea Party en EE UU”, abunda Takis
Pappas, investigador de la Universidad de Salónica.*
Sí, ¿pero
del cerebro de quién? Creo que la cuestión no es baladí porque el populismo es
una maquinaria racional que trabaja con lo emocional. Por mucho que se quieran
presentar como apóstoles del pueblo son simplemente profesionales bien decorados para satisfacer unas necesidades
y llegar al poder. El populismo, en sí, es una estrategia que crea un cierto tipo
de discursos para conseguir unos fines.
Esos
discursos se concentran en la canalización de determinadas respuestas
emocionales. Por más que se quieran presentar todos ellos como directos y
transparentes, eso no es más que parte de la retórica necesaria para el
cumplimiento.
Es
cierto que el término "populismo" puede ser ambiguo y poco eficaz
para definir ciertos fenómenos políticos. Lo importante, creo, es que se
separen las reacciones emocionales de los manejos racionales. El populismo
político es un hijo predilecto de las técnicas y estrategias comunicativas más
avanzadas. Bajo su espontaneidad vive un cálculo preciso de los efectos de la
comunicación y del manejo de los discursos.
La
creación de un universo mediático cada vez con más presión, omnipresente y
directo, tal como señaló McLuhan respecto a los medios que él conoció, lleva a
una tribalización y, sobre todo, a un calentamiento emocional de la escena comunicativa.
El ascenso de los comunicadores al primer plano no significa que sean visibles,
sino que es precisamente su carácter de titiriteros lo que nos hace olvidar que
hay alguien que maneja los hilos.
Había
un viejo libro del premio Nobel Czeslaw Milosz con el título "El poder
cambia de manos". Parafraseándolo, la
comunicación ha cambiado de manos y por eso el poder puede cambiar también.
La "comunicación política" se ha convertido en una disciplina
académica emergente cuya finalidad es la base comunicacional del acceso al
poder. La comunicación es hoy un peso mayor que nunca en una sociedad altamente
interconectada, es un estado de permanente "irritación" mediática.
McLuhan
definía los medios como "fríos" o "calientes", en función
de la cantidad de información aportada y la necesidad de los receptores de
completar lo restante. Los medios calientes, nos decía, son de baja
participación, pues dejan poco trabajo al receptor por su alta definición. Esta
clasificación era meramente cognitiva, pero no social. Los medios hoy son parte de un entramado de alta
conectividad pues ya no se trata de la "cognición", es decir de la
lectura de los signos, sino de la participación en movimientos emocionales en
los que los sujetos se integran mediante procesos empáticos. La clasificación relevante
en la era de la alta definición es precisamente la de la interacción emocional.
Y eso es lo que el populismo busca.
Cuando
el experto citado anteriormente, Takis Pappas, distingue los populismos de los
movimientos antidemocráticos está realizando una distinción que parte de
criterios distintos. Los populismos pueden ser antidemocráticos (habría que redefinir
democracia) y los partidos democráticos pueden ser populistas. Pppas señala el peligro del contagio de ciertos objetivos "populistas" a los partidos democráticos. Creo que lo peligroso realmente es la conversión de la democracia en un puchero emocional.
La
cuestión clave es si los sistemas democráticos están condenados en las
sociedades mediáticas a la emocionalidad
o pueden sobrevivir a la distorsión mediática. La democracia se basa en el
diálogo y en la racionalidad del foro y de la argumentación; se basa en el
principio del convencimiento para encontrar la mejor y más justa respuesta a
los problemas comunes. Por el contrario nuestras democracias representativas o
de masas han acogido la empatía como fórmula de agresión y el conflicto como
forma de diálogo. Es la distorsión comunicativa.
Todo lo
que sea avanzar por ese camino es perder el terreno de la democracia clásica en
beneficio de una democracia histriónica o teatral a la que los ciudadanos
asisten como espectáculo. Lo que han hecho los populismos es convertir la obra
clásica en performance, romper la
ilusión de la cuarta pared y saltar del escenario al patio de butacas. Buscan
la implicación allí donde se produce el rechazo; necesitan de la ira para
dirigirla contra los culpables y, sobre todo, para quedar atrapado en ese
sentimiento de "indignación" que establece puntos de no retorno. Y
pronto llegan los excesos.
No deja
de ser una ilusión teatral, esta vez la de que no existe teatro, de que no hay
actores ni guionistas, que es el público quien dirige la obra. Sin embargo,
esto no es más que otra ilusión, fundada en la manipulación de los actores que
dicen no serlo, cumpliendo la obra que aparentemente nadie escribe. Pero ellos
son actores y nosotros público. Y siempre hay un autor, aunque no salga a
saludar.
Sigue
siendo teatro y, como en cualquier otro espectáculo, se trata de llenar la
sala.
*
"El populismo arraiga en Europa" El País 15/11/2014
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/15/actualidad/1416083994_908806.html
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