Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
unos días el diario El País, en un buen artículo de Pilar Bonet, se preguntaba
si podía considerarse Ucrania ya como un "conflicto congelado". Se
señalaba en el diario la larga nómina de lugares en los que Rusia ha planteado
esa estrategia para conseguir sus propósitos:
[...] las autoproclamadas Repúblicas
Populares de Donetsk y Lugansk (RPL y RPD) presentan semejanzas —pero también
diferencias sustanciales— con los territorios problemáticos legados por la URSS
en 1991: Osetia del Sur, Abjazia, el Alto Karabaj y el Transdniéster, unas
realidades que hasta hoy no han encontrado un encaje armónico en el mapa
postsoviético reconocido por la ONU.
Dejando aparte Crimea, por sus
peculiaridades, y el Alto Karabaj, por su carácter de contencioso entre Armenia
y Azerbaiyán, el denominador común de Abjazia, Osetia del Sur y el
Transdniéster es el haber sobrevivido 23 años gracias al apoyo económico y militar
de Moscú. En los tres casos, Rusia ha sido parte y árbitro a la vez, en
proporciones que variaron según la época.*
La
realización de la elecciones en el este "prorruso", es decir, la zona
que Rusia maneja es una demostración de cómo el Kremlin quiere imponer una
política de hechos consumados. Lo mismo que en Crimea pero con otros medios,
Rusia parece empeñada en demostrar algo al mundo. Lo único que demuestra es un
estatus de potencia tramposa y abusiva,
cínica e ignorante del derecho internacional, del que se ríe a costa del dolor
ajeno.
Es insultante para Ucrania y la comunidad internacional que Rusia pretenda simular una especie de neutralidad salomónica dando por buenas las elecciones en Ucrania y las del los separatistas del este del país. Es además un insulto a la inteligencia de todos y al sufrimiento que este conflicto, alentado por Rusia, está causando.
Las
declaraciones del presidente Poroshenko señalando que las elecciones en el este
son una violación del Protocolo de Minsk dejan claro que Ucrania no está
dispuesta a transigir en una política cuyo único objetivo es consolidar un
estado de secesión de su territorio nacional mediante este tipo de argucias.
Rusia
ha conseguido que todos acepten la farsa de que lo que se produce en Ucrania es
una guerra civil y no una guerra
entre dos estados, el ucraniano y el ruso. Se ha hecho para evitar asignarle el
estatuto de "guerra", lo que haría saltar protocolos distintos y
tomar medidas muy diferentes a las sanciones actuales. Nadie quiere reconocer
una guerra entre Rusia y un país cuyo pecado es querer pertenecer a Europa
después de haber sido un títere de la poderosa Rusia, el país más grande del
mundo y que se ha ido quedando con lo que le ha apetecido, media Europa,
Mongolia o Crimea si le ha apetecido. El ultranacionalismo compensa sus
deficiencias fagocitando aquello con lo que se roza, diseminando rusos por los
países para después intervenir en ellos en su nombre. Es la "doctrina de
la lengua", de tradición germánico romántica, la misma que alentó a Hitler
para la Gran Alemania: un pueblo, una lengua, un estado. Nadie pensó entonces
que bastaba con tener "prorrusos" para que Rusia te recibiera con los
brazos abiertos y te defendiera con uñas y dientes bajo el cinismo de los deseos
de paz. Rusia te invade y después pretende que le des las gracias cuando se
queda con el territorio.
La
realización de elecciones en el este de Ucrania no es más que una pantomima que
le sirve para adoptar una especie de pose salomónica, de equidad kafkiana. Las
elecciones del este deberían haber sido las mismas del resto del país, pero los
prorrusos, al hacer las suyas buscan una equiparación imposible entre dos
situaciones que nada tienen que ver. Pero le serán útiles a Rusia, que dirá
tener un interlocutor "legítimo" en los que se han confirmado como
"líderes" a través del proceso electoral y que no son más que eficientes
agentes rusos en la mayoría de los casos. Desde esa posición podrán, incluso, reclamar el apoyo de Rusia si es
necesario y Rusia, generosa con los necesitados, les dará gratuitamente lo que
les haga falta para mantenerse en pie. Le saldrá gratis, además. El sobreprecio
que le aplique a Ucrania, le servirá para financiar el mantenimiento de los
secesionistas. Lo comido por lo servido.
Ayer en
uno de los debates de Euronews, todos los participantes —que normalmente suelen
discrepar— se reafirmaban en que las sanciones a Rusia deben continuar. Rusia
no engaña a nadie. Ni tan siquiera lo pretende. Su juego es tan cínico como
esos vuelos militares sobre espacio europeo llegando hasta Portugal que se han
producido la semana pasada sin notificación a las autoridades respectivas o la
detección de submarinos espías en Suecia que han tenido a su Armada en jaque
rastreando para localizarlo. Todo forma parte del juego de la prepotencia que
Rusia practica para que los demás la vean como un rival que juega al ratón y al
gato con Europa.
La
admiración de los nacionalistas separatistas y euroescépticos por Vladimir
Putin es una de esas cartas que juega por debajo de la mesa. El dinero ruso va
a muchas inversiones en muchos lugares. Rusia tiene diversificada su cartera y
parte de su guerra es jugar a la desunión de Europa, como ya intentó con la "guerra
del gas", que como la de las
Galaxias, solo va por su primera entrega de la Trilogía. habrá nuevos intentos, del tipo más diverso, para fragmentar y debilitar la opinión pública europea. No solo los euroescépticos británicos los ultras de Marine Le Pen admiran a Putin; los negocios rusos están muy ramificados y saben usarlos.
En su
momento dijimos que la pretensión rusa era que Europa pagara la factura
engordada del gas en Ucrania bajo la amenaza de dejarla congelarse en el
invierno y es lo que está haciendo. Así se dará la paradoja de que será la
financiación europea la que llegue a los prorrusos y mantenga su intento de
secesión. Esa factura acabará, piensa Putin, dividiendo a Europa, que si deja
de pagarla verá cómo crece la desconfianza hacia la Unión en Ucrania al pensar
que se la deja abandonada a su suerte. Es importante que Europa de mantenga
firme y unida. En Europa se discute; en Rusia, no. Eso siempre implica un
riesgo de desacuerdo, pero creo que Rusia ha levantado todas las alarmas y se
ha llegado al convencimiento general que es mal socio y pero vecino, que no es
de fiar. Lo sensato es buscar otras alternativas al tejido de dependencias que
se han creado con Rusia. Nadie quiere arriesgarse a tener relaciones con un
sistema que usa los negocios para chantajearte, de las frutas a las
calefacciones cuando llega el frío.
La
Rusia de Putin no tiene escrúpulos. Lo demuestra constantemente, aunque le
guste presumir de perdonavidas. Es vengativo y no soporta que Ucrania se
librara de su títere, el infame Yanukovich, el garante de que el país le servía
para sus fines personales y nacionales. Putin ha creado un nacionalismo que
exige demostraciones de poder para tapar sus vergüenzas internas. Todo ello
lleva a esta actitud de desafío constante con la que hace exhibición y es
jaleado por sus partidarios, deseosos de recobrar el lustre de la Unión
Soviética. En el interior, otros luchan infructuosamente por intentar librarse
de Putin, dueño del Estado a través de una política de colocación de personas
afines. Ni los rezos de las Pussy Riot para que la Virgen librara a la santa
Rusia de Putin funcionaron; Putin está bien relacionado.
*
"El este de Ucrania, a punto de entrar en la nómina de conflictos
congelados" El País 1/11/2014 http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/01/actualidad/1414878692_850217.html
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