lunes, 2 de abril de 2012

Mentirosos e imaginativos (o el héroe expresivo)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Parece ser que en Estados Unidos uno puede mentir sobre sí mismo —siempre que no cause un perjuicio o daño a otro— amparado por la libertad de expresión hasta un límite: la posesión de la Medalla de Honor. Nos cuenta la BBC*, desde Washington, el caso de Xavier Álvarez, que fue contando todo tipo de linduras sobres sí mismo hasta ser detenido y juzgado por decir que estaba en posesión de la Medalla de Honor militar, algo sobre lo que existe una ley por la que han podido juzgarle, si bien su caso no se resolverá hasta junio. Ha causado gran revuelo saber que uno puede atribuirse cosas sin demasiado (o ningún fundamento) como forma de expresión. El debate jurídico —nos cuenta la BBC— es amplio ya que el límite de la condecoración también se ha cuestionado. La Corte Suprema debe decidir si es constitucional la Ley que le han aplicado, la denominada "Stolen Valor Act (18 U.S. Code Sec. 704)".

"La libertad de expresión no significa que se puede decir cualquier cosa, la ley castiga casos donde existe una víctima inocente, como la difamación, el fraude o dar un testimonio falso ante una corte", explicó [Jamin Raskin, profesor de Derecho Constitucional] a BBC Mundo.
"En el caso de Álvarez, es diferente, porque el daño parece ser abstracto. Es un perjuicio simbólico al sistema militar", señaló Raskin.
Según el experto, si la Corte Suprema respalda esta ley, se daría un cambio fundamental en la jurisprudencia de Estados Unidos. Por primera vez, el gobierno podría estar de policía, vigilando cómo una persona habla de sí misma y con la peligrosa autoridad de decidir lo que es verdad o mentira, sin que se compruebe un perjuicio monetario o a la reputación de otra persona.*

El marine inexistente
Se preguntan en especial por los casos de mentiras en la política, por las promesas electorales, aunque evidentemente no es lo mismo una mentira que una promesa incumplida. Una promesa incumplida es una mentira cuando se realiza sin ánimo de cumplirla. Pero eso obligaría a larguísimos y complicados juicios en los que habría que demostrar que el político nunca tuvo la voluntad de cumplirlo. Eso significa que si un político llega al gobierno con una campaña basada en no subir los impuestos y luego lo hace, siempre podrá decir que las circunstancias y la suficiente información previa han impedido cumplir sus promesas electorales.
En los últimos años —y tirada la toalla del caso de la “verdad”—, los filósofos y otros especuladores de lo abstracto se han centrado en el problema de la mentira que es, al menos más variado y entretenido, a la vista de casos como el de Xavier Álvarez.
Lo preocupante es que se pregunto uno ya directamente por la mentira en cada vez más sectores —la política, los negocios, la publicidad, los medios de comunicación…— que es como dar por hecho que ese es su ámbito natural.

El juicio a Xavier Álvarez

Xavier Álvarez, tras mentir sobre sus orígenes, matrimonio, etc., se había lanzado a la política local y acababa de ser elegido. Presentarse con un uniforme con medallas, como un héroe, es siempre es un buen aval. Eso quiere decir que consiguió un beneficio mintiendo, como lo había hecho otras veces.
Lo preocupante del razonamiento es que se considera que la mentira no es sancionable si causa un bien manifiesto y no un mal demostrable. Solo se podría recurrir contra él, si se pudiera demostrar que ha causado daño a alguien, como señala el jurista citado, en los casos de difamación, fraude o falso testimonio bajo juramento. El Derecho es el Derecho, pero a veces se queda corto.


El que la mentira se considere una posibilidad legítima si no perjudica a otros directamente, es bastante significativo sobre la sociedad que queremos. Lo que es evidente es que provoca daño a la “verdad” entendida como un bien común, concepto abstracto, desde luego, pero base del contrato social que hace que podamos vivir juntos razonablemente. La mentira no es solo una cuestión de “libertad de expresión”, ya que sobre lo que decimos construimos nuestras relaciones sociales, que pasan a estar contaminadas.
Se comenta en el artículo que la gente miente permanentemente sobre sí misma en lugares como Facebook o cualquier otra red social; que mienten sobre su altura, edad, color de ojos, estudios, etc. No creo que eso sea una buena práctica, por extendida que esté.

La llegada de las Picture Brides al puerto
Hace unos días tuve ocasión de ver una magnífica película, Picture Bride (1995), de producción japonesa y americana, escrita y dirigida por la norteamericana, nacida en Hawai, Kayo Hatta. La película nos cuenta la historia de Riyo, una joven de ciudad que llega a Hawái desde Japón para casarse en 1918. En el periodo entre 1886 y 1924, más de catorce mil japonesas y casi mil coreanas llegaron a la isla para casarse con los emigrantes que habían ido llegando para trabajar en la agricultura de las islas. El sistema tradicional de recurrir a “casamenteras” se producía esta vez —dada la distancia y la imposibilidad física de conocerse personalmente— a través de las fotografías y los informes suministrados por las familias.

Cuando la joven Riyo —maravillosamente interpretada por Youki Kudoh— se encuentra con su futuro marido en el muelle, su desilusión es grande: la foto enviada tiene más de veinte años de antigüedad. Tampoco ella ha sido sincera en algunos aspectos y ambos purgarán el desencuentro de sus mentiras. Lo que determinará sus vidas —y contra lo que tendrán que luchar— es su falta de sinceridad, mal ladrillo para construir cualquier cosa.
Si aceptamos que la base de las relaciones sociales son las mentiras, no construiremos una sociedad demasiado estable por poco fiable, en la que a la obsesión por las mentiras verticales (las del poder en todas su formas), habrá que añadir las mentiras horizontales, las que nos digamos unos a otros. Friedrich Nietzsche señaló que la diferencia entre el imaginativo y el mentiroso es que el primero se engaña a sí mismo, mientras que el segundo lo hace a los demás. La mentira del imaginativo acaba siendo una mentira ante los demás también ya que son las relaciones sociales las que la expanden.
No sé si Xavier Álvarez es un imaginativo o un mentiroso, según la distinción nietzscheana, pero lo que sí sé es que su vocación política le hace peligroso para los demás. Puede presumir de ser un héroe y no serlo; pero la gente le elige por ello. En España hemos tenido recientes casos de políticos con el currículum académico retocado. En Alemania, una tesis plagiada le costó el puesto al ministro de Defensa. Ayer mismo, miles de personas salieron a la calle en Hungría para pedir la dimisión de su presidente, también plagiario doctoral.
La mentira avanza como forma natural, según parece. Se empieza engordando el currículum para tener un puesto de trabajo y se termina dimitiendo de la presidencia de un país. Una larga travesía, pero muy rentable para algunos. Lo malo de las mentiras es que, aunque algunas no te lleven a la cárcel, siempre te sacan los colores cuando has llegado lo suficientemente alto y te descubren.

* “¿A la cárcel por mentiroso? La Corte Suprema lo decide ”. BBC 1/04/2012 http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/04/120323_mentira_criminal_washington_il.shtml




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