miércoles, 18 de abril de 2012

La confianza

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es justo. Si los ciudadanos no se fían de los políticos, es justo que los políticos no se fíen de los ciudadanos. Así lo muestra el vídeo de Nicolas Sarkozy* en el que decide guardarse su reloj en el bolsillo por temor a salir demasiado limpio del baño de multitudes. La hábil maniobra con la que el actual presidente y participante en la carrera al Elíseo hace desaparecer su reloj en el bolsillo de la chaqueta nos permite intuir que los candidatos reciben un duro entrenamiento para evitar que sus seguidores se queden con sus relojes. Nadie sabe lo que podría ocurrir si alguien intenta quitarle el reloj a Sarkozy —¡la que puede liar!—  con su historial de respuestas a los comentarios que le hacen en sus actos públicos. Por eso, para evitar males mayores, se guarda el reloj. Si Dominique Strauss-Kahn,  el que fuera su descarrilado rival para estas elecciones, cayó en la carrera presidencial —podríamos decirlo así— por su exceso de confianza, Sarkozy no quiere que le ocurra un imprevisto y pasar a la historia como el candidato que persiguió entre la multitud a un seguidor que le robó el reloj. Se conoce y se teme.

La verdad es que ya nadie se fía de nadie. Es lo característico de un sistema que se pasa todo el día hablando de “confianza”. Cuanto más se habla de algo, menos se practica. Los que de verdad tienen confianza o producen confianza no tienen la palabra en la boca permanentemente.

Desde que la “confianza” es algo que se “transmite” y no que “se tiene”, nos va peor a todos. Es el signo inequívoco de que se carece de ella. “Hay que mandar un mensaje de confianza”, “hay que transmitir confianza”, etc., escuchamos de forma constante. ¡Horrible! Cuanto más se nos dice, peor. Las reacciones de aquellos que deben recibir la confianza suelen ser las contrarias. Estamos en la “era del recelo”, como señaló la novelista Nathalie Sarraute ya en los años cincuenta.
Las medidas tomadas por el gobierno, destinadas a generar confianza, llevan el mismo camino. Y es que cuando uno tiene que transmitir tanta confianza es que está muy mal. Cuando comenzaron a hacerse los test de resistencia a los bancos europeos —lo comentamos—, nuestro gobierno de entonces corrió como loco a hacerse las pruebas para producir “confianza”. El primero de la fila y sacando pecho. Angela Merkel dijo que sus bancos no se hacían pruebas, que estaban muy bien y que no había que demostrarlo. Y punto. El resultado lo conocemos. La consecuencia no fue la confianza, sino una desconfianza mayor. Los test revelaron la endeblez de la banca española, de la que nos habíamos hartado de escuchar palabras de confianza de nuestra ministra de Economía y del Presidente de entonces. La mayor parte de los bancos que presentaban problemas en Europa eran de nuestro país por su contaminación hipotecaria por la burbuja inmobiliaria. Hoy me pongo muy nervioso cada vez que escucho que “España es un país serio”.


No es fácil transmitir confianza a unos y otros con las mismas acciones. A veces, tienes que “tranquilizar” a personas, sectores o instituciones cuyos intereses contrapuestos hacen más que complicado la confianza simultánea. Puede que logres la confianza de unos, pero no la de otros. Para transmitir confianza a los mercados, puedes perder la confianza de los votantes. Y viceversa, si quieres conseguir la confianza de los votantes, a lo mejor pierdes las de los mercados. Puede que tengas la confianza de Angela Merkel, pero no tienes la de Christine Lagarde. Puede que tengas la de Mario Draghi, pero no tienes la de Paul Krugman.  Tienes la confianza de los que te piden que recortes, pero pierdas la de los que te piden que inviertas. Y si inviertes, te pasa lo mismo. Como saben los aficionados al fútbol, el "voto de confianza" suele ser la antesala del cese del entrenador.

La enseñanza que se saca de esto es que tienes que elegir —no puedes transmitir confianza simultáneamente— y, mejor incluso, evita tener que llegar a esta situación, la de que todos estén pendientes de ti. Cuando tienes que contentar a todos,  es que todos están descontentos. Será por distintas causa, pero el hecho es que todos lo están. En la vida personal es un síntoma de madurez descubrir que no se puede contentar a todo el mundo. En la vida pública es más complicado y aunque busques “confianza”, sabes que los que hoy te aplauden mañana te saquean. Hoy eres una carga, mañana eres un rival.
No hay que pedir tanta confianza; es mejor tenerla.  Hay que tener la naturalidad de Nicolas Sarkozy: estáis aquí, me aplaudís, me sonreís, todos me vais a votar, que está muy bien, pero…, por si acaso, me guardo el reloj. La confianza no está reñida con la prudencia. Los votantes hacen lo mismo: nos prometes, nos sonríes, nos hablas del futuro..., pero, por si acaso, muchos también se guardan los relojes.

* "Sarkozy 'teme' que sus seguidores le roben el reloj". La Vanguardia 17/04/2012  http://www.lavanguardia.com/internacional/20120417/54284573469/sarkozy-teme-seguidores-roben-reloj.html





El "nivel de confianza" de Nicolas Sarkozy

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