Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nuestras sociedades endeudadas dan unos nuevos perfiles de pobreza que no son los del pobre que no tiene, sino del pobre que no tiene para pagar lo que debe. En las novelas de Dickens teníamos los casos de la prisión por deudas. En David Copperfield, el señor Wilkins Micawber, tras la quiebra de su fábrica, es enviado a la prisión por deudas. El propio escritor vivió la experiencia personal de que su padre corriera la misma suerte durante un tiempo. Es el paso de una forma de vida a otra sin cambiar de traje.
La crisis en cadena, una crisis en las que son las deudas
las que determinan la extensión de la cadena, producen estos pobre sin perfil. Producen pobres
porque, a su vez, son víctimas de otros pobres involuntarios que tampoco tienen
la posibilidad de pagar sus deudas al no recibir el pago por lo que otros les
deben. Yo no te puedo pagar porque otros no me pagan a mí. El famoso efecto multiplicador keynesiano de la inversión
económica tiene su reverso en la deuda. Se multiplica el desastre cuando dejas
de recibir lo que te deben y te hundes. Y vives del ahorro hasta que se agotan
las reservas, momento en el que empiezas a depender de lo que los demás hayan
ahorrado —tu familia, amigos…— mientras les dure.
Tendremos que irnos mentalizado sobre los dos aspectos que hemos apuntado, la variación del “perfil” —algo que llevan tiempo avisando las instituciones humanitarias— y el “como nosotros”. Es de esperar que la pobreza sin perfil clásico, se transforme en pobreza de perfil clásico cuando el nivel de necesidad y dependencia aumente. Tendremos que detraer recursos para poder atender a aquellos que necesitarán de subsidios. Y tendremos que plantearnos de dónde detraerlos.
El Mundo nos
cuenta hoy la historia del exitoso publicitario, director de videoclips, que
distingue de lejos la figura de un viejo amigo, compañero de profesión, al que sigue
y ve entrar en un comedor de Cáritas*. Podría ser perfectamente el argumento de
un spot, pero desgraciadamente, no lo es. Es la historia del publicista
Alejandro Toledo, quien comenta que en los comedores se ha encontrado «gente como nosotros, no
con el clásico perfil del pobre, de la persona sin recursos».* Toledo ha
reaccionado realizando un trabajo —él y el equipo— gratuito para la
organización humanitaria, un videoclip promocional.
El planteamiento de que exista una pobreza manifiesta y otra
subyacente, una visible y pobreza sumergida;
una que nos preocupa, nos ofende o nos es indiferente, y otra que nos sorprende, nos habla de varias cosas.
Toledo se sorprendió cuando vio a su
colega, perfectamente trajeado, en un entorno y situación en el que no esperaba
verlo. Era alguien como él. Ya no es un inmigrante, un sin techo, un mendigo lo que se ha encontrado allí, el perfil "clásico" de la pobreza. Su ojo se
ha acostumbrado ya a encontrar en los comedores sociales a esos “pobres sin perfil”, a esa “gente
como nosotros”, como él.
Toledo ya ha conseguido romper la barrera psicológica que impide identificarse —no solidarizarse— con la pobreza. Puedo sentirme solidario con la pobreza; identificarme es otra cosa. La pobreza ya no es algo que le ocurre a los otros, a los que puedo ayudar, sino algo que puede ocurrirme a mí.
Toledo ya ha conseguido romper la barrera psicológica que impide identificarse —no solidarizarse— con la pobreza. Puedo sentirme solidario con la pobreza; identificarme es otra cosa. La pobreza ya no es algo que le ocurre a los otros, a los que puedo ayudar, sino algo que puede ocurrirme a mí.
Nuestras sociedades endeudadas dan unos nuevos perfiles de pobreza que no son los del pobre que no tiene, sino del pobre que no tiene para pagar lo que debe. En las novelas de Dickens teníamos los casos de la prisión por deudas. En David Copperfield, el señor Wilkins Micawber, tras la quiebra de su fábrica, es enviado a la prisión por deudas. El propio escritor vivió la experiencia personal de que su padre corriera la misma suerte durante un tiempo. Es el paso de una forma de vida a otra sin cambiar de traje.
El empresario Micawber, de David Copperfield |
La pobreza del endeudado es esa pobreza sin perfil que se
produce cuando llega una crisis y se ha desincentivado el ahorro y sobrestimulado
el consumo, en el que se ve el único factor de crecimiento. Hay países (y
personas) que logran equilibrar el consumo y el ahorro, no teniendo grandes
deudas, por lo que pueden resistir mejor que aquellos que han construido economías
aparentemente sanas y florecientes, pero que están jugándose la apuesta de que todo vaya bien. El gran casino que acaba
siendo la economía —un mundo de
apuestas—, en el que uno apuesta al pedir un crédito, al cambiar de trabajo,
etc. tiene el riesgo que de pronto las cosas dejen de ir bien. Especialmente cuando no dependes de ti mismo, sino que
formas parte de un sistema altamente interconectado basado en la confianza en
que vas a recibir lo que debes recibir.
Los pobres sin perfil son los que han quedado al
descubierto con un gran paquete de deudas por el
que deben aplicar los recortes a su propia economía doméstica, que pasa a ser
de subsistencia. Si tienen un sueldo, tendrán que estirarlo. Si no lo tienen,
estirar su subsidio. Y si no lo tienen…
Entre despidos e impagos, el panorama se complica. Los
niveles de desempleo previos y la precariedad del existente son otros factores
que están agravando la situación, al reducir la capacidad de resistencia personal
e institucional. Con sueldos bajos, se resiste menos; con muchos subsidios, hay
menos para repartir. Los subsidios surgen de los que tienen y estos son cada vez menos.
Tendremos que irnos mentalizado sobre los dos aspectos que hemos apuntado, la variación del “perfil” —algo que llevan tiempo avisando las instituciones humanitarias— y el “como nosotros”. Es de esperar que la pobreza sin perfil clásico, se transforme en pobreza de perfil clásico cuando el nivel de necesidad y dependencia aumente. Tendremos que detraer recursos para poder atender a aquellos que necesitarán de subsidios. Y tendremos que plantearnos de dónde detraerlos.
Nosotros mismos —nuestro país— hemos pasado a tener ese
perfil atípico de pobreza en el que la pobreza ya no significa “tercer mundo”,
sino la incapacidad de pagar tus propios gastos. Ya no hablamos del “mendigo”,
sino de ese pobre correctamente trajeado
que va al comedor social. Somos un país bien trajeado y con muchas deudas.
Como sociedad tenemos que ir mentalizándonos sobre el choque
traumático que supone asumir el estado en que nos encontramos. Asumir que
debemos abandonar muchos planteamientos egoístas que se han primado hasta el
momento en todos los niveles. Y especialmente cambiar el modelo.
El titular del diario El Mundo habla de la "caída del caballo" del publicista, en referencia al caso paulino. El clip nos muestra a un padre y su hija recorriendo un mundo de escaparates luminosos y anuncios de cosas ya inalcanzables, durmiendo entre cartones y, al final del recorrido, comiendo unas lentejas, recogidas en un comedor social, en un banco de la calle. Hay demasiados escaparates iluminados y cada vez menos gente que pueda entrar. Y esos escaparates se van apagando y poniendo el cartel de "se traspasa".
El gasto sin riqueza no se puede mantener, porque solo
significa deudas. Y eso es lo que están verdaderamente castigando los mercados,
la trivialidad de nuestra economía.
* "Cuando el
publicista de éxito cayó del caballo... y trabajó gratis para Cáritas". El Mundo 11/04/2012
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/09/madrid/1333988017.html?a=0eae628e04e616d41134c642c22aa748&t=1334121618&numero=
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.