Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es triste ver cómo se está en boca de medio mundo
negativamente. Ver el espectáculo de los políticos franceses poniendo a España
como ejemplo de lo que no se debe hacer y de cómo se puede acabar, no es nada
agradable. Ver un reportaje en The New
York Times sobre el gigantesco burdel en el que han transformado España las
mafias de todas las nacionalidades del mundo que residen aquí con casi absoluta
tranquilidad y que te cataloguen como país de “turismo sexual” no es agradable.
Que sea noticia el que retiren de la programación una serie española en Italia por considerarla
representativa de la “España de Zapatero”, para ellos grosera, hedonista y chabacana, tampoco es agradable. Que la
Comisión Europea diga públicamente que lo que ocurre —respecto al paro y la
economía— en España va más allá de la crisis que los demás padecen tampoco lo
es. Podrían multiplicarse los ejemplos en los últimos meses.
Pero es el trago que se debe asumir para poder hacer algo al
respecto. Surgen muchas preguntas cada vez que me vienen a la memoria la rueda
de presa de Rodríguez Zapatero —apenas hace unos años— en Nueva York en la que se reía de la envidia que nos tenían Nicolas Sarkozy y
Silvio Berlusconi porque éramos el no va
más o la declaraciones de esa vidente, Leire Pajín, que advertía al mundo de
un fenómeno de sincronía cósmica a ambos lados del Atlántico, la llegada al
poder de Obama y Rodríguez Zapatero, la transformación del planeta. Íbamos a
comernos el mundo y se nos atragantó.
Surgen muchas preguntas, sí. Y surgen preguntas porque
todavía seguimos sin un análisis serio
o creíble, al menos, sobre por qué se
ha llegado a esta situación económica y social. Existe una especie de pacto de
silencio sobre las causas reales y la responsabilidad de todo esto. No hay
respuestas porque no hay preguntas. La clase política no va más allá de la
escenificación de sus rutinarias peleas para mantener a la gente consciente de
su papel salvador. Unos políticos que
no explican ni asumen sus responsabilidades en el desastre es la garantía de
nuevos desastres. Es absolutamente necesario que se comprenda y explique el
origen, las causas de este desastre “repentino” permanentemente anunciado.
Sin embargo nuestra clase política no parece decidida a
ello. Hablo de explicaciones. Más
allá de la demagogia, necesitamos credibilidad,
que no es solo una palabra en un discurso. Y las acciones son creíbles cuando
se han realizado diagnósticos adecuados. Solo se han hecho de elementos
circunstanciales.
Cualquier medida que se tome solo encuentra su justificación
si elimina aquello que originó el problema. Lo demás son medidas
circunstanciales, bajar la fiebre,
pero nada más. Es el momento de poner sobre la mesa el modelo de país que queremos
y el de desarrollo para conseguirlo. No podemos seguir siendo un país de burbujas.
Tenemos tantos frentes críticos abiertos que debemos
integrarlos en unidades superiores para poderlos manejar y comprenderlos. Sin
diagnóstico, estamos siempre a expensas de otros sin comprender que nosotros
tenemos nuestra propia melodía en esta crisis global. Si seguimos pensando que
los problemas siempre vienen de fuera, no hay nada que hacer. Los políticos
tienen que dejar de negar que se equivoquen o sean incompetentes cuando lo han
sido.
Es necesario avanzar en la idea de que debemos ser
conscientes de la naturaleza de nuestro desastre y dejar de hacer demagogia,
vivir en la realidad y crear una sociedad que avance. Pero para eso debemos
decidir qué es avanzar. Nuestro
problema, una vez más, es que nos quedamos en las palabras que quedan bonitas en
un discurso o en un titular.
La política tiene que
ser crítica consigo misma y nosotros críticos con la política. Hacen falta más
voces ciudadanas; construir sociedad
civil no partidista, independiente, que pueda ofrecer razones a la crítica
de lo que no funciona. Es la única forma de evitar los desastres.
Por cada vez que criticaba al gobierno socialista anterior, Nicolas Sarkozy repitió igual número de veces que "España es un gran país". Debemos empezar a creerlo nosotros mismos. Y hacer algo.
Por cada vez que criticaba al gobierno socialista anterior, Nicolas Sarkozy repitió igual número de veces que "España es un gran país". Debemos empezar a creerlo nosotros mismos. Y hacer algo.
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