Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario romano La Repubblica
se hizo eco ayer de la siguiente campaña: “Vacaciones en Barcelona. Podrían
costarte un ojo de la cara”.* No se refieren al precio de hoteles, restaurantes
o de cualquier atracción turística sino a las pérdidas de visión por impactos
en los ojos de pelotas de goma lanzadas por la policía catalana.
La campaña —que comienza diciendo que Barcelona es una
ciudad maravillosa— se centra en el caso de Nicola Tanno y otros tres italianos
que han perdido allí alguno de sus ojos por el efecto de los impactos. Nos dicen
que, desde 1990, son veinticinco personas las que han sufrido las consecuencias
de este material antidisturbios usado por la policía. Nicola perdió uno de sus
ojos cuando se sumó en las calles de Barcelona a las celebraciones por la Copa
del Mundo en julio de 2010. Una vez más, lo que era una celebración se
convirtió en batalla campal. Y alguien lo ha pagado por el resto de su vida.
Hoy las guerras son económicas y todos han aprendido que
nada es más caro que construirte una imagen y mantenerla. La forma de presión
no es solo la recogida de firmas, sino el deterioro de la imagen de la ciudad. Estos
rostros dañados y los espacios ennegrecidos por gases y humos no son un buen
reclamo publicitario. Una sola página dedicada a esto anula las campañas
financiadas para promover el turismo y los que dependen de ello se ve
afectados.
En la misma página digital de La Repubblica se ha insertado automáticamente un anuncio de la
compañía de aviación Iberia —de Business Plus— que dice: “Il viaggio che hai
sempre sognato”. El viaje soñado que nos prometen en la clase “business” nos
dicen que se puede convertir en una pesadilla si llegas en la “turista”. Entre
los dos extremos publicitarios, el viaje
caro y el que te puede salir caro,
se mueve el problema de las luchas informativas.
Pero más allá de las formas de presión —la campaña
lógicamente lo es y ya hay otras como las de Stop Bales de Goma o Amnistía
Internacional sobre esta cuestión— está el problema real, el de la
violencia y su respuesta policial y legal, además de la política.
El Blog de Nicola Tanno |
El consejero catalán de interior, el célebre Felip Puig —un estadista
hobbesiano— reclamaba no hace más que unas semanas el endurecimiento de las
penas por las alteraciones de orden
público "no para que entre más gente en prisión sino para que haya más gente que tenga más miedo al sistema y que no sea
tan osada"**.
Hombre de frases, ideas y acciones poco afortunadas, Puig carece de la
sensibilidad —vamos a decirlo así— para encontrar líneas retóricas más allá del
miedo.
Los ciudadanos no deben tener miedo al “sistema” —es la sutileza de establecer un enfrentamiento
implícito entre “sistema” y “antisistema”—, sino que lo que el señor Puig llama
el “sistema” está para proteger a los ciudadanos y no para que les tengan miedo.
Cuando se dice “proteger”, el señor Puig pensará que, efectivamente, él está
para proteger a los ciudadanos de los “anticiudadanos”, a los del sistema frente
a los antisistema. Pero esto es una falacia semántica que él mismo ha creado.
Independientemente de que alguien se quiera considerar, llamar
o etiquetar como “antisistema” —que me parece un genérico como el de los
medicamentos o una marca blanca—, las autoridades no pueden aplicar esa
mentalidad maniquea a la población clasificándola así. Corremos el riesgo de
que ocurra como en Valencia y se acabe hablando de los manifestantes —los
estudiantes— como “el enemigo”, expresión que causó tanta o más indignación que
las propias actuaciones, que.
Ha tenido que producirse una muerte en Bilbao para que la
policía autonómica vasca decida retirar las balas de goma del material
cotidiano de trabajo (no de la Brigada Móvil) con fecha de uno de enero de
2013. A diferencia del señor Puig, el señor Ares, consejero vasco, ha pedido
perdón a la familia por la “injusticia” y el daño con la muerte de Iñigo Cabacas por una pelota de goma disparada por la fuerzas de orden público. No sirve de mucho, pero ya es algo.
Es una irresponsabilidad política considerar a una parte de
la población como “enemiga” o como “antisistema” y actuar desde esa premisa,
especialmente si se busca de esta forma la justificación de actuaciones
posteriores y la división social. Lo dijimos cuando políticos irresponsables
mencionaron la posibilidad de desalojar
la Puerta del Sol a base de militantes. Las instituciones o las personas que
están al frente no están para amenazar para buscar lo mejor para el conjunto de los ciudadanos llevando el diálogo hasta más allá de lo posible. La amenaza no debe formar parte de una democracia.
La violencia es injustificable siempre y la respuesta institucional
a ella no puede ser ni irracional ni
injusta; tampoco puede significar una pérdida de derechos de los ciudadanos
—aunque ellos se consideren otra cosa— porque eso es inaceptable e intolerable
en un estado democrático. Tampoco la estigmatización de nadie.
Las declaraciones realizadas sobre las convocatorias de
actos por las redes sociales son un despropósito porque
nadie convoca una “manifestación violenta”. Convocan una manifestación y luego
acaba pacíficamente o no. El ministro del Interior, el señor Jorge Fernández, mucho me temo, está cayendo en la misma
dinámica del señor Puig, que es contagioso: que se tema al sistema. Las medidas que dice que su departamento está
estudiando —junto con Justicia— sobre el “delito de integración en organización
criminal,” “alterar gravemente el orden público” o “concertar concentraciones
violentas por cualquier medio de comunicación como Internet y las redes
sociales” ya han sido matizadas desde
el propio Partido Popular porque son innecesarias ya que, como ya han señalado
juristas, hay herramientas más que suficientes en nuestra legislación.
Considerar la resistencia pasiva como
un “atentado contra la autoridad” es una barbaridad que habrá hecho moverse las
cenizas esparcidas de Gandhi por todo el universo y soñar a los nostálgicos del imperio colonial británico.
Si además de afrontar una crisis económica, tenemos que
afrontar violencia y recortes de derechos o retorcimientos jurídicos, no nos va
a ir demasiado bien. Creo que es mejor para todos llamar a la sensatez y no al
encrespamiento social ni institucional. Así no se va a ningún sitio. Al que le
interese la violencia o la demagogia, que lo deje claro. Las medidas que
necesita nuestro país son otras y llevar el debate al orden público no es más
que distraer la atención de los problemas reales creando otros que acaban
siempre mal. Hay que condenar la violencia y el vandalismo; hay que hacerlo con
los que lo instrumentalizan demagógicamente y exigir que no sean
excusas para recortes de derechos, que deben ser defendidos por todos. Jalear
la violencia de unos o la represión de otros es, sencillamente, un despropósito.
La gente se tranquiliza
con mejoras no con amenazas. Hacen falta menos balas de goma y más trabajo. Todos los ojos son pocos. No perdamos más o, como dice la campaña, nos saldrá caro a todos.
* ""Barcellona ti costa un occhio della testa" la battaglia di Nicola contro i proiettili di gomma". La Repubblica 12/04/2012 http://www.repubblica.it/esteri/2012/04/12/news/vacanze_a_barcellona_ti_costano_un_occhio_della_testa_un_italiano_lancia_la_campagna_contro_i_proiettili_di_gomma-33203511/?ref=HREC2-2
** "Puig quiere endurecer el Código Penal "para que haya más miedo al sistema"". Público 03/04/2012 http://www.publico.es/espana/428181/puig-quiere-endurecer-el-codigo-penal-para-que-haya-mas-miedo-al-sistema
El diario La Reppublica, de Roma, se hace eco de la campaña
Campañas contra las balas de goma |
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