Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Creo que hay un error interpretativo, un problema de
percepción. Los que han decretado “la muerte del periodismo” se referían en
realidad a “la muerte del sueldo del periodista”. Te dicen que el mundo ha
cambiado, que han pasado cosas, etc., que es lo mismo que le diría un mamífero
a un dinosaurio. Podría parecer una muerte accidental, pero ya hay unos cuantos
cadáveres en la morgue esperando a los forenses. No es casualidad ni mala
suerte. Más bien el fracaso de las estrategias desarrolladas hasta el momento
por los mismos que se presentaban como gurús. Los cierres y recortes se suceden
a tono con el clima del país. Los empresarios de la información aprovechan el
río de sangre para navegar en sus yates. Pero algunos teorizan
y eso ha causado indignación.
A pesar de lo que diga el señor Juan Luis Cebrián*, antiguo
director de El País, y hoy Presidente y Consejero
Delegado de PRISA., el Periodismo no ha muerto. ¡Para nada, desde
luego! Los que sí que se han muerto son los empresarios y directores de periódicos
como es debido porque han perdido el sentido de su función. Los periodistas
siguen siendo periodistas… si les dejan. Pero hace tiempo que se perdió el
rumbo sobre cuál era la tarea que debían cumplir los medios y, como es lógico, los que allí trabajan. Se olvidó interesadamente la especificidad de la
empresa informativa respecto a otro tipos incluyéndola en la norma simple y
general de que una “empresa es para ganar dinero”. Lo importante aquí, como en
tantas otras cosas, es el camino escogido para ganarlo.
La entrada de la “mentalidad gestora” en los medios antepone el rendimiento económico a la información estableciendo una falsa dicotomía. La absorción de las empresas periodísticas dentro de conglomerados mediáticos que apostaban por aquello que producía más beneficio al margen de cualquier otra consideración se ha demostrado absolutamente errónea en su planteamiento y desastrosa en sus consecuencias porque el buen periodismo es muy necesario y hoy más que nunca.
La queja esgrimida de que la sociedad se ha transformado
tecnológicamente olvida que ese cambio se ha impulsado desde el mundo
empresarial, que vio la posibilidad de mayores beneficios cambiando el sector
de la información. Ahora les resultan más rentables unas cosas que otras. Y
entonan cantos del cisne por el periodismo convertidos en raperos de mal
agüero. Justificar los errores propios mediante la “pérdida de prestigio”
(según las palabras de Juan Luis Cebrián) de la profesión periodística es de
bastante mal gusto cuando se ha llevado a la profesión periodística al borde
del circo para justificar las demandas de la publicidad de públicos mayores. No
me extraña que los trabajadores del diario, enfrentados a un ERE pidan su cabeza
privilegiada. Señala el señor Cebrián:
En ese nuevo entorno, el papel
del periodista ha cambiado. Según Cebrián, para degradarlo. “Los diarios ya no
vertebran la opinión pública. Y eso genera gran vértigo. Sigue teniendo un
papel, pero ya no ese cuarto poder de los años cuarenta o cincuenta”. En su
opinión, se ha producido una pérdida del papel de intermediación de la prensa
entre la sociedad y el poder. Hasta el punto de que “la pérdida de prestigio de
la democracia tiene que ver con la de los medios y viceversa”.*
Antes fue la muerte de CNN+, otro experimento fallido de los estrategas |
No sé qué entiende el Consejero Delegado de PRISA por “vértigo”, pero me imagino que es algo que oscila entre la náusea sartreana y la montaña rusa del parque de atracciones, que viene a ser, en clave metafórica, la travesía que han hecho recorrer al Periodismo en sus aventuras empresariales mediáticas. Han transformado a los lectores en consumidores de medios y han convertido a los medios en circo y espectáculos.
Los nuevos socios |
Si el binomio “política-medios” no ha funcionado bien y se
han arrastrado mutuamente es porque no han cumplido ambos las funciones sociales
que se esperaban de ellos. Esto es bastante distinto a lo que parece querer
decir el señor Cebrián y es responsabilidad de las líneas emprendidas por las empresas
y no por la mayoría de los profesionales, que deseaban poder hacer sus informaciones
con libertad y honestidad que son los valores que reconocen los lectores. De otra forma, unos se alejan porque no les interesa y otros porque no les convencen. Han proliferado los medios ciudadanos porque no se sentían identificados con los medios profesionales. Esa es la crítica que se hizo a los medios desde el 15-M.
Se ha destruido la idea de “lector” sustituyéndola por la de “consumidor de información”; se han cambiado la idea de “noticia” por la de “contenidos”, que implica una consideración muy distinta de lo que es contable y porqué. Se ha informado para vender y no porque hubiera que informar. Se busca llamar la atención y no atraer el interés ciudadano. Se necesitaba apostar por lectores cultos y por la extensión de la cultura como forma de profundizar en una sociedad democrática consciente. Lo que se hizo —en general— es lo contrario: apostar por una extensión mediática basada en el embrutecimiento chabacano del puro consumo informativo, en el que las redes sociales han sustituido ya a los medios tradicionales.
La publicidad abandona los medios menos rentables y se
dirige a buscar la eficacia en donde se producen las concentraciones de
atención. El señor Cebrián ha dicho:
Mientras que la publicitad crece
en América, en España y Portugal no ha hecho más que caer en los últimos tres
años. PRISA mantiene mercado en ambos continentes y, con esa experiencia,
Cebrián alerta de la burbuja que se desinfla en Europa y que ahora está en auge
en América.
Está bien que alerten de los males. Pero me temo que serían
muy discutibles las causas y los causantes de esos males. La deslocalización empresarial no es la deslocalización informativa, que está vinculada a sus públicos. No es lo mismo un fábrica de zapatos que un periódico, por obvio que parezca. Solo plantear las diferencias entre mercados informativos emergentes (por llamarlos así) y los que están en crisis, muestran perfectamente la óptica desde la que se plantea la cuestión. Si la publicidad no fluye es también porque se está dirigiendo a las cestas en las que estas mismas empresas están diversificando sus huevos. han jugado a todas las barajas hasta que ha dejado de ser rentables para ellos algunas.
Hace muchos años que esto comenzó. Se fueron sacrificando
los fundamentos del periodismo, su engarce y compromiso con la sociedad, que
pasaba a ser vista como un mero mercado. El periodismo es una profesionalización de
una función social: la necesidad de estar bien informados mediante la reducción
de la creciente complejidad del entorno. El mundo se hace más complejo por su
interconexión y necesitamos tener información sobre lo que ocurre y por qué
ocurre. El enfoque mercantilista de la información, por el contrario, cree que
un medio es un instrumento para concentrar la atención y
aprovechar para venderles algo, incluida la propia información.
La ausencia de compromiso informativo característica de los
que solo piensan en términos de “resultados” acaba determinando la vida de los
medios y de dónde resulta más rentable invertir el capital. Los trabajadores
sobran. Es lo que ha logrado la admirada Arianna Huffington.
La importancia que hemos estado concediendo a la campaña en
favor de convertir a Arianna Huffington literalmente en “musa de la izquierda
liberal”, según el diario El País adquiere
ahora claridad ante la perspectiva de un ERE que recorte la plantilla en el periódico.
Como ya señalamos [ver entrada], el éxito de Arianna Huffington no es
hacer un medio sin periodistas, sino tener periodistas sin sueldo, pues no en
otra cosa se ha basado su “éxito empresarial e informativo”, el fenómeno comunicativo del siglo XXI,
según el diario. Las manifestaciones en Estados Unidos contra la reina de la visibilidad como pago han
sido de gran alcance. El País celebró
como una victoria propia la sentencia en la que el juez “tumbó” (fue la
expresión usada en el titular) las pretensiones de recibir alguna remuneración por
su trabajo al venderse The HuffingtonPost
a AOL por más de trescientos millones de dólares. Ahora se ven las intenciones.
El caso adquiere su importancia a la vista de lo que vaya a
ocurrir con El País y su propia
competencia, El Huff español quizá debería pasar a llamarse El Puffington.
Que el modelo sea no pagar a los profesionales y sustituirlos por blogueros
felices porque tienen otras profesiones con las que mantenerse vivos, acaba
siendo coherente con los discursos negativos del Consejero Cebrián. Al final,
según esta filosofía y planteamiento
empresarial tan celebrado, los que participan en el circo mediático se deben
considerar contentos con que se les permita saltar a la pista. Quizá el
Consejero Delegado no le ha explicado bien a los trabajadores el inmenso honor de escribir en el
periódico y el valor meramente simbólico de sus sueldos.
Con esto se confirma que si la profesión está en las noticias,
el negocio está en los flujos de información, siendo indiferente cuál sea su
motivo u origen. Como titulaba con gran sinceridad The Huffpost: “Not Our Problem”. El escueto titular era la
respuesta a Rupert Murdoch, que había acusado a The HuffingtonPost de tener unos pocos periodistas en plantilla y “robar”
las informaciones a los otros.
Confirmamos, pues, que sobre lo que el señor Cebrián está
teorizando es la muerte del sueldo, como tantos otros empresarios que han
basado su éxito económico y su ruina moral en becarios y puestos precarios de
trabajo. La deriva de estos últimos años no ha sido hacia el periodismo de calidad sino hacia el de precariedad, reduciendo las
posibilidades de informar mejor a una sociedad que creciera en paralelo con la
propia información. Eso no le ha importando a nadie. Hay que pensar menos en el poder y más en los ciudadanos
Allí donde crece la información —no solo el negocio— es
donde existe el interés por lo que ocurre en el mundo. Hace ya mucho tiempo
que la información es la excusa y no el objetivo. No es culpa de los profesionales, sino de aquellos cuyas estrategias han fallado estrepitosamente.
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