Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los lectores se dividen en sus teorías al respecto. Están
los que aceptan la tesis del artículo y consideran que las medidas basadas en
la austeridad exclusivamente no harán sino agravar la crisis y que la negativa
europea a la petición del gobierno español de modificación del déficit es un
gran error. En este grupo se dan tendencias claras: por un lado están los que
creen que Alemania se equivoca e impone su error de evaluación y, por otro, los
que creen que no es un error, sino una forma deliberada de dejar arrasado el
sur de Europa, es decir, Grecia, España, Italia, Portugal, etc., que
beneficiaría directamente a Alemania y algo también a su socio francés en la
aventura.
Entre los que no aceptan las tesis del artículo y consideran
que España está en el camino correcto, están los que defienden sin más las
medidas y están los que, defendiendo las medidas de la austeridad y la necesidad
de los recortes, consideran que se están aplicando mal, es decir, donde no se
debe.
La idea de que una Alemania ralentizada exige —o impide— a otros que no lo hagan al no dejar margen para el crecimiento no es tan descabellada. Las grandes economías están metidas en un pulso con China porque han perdido tejido industrial y se han dado cuenta de ello. En Estados Unidos, General Motors dejó su puesto como primera empresa del país a Wal-Mart, la cadena de supermercados, cuyos beneficios vienen de conseguir márgenes mayores por la importación de productos fabricados en otros países más competitivos. El hecho de que sea el “comercio” el que se cargue la propia industria no es nuevo. Es la base de todas las campañas de fomento del consumo nacional y del boicot a los productos de otros países. Pero para eso se hizo la “globalización” y esto es una parte natural de sus efectos: comprar más barato fuera. y vender dentro. Los países que crecen son los que producen o los que investigan e innovan. Los que solo venden, acaban mal porque se proletarizan por las dos vías, se crean grandes bolsas de desempleo que a su vez van limitando las posibilidades de consumo y acaban parándose. Es lo que nos ocurre.
El hecho de que Alemania nos
pida ingenieros, lejos de interpretarlo como una cortesía —salvadora en el
plano individual, no en el social—, me parece un indicador de la voluntad
alemana de que será allí donde se siga centralizando la producción europea.
Alemania investiga, innova, crece y ahorra. Cuando el presidente Aznar fue a
Alemania a hablarles de lo bien que iba
España, los alemanes le dijeron: ya nos lo contará cuando deje de recibir
ayudas europeas. Tenían razón. Y ahora lo vemos. Eres rico cuando el dinero lo
produces tú, no cuando te lo están dando otros. Ahora hay que mantener de
nuestro bolsillo lo que hemos hecho. Y no es tan fácil.
No llego a decir que sea un plan premeditado, como algunos
lectores de The New York Times,
afirman, pero sí que es un resultado de su propia política sobre los demás. No
podemos criticar a Alemania por ser Alemania. Sí podemos hacerlo, en cambio —y
por supuesto—, si es ella que la marca
a los demás lo que deben hacer y eso no funciona. El problema —uno de ellos— es la desunión y dudas que provoca.
Europa se está construyendo sobre una falacia: una presunta
igualdad política que se deshace entre los dedos por la desigual económica
interna. Y esto es peligroso para todos,
especialmente para la idea misma de Europa, que se resentirá. Lo que esta
crisis nos está haciendo ver —creo— es que es muy difícil mantener un
crecimiento equilibrado y paralelo que comprenda a una Europa tan distinta en
sus posibilidades individuales por las diferencias de desarrollo. Solo desde
una voluntad firme de crecimiento conjunto, de pérdida de egoísmos nacionales y
de políticos verdaderamente europeos y europeístas podrá lograrse. Hasta el
momento, esto no se ha dado. No sé si es ingenuo pensarlo, pero desde luego lo
ingenuo es pensar que sin esto se puede lograr.
La cuestión clave es si hay algún mapa diseñado —como sugieren algunos— en el que se hayan asignado
roles a cada uno de los países. Pensar que Alemania quiere una Europa llena de “alemanias”
es ingenuo, casi infantil. Alemania quiere crecer y quiere que los demás no
sean un estorbo en los dos sentidos, el positivo y el negativo, es decir, en el
competitivo y en el de cargas. Si crezco, compito con ella;
si no lo hago, soy una carga. Alemania ya sabe el sacrificio que le supuso la llegada de una República Democrática que
tener que poner al día y reequilibrarla. Y lo hicieron, pero eran los otros alemanes, algo que los demás no
somos obviamente.
El editorial de The
New York Times no es solo la visión americana del problema, una visión
desde fuera. También hay muchas voces críticas sobre la doctrina alemana y su liderazgo en Europa —como las de un
europeísta como Jacques Delors— y si realmente va a servir para salvarnos a
todos o solo una Alemania que tampoco podrá hacerlo. Se ha pasado de la “unión
hace la fuerza” a la “desunión trae la salvación”.
En septiembre, Jacques Delors señaló si no el origen de los
males, sí la causa de la ineficacia de las soluciones:
El espíritu se está diluyendo, el
espíritu comunitario, el sentimiento de formar parte de una aventura colectiva.
¡Hay que denunciarlo! Porque nosotros, que somos europeos, no solo somos
europeos de razón, porque “la Unión hace la fuerza”. ¡Somos también europeos de
corazón! Y esto es lo que falta hoy en día.
Quizá ser europeo de
corazón lleve al borde del infarto y los políticos y economistas, en su
pragmatismo, nunca han creído en el romanticismo
o idealismo de la idea europea. Pero lo que está claro es que Europa no puede
desarrollarse sobre la base de los conflictos internos permanentes, los
intereses nacionales de los más fuertes, ni sobre el crecimiento de las
diferencias entre sus ciudadanos.
Los lectores de The New York Times lanzan sus interpretaciones de una situación compleja y preocupante. Muy poco creen —incluido el propio gobierno— que se pueda crecer si se reduce el déficit de esa manera. Las promesas de hacerlo tampoco convencen a nadie en los mercados y solo recibimos la felicitación de aquellos que nos han dado la receta.
La agitación continua por parte de ciertos países del
fantasma español como de un ejemplo de lo que no se debió hacer, por mucho que
moleste al Partido Socialista, es algo generalizado. Y lo han confirmado los
españoles con su voto. Corremos ahora el riesgo de que nos pongan igualmente de
ejemplo de cómo no se cura la enfermedad
con el Partido Popular. Triste destino el nuestro, ser ejemplo de enfermedad y
de mala praxis médica en los tratamientos. Siempre un mal ejemplo.
La duda, como señalamos, es la creencia en que todo este sacrificio y dolor que nos llegará por vía de recortes es realmente útil para salir del agujero en el que nos ha metido el endeudamiento privado especialmente y el lastre hipotecario, que es el eje de nuestro problema. Bancos y ladrillos. Además de por dónde recortar, hay que plantearse por dónde crecer. Es sobre el sistema financiero donde hay que presionar para que se pueda poner en marcha la reindustrialización capaz de producir lo suficiente como para cumplir el auténtico objetivo de los gobiernos: el bienestar de sus ciudadanos.
España, Spain, ‘s pain.
* "An Overdose of Pain". The New York Times 12/04/2012 http://www.nytimes.com/2012/04/13/opinion/an-overdose-of-pain-for-spain.html
** Entrevista: "Jacques Delors: “Es posible insertar los eurobonos en el Mecanismo Europeo de Estabilidad”" Euronews 13/09/2011 http://es.euronews.com/2011/09/13/jacques-delors-la-cooperacion-es-el-eslabon-que-falta-en-europa/
*** "El 'New York Times' señala a Angela Merkel como la culpable del mal momento de España" La Vanguardia 13/04/2012 http://www.lavanguardia.com/economia/20120413/54284452267/new-york-times-angela-merkel-culpable-crisis-espana.html
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