Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El intento por parte del diario El País de convertir a Arianna Huffington en la nueva Melina
Mercuri, la nueva Bernadette Devlin, la Jane Fonda del siglo XXI, solo es
explicable como parte del proceso promocional de la aventura que el diario
madrileño ha emprendido con el lanzamiento de El Huffington Post anunciado para junio. Con motivo de la
publicación de su nuevo libro, el diario nos cuenta:
El último libro de Arianna
Huffington desprende aromas a 15-M. O, mejor dicho, a Occupy Wall Street, el
movimiento de los indignados neoyorquinos. El viaje ideológico de esta exitosa
empresaria de la comunicación, que a mediados de los noventa fue ferviente
militante conservadora y ahora es una musa de la izquierda liberal, sigue
adelante.*
De seguir así —como nos avisa el diario—, pronto será conocida
como la Patty Hearst de las
comunicaciones, abandonando sus millones y dándose a la militancia revolucionaria armada. El
salto de musa de la izquierda liberal a tomar la bandera del motín y encabezarlo no es tan
grande.
Lo de “musa” es relativo ya que las cosas que Arianna
Huffington cuenta en la entrevista no son ninguna novedad y se pueden leer en
cualquier libro posterior a 2007. Que los políticos han favorecido a los banqueros
y que se ha arruinado a las clases medias, que han crecido las diferencias
sociales entre los más ricos y los menos, etc., son ya hoy tópicos reconocidos,
puntos comunes en cualquier discurso medianamente objetivo sobre la situación
de los Estados Unidos.
Lo interesante del caso no es cómo es Arianna Hufftington
—ella sabrá—, sino cómo nos la presentan. Lo realmente interesante es
saber cómo logra el diario conjugar el "modelo" que supone el Huffpo con las audiencias que
el periódico se ha lanzado a captar tras la crisis (y antes) del diario Público. Las lágrimas de cocodrilo que
los medios lanzan cuando alguno desaparece, no debe ocultarnos la feroz
competencia por hacerse con las audiencias de los demás. Y el mejor exponente empresarial del "todo por la audiencia" es Arianna Hufftington. El excandidata a gobernadora tenía como lema "arregla el sistema" y ella se ha arreglado el suyo, desde luego. De eso no hay duda.
Exmujer de un magnate del
petróleo y excandidata a gobernadora de California, hace siete años, en 2005,
fundó la web The Huffington Post, el gran fenómeno mediático
del nuevo siglo, un éxito de audiencia sin precedentes. Política, famosos,
incorporación de legiones de blogueros, mucho debate, conversación abierta en
la red y marketing viral fueron las claves de su fórmula maestra.
En tan solo seis años, en mayo de 2011, arrebataba el liderato de los diarios
en Internet a The New York Times.*
Ya lo comentamos hace unos días [ver entrada], el modelo
Huffington es una aventura complicada para los medios europeos. La constante mención
a cómo el Huffington Post ha
arrebatado el “liderato” a The New York
Times ignora que, por encima de las audiencias, el diario neoyorkino sigue
estando a años luz informativamente hablando de lo que el Hufftington ofrece y
que supone una apuesta distinta. Basta con ver las primeras páginas y los titulares de ambos
medios para darse cuenta de por dónde camina cada uno de ellos.
La fórmula que el diario El
País califica como “maestra” —“Política, famosos, incorporación de legiones
de blogueros, mucho debate, conversación abierta en la red y marketing viral”, en su propia descripción— es un avance hacia
fórmulas que acaban con los enfoques informativos tradicionales. Algunos dirán
que los enfoque informativos tradicionales ya están muertos y es probable que
sea cierto en algún sentido. Pero el modelo Hufftington es el de la consecución
de audiencias, no el de la información.
El diario El
País utilizó el verbo “tumbar” referida a la acción del tribunal, para
titular la información en la que se notificaba el rechazo de las demandas de
los blogueros, trabajadores voluntarios sin ánimo de lucro, algo
reservado exclusivamente, según dejaba claro la sentencia, a Arianna
Hufftington y sus accionistas. Pero los trabajadores sí querían obtener algo
del beneficio que Arianna obtiene con el trabajo ajeno. Son múltiples las protestas y las críticas realizadas al modelo —al "fenómeno mediático del siglo", como lo llama El País— y a la musa Hufftington. Ignorarlo no es bueno ni objetivo. Tampoco descalificar a los trabajadores, a los freelances que contribuían a la entrada de dinero en la arcas de la "plataforma agregadora".
Este hecho —el tumbado
judicial de las pretensiones de cobrar por tu trabajo— no podía dejarse fuera
de la entrevista —aviso para navegantes— y la cierra:
Entra un mensaje en su Blackberry
al final de la entrevista. Sus abogados le informan de que acaba de ganar el
pleito que le montaron hace un año el ejército de blogueros impagados de su
plataforma. En abril de 2011, un grupo de los que contribuyen sin cobrar a The
Huffington Post demandaron a Arianna Huffington reclamando una parte
del pastel tras la venta de la plataforma a AOL. Solicitaban 72 millones en
concepto de compensación. Huffington sigue pensando que para la mayoría de sus blogueros es
normal no cobrar porque la plataforma les da visibilidad. “No es distinto de
cuando vas a una televisión o a la radio para participar sin cobrar”. Y se
mantiene firme en sus postulados sobre la agregación de contenidos. The
Huffington Post se nutre de muchas noticias generadas por otras webs,
de las que publica un pequeño avance, y enlaza para que la gente pueda leer el
contenido original. “Esto es la economía del enlace. La agregación es una parte
muy importante del futuro”.*
Y es aquí cuando se
nos muestra la faz solidaria de la amiga del 15-M, del Occupy Wall Street, que es
Arianna Hufftington, la musa de la izquierda liberal. Los blogueros no buscaban
“compensación”, sino ser pagados por su trabajo. Esta venta de visibilidad,
sitúa a Arianna más cerca del 1% que del 99. Y a los otros, los que trabajan
para que ella sea más rica y pueda seguir inspirando e inspirándose, los deja
en esa clase en vías de extinción por la que ella se lamenta.
La “economía del
enlace”, como con gracia la describe la musa informativa, no es más que una
fórmula parasitaria que los tribunales no pudieron parar en su momento más que en parte.
Presupone que los demás elaboran las informaciones y tú das “un pequeño avance”,
ya que es lo que la ley les permite sin tener que pagar por ello. Es la lucha que todos los medios de
calidad han mantenido con aquellos que se aprovechaban de su trabajo. De esta
forma, estos nuevos medios de la “agregación” se convierten en “portales” —en “índices”
resumidos de los demás—, algo que no admitirán. Se saca el máximo rendimiento
económico por la concentración de atención (gracias a la publicidad) con el
mínimo esfuerzo. ¡Brillante y progresista! Pero que no se dé una vuelta
por un campamento de “ocupas”, por si acaso.
La calidad
la tiene el que es enlazado, no quien enlaza. La profesionalidad, quien
paga a sus trabajadores y no el que se aprovecha del trabajo ajeno.
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