Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Por ser el Día del Libro os voy a contar una película. Una
película en la que sale una persona sentada en el banco de un parque leyendo un
libro. La película es en blanco y negro (al igual que los libros). Nos tendremos que imaginar que el bosque está
lleno de marrones y verdes, y amarillos anaranjados, y retazos azules entre los
destellos de luz que atraviesan las hojas. Parece otoño por las hojas
acumuladas en el suelo. El hombre, que tendré que describir en algún momento para
que se lo imaginen los que no han visto la película, está muy concentrado en la
lectura. No sabemos qué está leyendo porque la cámara nos lo muestra de
espaldas. Nos acercamos hasta llegar justo por encima de su hombro derecho y,
cuando comenzamos a leer las primeras líneas de la página, el hombre cierra el
libro.
Solo hemos podido leer el comienzo que, adivinamos, parecen ser
los versos de un poema:
He who can read the signs nor sink unmanned
Into the half-deceit of some intoxicant
From shallow wits...
El hombre deja el libro sobre el banco y se aleja. El libro
queda solo. Mientras nos alejamos del banco, aumenta el sonido de los cantos de
los pájaros. Nada ocurre. Solo es el tiempo el que pasa mientras nos
preguntamos qué libro es aquel y porqué el hombre lo abandonó. Pronto dejamos
de fijarnos en el libro y tratamos de recordar los versos que pudimos leer
antes de que el hombre lo cerrara. ¿Quién es el aquel que puede leer los signos?, nos preguntamos en la oscuridad
de la sala.
Escuchamos algunos murmullos de impaciencia en el fondo,
entre los asistentes. Muchos desean que ocurra algo, que el hombre regrese y
recoja el libro. Pero nada sucede. La luz de la tarde va declinando en el parque
de la pantalla. Solo el movimiento de algunas hojas con el suave viento que
parece soplar, una brisa que no notamos. Un pájaro desciende y se pasea unos
instantes por el borde del respaldo del banco. Otros bajan y le acompañan en su
exploración. Se van todos juntos hasta los arbustos cercanos.
Nuestra mente se escinde entre la atención agudizada a lo
que ocurre en la pantalla, los versos que no queremos olvidar y el mundo que
nos espera fuera de la sala. Todo nos reclama, pero solo algo nos atrae.
¿Y el hombre? ¿No piensa regresar a por el libro? Quizá no
se ha dado cuenta de que lo dejó allí; quizá pensaba regresar y algo le ha
ocurrido… No sabemos quién es; podría ser cualquiera, apenas lo vimos unos
instantes. ¿Un adolescente explorando su diferencia? ¿Un anciano recuperando
sus recuerdos? Solo alguien que ha buscado la soledad de un parque y la compañía
de un libro. ¿Qué signos hay que leer?
Pasado un tiempo, la sala va quedando tan oscura como el
parque. Solo algún canto aislado nos hace dudar de dónde estamos.
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