domingo, 31 de marzo de 2024

Cosas que ocurren en un estadio y que nacen fuera

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Parece que ayer ha sido un día especialmente intenso en lo relativo al racismo en dos estadios de fútbol Los incidentes se suceden desde hace tiempo y hoy copan los titulares... deportivos.

Nos empeñamos en tratar estas cuestiones como "deportivas" cuando son indicadores más amplios de lo que podríamos llamar "pérdida de ciudadanía" y "deterioro de la convivencia". Los medios tienen en esto un efecto perverso de lo que técnicamente se llama "framing" o "enmarcado". La teoría en Ciencias Sociales que se deriva de este concepto es precisamente que el enmarcado tiende a explicar cómo enfocamos e interpretamos diversos acontecimientos. En esto los medios son esenciales. "Enmarcar" un incidente de racismo como un acontecimiento "deportivo" es una forma de situarlo en un punto determinado y, por ello, alejarlo de otros. De esta forma quedamos a salvo del incidente, algo que ocurre en los estadios y no en otros lugares, algo que se inserta en la competición, en el acaloramiento del partido, etc.

Sin embargo, ese enmarcado nos evita considerarlo como el crecimiento de un déficit democrático, que parte de la igualdad de todos y del respeto mutuo. Los insultos en los espacios públicos, en partidos o manifestaciones, son signos claros de esa "pérdida de ciudadanía". En la ciudadanía se deben incluir valores que, hoy por hoy, estamos perdiendo de forma acelerada. Lo que ocurre en el deporte, especialmente en el Fútbol, solo es una pequeña muestra del problema social. No nace y muere en el estadio; solo es allí donde se ha creado un espacio de impunidad, de anonimato que permite desahogar eso que en otros lugares sociales tiene un mayor riesgo de detección. Es una mala costumbre espacializada, adaptada a un espacio y tiempo: el partido.

La creencia en que pagar una entrada da derecho a vejar al resto de los humanos, ser racista, violento, insultante... está demasiado extendida. La idea que dentro de un grupo no somos responsables porque es lo que todos hacen lo está igualmente.

Lo incómodo socialmente, políticamente, deportivamente... es que nada de eso desaparece ni en el grupo ni en la representación mediática, que lo califica dentro de incidentes deportivos. Es social y representa ese deterioro del que estamos hablando como un síntoma más de algo realmente preocupante.

La idea de que es algo "juvenil" tampoco sirve para taparlo como tantas otras cosas "juveniles" como los acosos en escuelas, institutos y redes sociales. Aquí el "acoso" se manifiesta a través del racismo, unos días, y del enfrentamiento con los rivales, todo un ritual de salida de la violencia.


Todas las cosas positivas que se dicen del deporte se incumplen aquí. No es escuela de caballerosidad, de valores, como algunos señalan ingenuamente, sino que, por el contrario, es el espacio donde se liberan las malas costumbres; es un espacio de agresividad y falta de respeto. En esto mucha responsabilidad es de los propios clubes que fomentan la rivalidad para llevar a la gente a las gradas, de los medios que polarizan los enfrentamientos para atraer lectores y espectadores.

Pero el gran ejemplo de la polarización y del insulto lo está dando la clase política con su falta de respeto a los otros. Quemar o golpear muñecos, lanzar insultos, etc. no es precisamente el mejor clima para la convivencia social.

Los medios nos informan de vez en cuando de casos en que se ha hecho llamar la atención a padres asistentes a partidos infantiles. Supongo que solo se llega a eso en casos extremos, pero basta para asistir a algunos de estos partidos para ver la vergüenza que pasan los propios hijos en estas situaciones ante el comportamiento de estos.

El racismo crece. Eso es lo que nos dicen las cifras de este "país feliz" sobre el aumento de delitos de odio. El fútbol es el espectáculo deportivo mayoritario, donde es más fácil camuflarse individualmente y actuar colectivamente. Es un espacio de impunidad que si no se actúa irá a más.

Entre el público ya se dan las divisiones respecto a estos actos. Se producen los enfrentamientos en los que unos recriminan las acciones de los otros. Es un principio, pero hay que ir más allá y aquí solo hay dos formas: las sanciones individuales y las colectivas. Las primeras son de diferente orden, de la expulsión del club a las denuncias por delitos de odio. Las colectivas recaerán sobre el club con cierres o pérdidas de puntos. Es mucho el dinero que se mueve en el fútbol, lo que explica la pasividad de algunos por temor a percibir menos ingresos.

Pero hay muchas medidas, como la retirada de la publicidad por parte de los anunciantes, por ejemplo, además de cierres y otras sanciones deportivas. No se puede mandar el mensaje de que el racismo es incontrolable en cualquier ámbito, especialmente en el del deporte que tiene amplia resonancia mediática.

Las imágenes del portero de un equipo lanzado contra los que le insultan tras la portería no deberían volver a repetirse. Hacen falta medidas y más didáctica de valores. Llevamos unas semanas incidiendo en esto porque los indicadores nos llevan a un incremento de su pérdida.

Esto nos afecta a todos. La falta de valores se manifiesta en un crecimiento de la delincuencia, como hemos visto, del acoso, de la polarización social, en resumidas cuentas, de dejar de creer en la sociedad como un espacio de convivencia. Hay que decirlo en las escuelas, en los medios, en las ruedas de prensa, en los parlamentos... Hay que denunciarlo en todas ellos y señalar claramente los comportamientos xenófobos y racistas que saltan por diversos espacios sociales, de estadios a fábricas. Estas cosas ocurren en los estadios, pero nacen fuera. No debemos engañarnos en esto. No es solo un mal "comportamiento deportivo"; es una forma de agresión social, de odio a las personas. Esto empieza a justificarse como un comportamiento lícito, con corrientes que se manifiestan xenófobas y racistas en la política o en sus márgenes.

Esta sociedad, que llora porque las procesiones se quedan sin poder salir a la calle, debería llorar también por muchos otros motivos que no se pueden seguir ignorando. La polarización tiene sus consecuencias y ramificaciones. 

Hay que volver a definir, insistimos, qué significa ser un buen ciudadano, que significa una sociedad mejor. Hay que sacar de lo deportivo el fenómeno y conectarlo con otros ámbitos en los que se da de forma silenciosa, pero igualmente contundente. Esto no es solo "deportivo"; va más allá.


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