Nos
empeñamos en tratar estas cuestiones como "deportivas" cuando son
indicadores más amplios de lo que podríamos llamar "pérdida de
ciudadanía" y "deterioro de la convivencia". Los medios tienen
en esto un efecto perverso de lo que técnicamente se llama "framing"
o "enmarcado". La teoría en Ciencias Sociales que se deriva de este
concepto es precisamente que el enmarcado tiende a explicar cómo enfocamos e
interpretamos diversos acontecimientos. En esto los medios son esenciales.
"Enmarcar" un incidente de racismo como un acontecimiento
"deportivo" es una forma de situarlo en un punto determinado y, por
ello, alejarlo de otros. De esta forma quedamos a salvo del incidente, algo que
ocurre en los estadios y no en otros lugares, algo que se inserta en la
competición, en el acaloramiento del partido, etc.
Sin embargo, ese enmarcado nos evita considerarlo como el crecimiento de un déficit democrático, que parte de la igualdad de todos y del respeto mutuo. Los insultos en los espacios públicos, en partidos o manifestaciones, son signos claros de esa "pérdida de ciudadanía". En la ciudadanía se deben incluir valores que, hoy por hoy, estamos perdiendo de forma acelerada. Lo que ocurre en el deporte, especialmente en el Fútbol, solo es una pequeña muestra del problema social. No nace y muere en el estadio; solo es allí donde se ha creado un espacio de impunidad, de anonimato que permite desahogar eso que en otros lugares sociales tiene un mayor riesgo de detección. Es una mala costumbre espacializada, adaptada a un espacio y tiempo: el partido.
La
creencia en que pagar una entrada da derecho a vejar al resto de los humanos, ser
racista, violento, insultante... está demasiado extendida. La idea que dentro
de un grupo no somos responsables porque es lo que todos hacen lo está igualmente.
Lo
incómodo socialmente, políticamente, deportivamente... es que nada de eso
desaparece ni en el grupo ni en la representación mediática, que lo califica
dentro de incidentes deportivos. Es social y representa ese deterioro del que
estamos hablando como un síntoma más de algo realmente preocupante.
La idea
de que es algo "juvenil" tampoco sirve para taparlo como tantas otras
cosas "juveniles" como los acosos en escuelas, institutos y redes
sociales. Aquí el "acoso" se manifiesta a través del racismo, unos
días, y del enfrentamiento con los rivales, todo un ritual de salida de la
violencia.
Todas
las cosas positivas que se dicen del deporte se incumplen aquí. No es escuela
de caballerosidad, de valores, como
algunos señalan ingenuamente, sino que, por el contrario, es el espacio donde
se liberan las malas costumbres; es un espacio de agresividad y falta de
respeto. En esto mucha responsabilidad es de los propios clubes que fomentan la
rivalidad para llevar a la gente a las gradas, de los medios que polarizan los
enfrentamientos para atraer lectores y espectadores.
Pero el
gran ejemplo de la polarización y del insulto lo está dando la clase política
con su falta de respeto a los otros. Quemar o golpear muñecos, lanzar insultos,
etc. no es precisamente el mejor clima para la convivencia social.
Los medios nos informan de vez en cuando de casos en que se ha hecho llamar la atención a padres asistentes a partidos infantiles. Supongo que solo se llega a eso en casos extremos, pero basta para asistir a algunos de estos partidos para ver la vergüenza que pasan los propios hijos en estas situaciones ante el comportamiento de estos.
El
racismo crece. Eso es lo que nos dicen las cifras de este "país
feliz" sobre el aumento de delitos de odio. El fútbol es el espectáculo
deportivo mayoritario, donde es más fácil camuflarse individualmente y actuar
colectivamente. Es un espacio de impunidad que si no se actúa irá a más.
Entre el público ya se dan las divisiones respecto a estos actos. Se producen los enfrentamientos en los que unos recriminan las acciones de los otros. Es un principio, pero hay que ir más allá y aquí solo hay dos formas: las sanciones individuales y las colectivas. Las primeras son de diferente orden, de la expulsión del club a las denuncias por delitos de odio. Las colectivas recaerán sobre el club con cierres o pérdidas de puntos. Es mucho el dinero que se mueve en el fútbol, lo que explica la pasividad de algunos por temor a percibir menos ingresos.
Pero hay muchas medidas, como la retirada de la publicidad por parte de los anunciantes, por ejemplo, además de cierres y otras sanciones deportivas. No se puede mandar el mensaje de que el racismo es incontrolable en cualquier ámbito, especialmente en el del deporte que tiene amplia resonancia mediática.
Las
imágenes del portero de un equipo lanzado contra los que le insultan tras la
portería no deberían volver a repetirse. Hacen falta medidas y más didáctica de
valores. Llevamos unas semanas incidiendo en esto porque los indicadores nos
llevan a un incremento de su pérdida.
Esto
nos afecta a todos. La falta de valores se manifiesta en un crecimiento de la
delincuencia, como hemos visto, del acoso, de la polarización social, en
resumidas cuentas, de dejar de creer en la sociedad como un espacio de
convivencia. Hay que decirlo en las escuelas, en los medios, en las ruedas de
prensa, en los parlamentos... Hay que denunciarlo en todas ellos y señalar
claramente los comportamientos xenófobos y racistas que saltan por diversos
espacios sociales, de estadios a fábricas. Estas cosas ocurren en los estadios,
pero nacen fuera. No debemos engañarnos en esto. No es solo un mal
"comportamiento deportivo"; es una forma de agresión social, de odio
a las personas. Esto empieza a justificarse como un comportamiento lícito, con corrientes que se manifiestan xenófobas y racistas en la política o en sus márgenes.
Esta sociedad, que llora porque las procesiones se quedan sin poder salir a la calle, debería llorar también por muchos otros motivos que no se pueden seguir ignorando. La polarización tiene sus consecuencias y ramificaciones.
Hay que
volver a definir, insistimos, qué significa ser un buen ciudadano, que significa
una sociedad mejor. Hay que sacar de lo deportivo el fenómeno y conectarlo con otros ámbitos en los que se da de forma silenciosa, pero igualmente contundente. Esto no es solo "deportivo"; va más allá.
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