Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los
políticos deben tener —sin duda— sentido de la Historia. Es, dicho de otra
manera, significa que deben ser conscientes del berenjenal que les dejan a los
que vienen. Historia, en política, es más el futuro que el pasado. Creo que
esto puede servir para diferenciar a los políticos: los que se pasan la vida mirando
al pasado y los que miran hacia el futuro. Quizá pueda haber algún punto de
equilibrio entre mirar al pasado y mirar hacia el futuro, pero si tengo que
elegir prefiero los que actúan pensando en cómo se las van a tener que ver los
que están en la lista de espera de la Historia.
Tengo
mis serias dudas que la política española, los políticos que la habitan, tengan
algún sentido del futuro, algún
sentido de que lo que están haciendo tendrá graves consecuencias para los que
les toque recoger los desastres que están dejando.
Están
en equilibrio en un presente que es como una cuerda floja en la que se
balancean y mientras tratan de darse golpes para desalojarse unos a otros de
ese fino hilo sobre el que se sostienen.
Creo que en toda la historia reciente de España jamás ha estado todo tan en el aire, tan empaquetado en este momento irreal que llamamos, a falta de otro término mejor, "presente". Si el presente es donde se vive, este presente es un no vivir, una mezcla de absurdo, ridículo y pretenciosidad de unos y otros.
Ayer
trataba de explicar a unos alumnos cómo el Barón de Münchhausen se salvaba del
hundimiento en una ciénaga tirando se sus propios pelos hacia arriba. Pero
estos remedios absurdos no funcionan en la política, por más que algunos lo
intenten.
Desde
la perspectiva de un ciudadano de a pie, muchos asistimos al espectáculo irreal
de las pretensiones de unos y otros en ese fino alambre del presente del que
tienen la esperanza que su opositores caigan cuando antes. Sin embargo, esto ya
no es una cuestión del "poder" sino un enorme caos en el que cada uno
vive sus propias expectativas, cada vez más alejadas de la realidad, lo que
debería empezar a preocuparnos a todos.
En las
tertulias periodísticas ya no son capaces de seguirles esa línea de irrealidad
que expresan, ya no es posible seguirla sin renunciar al sentido común, a la
cordura, al más simple de los sentidos que nos una a la tierra. Lo demás es ya
vivir en la utopía, en la fantasía, en la ciencia-ficción.
Sin
embargo, "la nave va", por parafrasear a Federico Fellini, aunque no
sepamos a dónde o si la nave es el Arca de
Noé o el Titanic. Entre el
diluvio y el naufragio solo hay una diferencia, si te toca dentro o fuera. Te
salvas si te toca plaza en el arca o en los botes salvavidas.
En una España discutidora que se nos ha llenado de "koldos", "tíos Bernies", "hermanos", "parejas", "cuñados" y una larga lista de conocidos que van del que está en Colombia al que se tuesta en las islas, ya sean Canarias o Baleares, empezamos a aburrirnos de una clase política padece de exceso de vista para el futuro pero que es incapaz de ver la corrupción que le crece entre los dedos de los pies intentando salvarse unos y otros con ese "tú más" que ya solo convence a los ultra adictos.
Paul Watzlavick usó "La coleta del Barón de Münchhausen" como título de una de sus obras que llevó subtítulo de "Psicoterapia y realidad". Algunos deberían leerlo y dejar de pensar en un mundo cada vez más irreal y absurdo en el que nos intentan meter.
Vivimos ya en una oscura fantasía en la que los tirones de pelos ya no te salvan del fango. ¿Cómo se llega a esto en país en las condiciones de España? Esa es la gran pregunta que nos hacemos todos menos ellos.
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