Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es
esencial para cualquier sociedad comprender sus defectos, ya sea el origen como
las consecuencias. Ponerle nombre y cara a los delitos de odio es importante en
una sociedad que ha hecho de la presión sobre la opinión pública uno de sus
ejes principales. El odio se convierte en mensaje circulante y busca sus
adeptos. Estos buscarán la forma de dar salida a ese odio acumulado que servirá
para reafirmarlo y dar alas a esa actitud hacia los que se ha estigmatizado.
El odio
es una expresión que adquiere un nuevo sentido en estas sociedades donde todo
se convierte en mensaje, del selfie al vídeo. No basta con odiar hay que escenificarlo,
fotografiarlo, grabarlos, enviarlo a miles de personas. Eso vale para las
ejecuciones de rehenes de los terroristas a las palizas a un chico del colegio
o de un mendigo en las calles.
Por eso es de gran interés comprender cómo se articula esta nueva forma de un viejo concepto, el odio. RTVE.es no informa de la presentación de un informe de los últimos años:
La orientación o identidad sexual de
la víctima fue el motivo más frecuente de los delitos de odio cometidos en
España entre 2002 y 2021, según recoge un estudio sobre racismo, xenofobia,
LGTBIfobia y otras formas de intolerancia, fruto de un acuerdo con la Fiscalía
y varios ministerios, que ha sido presentado este miércoles en el CGPJ.
Uno de cada cinco delitos de odio
cometidos en España entre 2002 y 2021, el 22,7% tuvo como objetivo la
orientación y la identidad sexual de las víctimas. Mientras, los cometidos por
su origen racial o étnico representaron el 18,8%; la ideología, el
15,3% y la nacionalidad, el 10,2%.
Menos frecuentes son los actos
discriminatorios motivados por la discapacidad de la víctima, el 6,3%, su
religión o creencias, el 2,8 %, el antisemitismo, el 2,3 %, el antigitanismo,
el 1,7% y la aporofobia, solo el 0,6%.
Estos datos están recogidos en el
estudio 'Ánálisis de casos y sentencias en materia de racismo, xenofobia,
LGTBIfobia y otras formas de intolerancia 2018-2022', que ha presentado este
miércoles el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Vicente
Guilarte, en un acto conducido por el vocal José Antonio Ballestero.
El estudio, elaborado por los profesores Andrea Giménez-Salinas Framis, de la Universidad Pontificia de Comillas, y Jon-Mirena Landa Gorostiza, de la Universidad del País Vasco, se ha realizado en el marco del acuerdo de cooperación en la lucha contra el racismo, la xenofobia, la LGTBIfobia y otras formas de intolerancia suscrito por el CGPJ, la Fiscalía General del Estado, el Centro de Estudios Jurídicos y los ministerios de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Interior, Trabajo y Economía Social y Cultura y Deporte.*
La
radiografía del odio lograda es bastante precisa. Nos da, en forma estadística
un perfil de aquellos elementos que se han convertido en objetivo del odio.
Creo que es importante resaltar el carácter orquestado del odio. No dudo en que
haya casos de odio individualizado, pero creo que es más importante centrarse
en las formas organizadas del odio porque este se ha convertido, en un mundo
polarizado, en un dedo que señala a través de medios sociales hacia las víctimas.
El odio necesita de ellas para justificar su propia existencia. Ya sea porque
se considera una amenaza o por desprecio, el odio necesita manifestarse en
formas verbalizadas (del insulto a la amenaza) o a través de actos (agresiones,
manifestaciones...). Es fácil que se pase de la primera fase verbal a la
acción, que el insulto se convierta en agresión.
Que,
por este orden, sean la condición sexual, las diferencias étnicas, las
ideológicas y las nacionales, los motivos principales que han hecho considerarlos
como "delitos de odio" por los jueces es bastante significativo y
establece un marco visible del odio y, por ello, de aquellos que lo practican y
han sido condenados, que es lo que el informe recoge.
Es ya
una forma política habitual redirigir los problemas y sus consecuencias hacia
otros. Esto explica el aumento de la xenofobia y el racismo. Sin embargo, que
las condenas mayoritarias sean sobre "LGTBIfobia", como se indica nos
está dando otro mensaje con su propia lectura. La intolerancia y el odio son
las dos caras de la moneda. Una sociedad que se polariza se vuelve intolerante.
Los ataques por odio la comunidad LGTBI son los restos de una sociedad que
hacía chiste de la condición sexual convirtiendo a los miembros del grupo en una
especie de payasos sociales sobre los que recaía esa constante humillación y
prejuicios. Cuanto más avanzan los derechos de las personas que han sido
estigmatizadas más se enquistan sus restos discriminatorios que aprovechan la
visibilidad para volver a poner en marcha el odio como salida final de la burla
tradicional, del estigma.
El caso
del racismo es una consecuencia del aprovechamiento populista de la
globalización, por un lado, y de la necesidad de importación de mano de obra
ante el envejecimiento de la población y el descenso de la natalidad. El
racismo y la xenofobia no acaban de desaparecer y se aprovecha para responsabilizar
al que viene de fuera de los males de dentro. Esto lo estamos viendo crecer en
las sociedades liberales, que cada vez lo son menos por esta presión que incita
al odio y del que se benefician grupos y partidos emergentes, que van
acumulando respuestas a sus insinuaciones. Lo vemos de Estados Unidos a
Francia, Italia, Hungría o España, donde la rentabilización política es clara.
No extraña que esa insistencia señalando al que llega de fuera acaba dando esos
frutos agresivos de odio.
La información que se nos da sobre el perfil de los condenados es de interés:
La información sobre los acusados se
ha obtenido a partir del análisis de 296 individuos que, en el 70% de
los casos, actúan de forma individual. El 86 % son hombres, frente a
un 14 % de mujeres, y, casi la misma proporción, el 88 % son mayores de edad y
el 12 %, menores.
Pese a que la edad exacta de los acusados
no figura en la mayoría de las resoluciones analizadas (sí aparece el dato
relativo a la mayoría o minoría de edad), el estudio puede concluir que
oscila entre los 13 y los 77 años, siendo la media de 32,3 años y la
edad más común, los 21 años.
El dato sobre la nacionalidad de los acusados figura solo en la mitad de los hechos sometidos a estudio (48 %). Dentro de ese número, el 79,7 % tienen nacionalidad española. *
El
perfil más común, según lo anterior, es "varón", español, que actúa individualmente y tiene poco
más de veinte años. Como hemos comentado en ocasiones anteriores, a nadie se le
despierta el odio a los veinte años. Recordemos que se refieren a los casos de
condenas, con sentencias, que no exime de haber realizado acciones anteriores
con distintos resultados.
Si es
esa la edad, nos toca de lleno en las universidades, donde debería
profundizarse en campañas o, como se ha hecho en ocasiones, la incorporación de
estos temas a la temática conflictiva en diferentes materias.
Las
instituciones hacen su vida ciegas a los problemas sociales existente. Esto
hace que no solo no se enfrente a los problemas reales sino que pueden ser en
ocasiones focos por confluencia y generar en ellas los grupos de los que salga
después la acción de odio.
Cuando se nos habla de las víctimas se señala que
...el 64,1% de las víctimas pertenecen al colectivo LGTBIQ; la causa de la discriminación es el origen racial para el 16,7%; para un 12,8% es la pertenencia a una etnia minoritaria, sobre todo la gitana, y para el 6,4%, la discapacidad. *
Creo que el reparto del odio es bastante claro, que queda
claro qué víctimas se escogen. Cuadra bastante con los perfiles de violencia
que están aumentando, las edades, etc.
Necesitamos algo más que las estadísticas y sus resultados. Necesitamos adentrarnos en las dos vías del odio, las psicológicas y las sociales. Necesitamos comprender cómo nos llega el odio y cómo se agarra en nuestras mentes hasta llegar al acto, hasta la acción de odio. Para eso necesitamos las radiografías que las artes —la novela, el cine, los documentales...— nos puedan aportar; necesitamos de un buen periodismo que introduzca el escalpelo en el cuerpo social. Su función es revelar, mostrarnos cómo funciona,
Repetimos lo que hemos señalado al inicio: cuando las sociedades no profundizan para conocer sus problemas, debilidades, etc. realizan una especie de juego del avestruz. Hay que enfrentar los problemas y el odio lo es.
* "La orientación o identidad sexual, el motivo más frecuente de los delitos de odio cometidos en España" RTVE.es 13/03/2024 https://www.rtve.es/noticias/20240313/orientacion-identidad-sexual-motivo-mas-frecuente-delitos-odio-cometidos-espana/16013454.shtml
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