martes, 21 de marzo de 2023

La moción

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

No sé si la absurda moción de censura de hoy servirá para algo, pero desde luego ha inspirado grandes titulares en todos los medios, que han tenido que echarle imaginación (algunos, excesiva) a lo que no lo tiene. ¿Para qué sirve una "moción" de este tipo, es decir, del inútil? Evidentemente para dar espectáculo, que es lo que los medios han tratado de hacer. Cada uno a lo suyo.

Los políticos, por su parte, la utilizan para lanzarse los trastos a la cabeza ante la proximidad de unas elecciones. Lo hacen siempre, aunque no haya elecciones, pero esta vez se encuentran especialmente motivados. Este juego constante del "solo sí es pero" o del "solo pero es sí", además de otras variantes, al que ha quedado reducido esto, solo trata de encubrir un único problema real de la política española: cómo deshacerse de los llamados "socios de gobierno" por cada lado. El PSOE tiene que desprenderse de Podemos, del que trata de desprenderse "Sumar" para evitar ser fagocitados antes de salir a la calle, por un lado; y por el otro, cómo se puede uno desprender de Vox para poder ampliar el electorado moderado.

El PSOE trata de convencer al centro defenestrado de que son moderados, alejándose de Podemos, que se agarra a Sumar para controlar que nada le surja por la izquierda y se quede en la mitad de la nada, con pésimos augurios electorales ante el fracaso del "solo sí es sí" y la conducta soberbia que ha dejado en evidencia. Los de Podemos deberían crear menos conflictos y ver más películas de Bruce Lee, "be water, my friend!", pero no.

El PSOE, por su parte, dando por descontado que van a ganar la moción, pone todo su empeño en intentar dejar en evidencia al Partido Popular por no votar en contra. "El que calla, otorga", le vienen a decir. Pero el Partido Popular tiene sus apaños con Vox allí donde no tiene más remedio. Se sacude lo que puede estos ataques desde el gobierno y contraataca devolviendo la pelota.

Vox, que busca protagonismo, se encuentra en otra historia. Ha propuesto un candidato al que no controla y que en lo único que coincide es en que las cosas están mal, aunque difiera en las interpretaciones. Presentar a un ex del Partido Comunista, un ex del CDS ha sido una jugada rara, pero ¿hay algo normal en la política española? La jugada, con toda probabilidad, le saldrá mal en diferentes sentidos. No solo no saldrá adelante, sino que puede salirle el disparo por la culata, siendo contraproducente y perdiendo votos.

El regreso de Tamames, aunque sea un intervalo entre dos grandes porciones de la nada, una especie de materialización plasmática, fantasmal, define bastante la clase grotesca de espectáculo en que se nos ha convertido, desgraciadamente, la política. Los españoles nos merecemos algo mejor. Nos merecemos futuro real y no tanta promesa; nos merecemos realismo y eficacia.

Nos gustaría escuchar palabras inteligentes para gente que las entienda y no un galimatías incongruente y constante en el que los políticos se explican unos a otros sin que lleguemos a verle el sentido a nada.

La propia filtración del discurso de Tamames se ha tomado a chirigota. La moción es ya cosa del pasado, como lo es el propio Tamames. No es malo ser parte del pasado; el problema es otro, es el de la inconsistencia, el del juego inútil y enrevesado.

El verdadero problema, como hemos señalado, queda subyacente, actuando desde lo inconfesable, el horror a tener que depender otra legislatura de estos acompañantes escénicos. Para ello es necesario ganar más votos, desligarse del falso amigo. Cómo se hace esto o cómo se impide (las dos caras de la moneda) es lo que queda por poner encima de la mesa.

Nos queda lo previsible, ver cómo se ignora a Tamames y se lanzan los adoquines unos a otros intentando rascar unos votos, más que de los indecisos, de los confusos, que son cada vez más. ¿Una pérdida de tiempo? Sí, otra más.

Mientras, los problemas reales se acumulan, se apilan en la vida diaria de los ciudadanos sin que nadie se digne atenderlos. Todos son inferiores a los de la conservación del poder.

¡Paciencia!

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