lunes, 13 de marzo de 2023

Golpes a la confianza

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Los casos de corrupción han dado un salto en términos mentales. Me refiero a dos casos puestos sobre la mesa, el del F.C. Barcelona y el de la contratación de las casas-cuartel de la Guardia Civil, vinculado a la trama descubierta dentro del Congreso, en filas del PSOE, el llamado "caso Mediador". A este último caso se refiere el titular de ABC, ahora mismo en primera plana: "Una red corrupta destapa amaños en la Guardia Civil por toda España", señalando: «En el punto de mira, 13 comandancias que habrían contratado 'a dedo' a un empresario vinculado con el 'Caso Mediador'. Otro mando imputado en Valencia por adjudicar obras e inflar precios para costear la reforma de sus casas».*

Decimos que se ha dado un salto, como se suele decir, de orden "cualitativo" porque una vez desbordada la cantidad, nos movemos ahora en unos espacios mentales distintos. El escándalo del arbitraje que afecta a uno de los grandes clubes europeos y mundiales es algo más que una cuestión de "rivalidades". Puede acabar de forma que nos sea difícil de asimilar y arrastrar al mundo del fútbol, cuya confianza en el arbitraje es esencial, por lo más bajo.

La cuestión de la Guardia Civil es más grave, pues los casos que haya podido haber de corrupción (se dan en las policías de todo el mundo) están vinculadas a un sector empresarial, el de la construcción, que ha dado grandes casos en el pasado en conexión con la clase política, especialmente en los niveles más cercanos al manejo del suelo, es decir, en la política municipal y autonómica. Los mayores escándalos han sido en recalificaciones de terrenos, algo que estaba en manos de los políticos locales; las concesiones de licencias, las obras a dedo, etc. han estado siempre en el foco en una España en el que la construcción creó una gigantesca burbuja inmobiliaria.

Pero el caso ahora es diferente, incorporando a las sospechas de corrupción a la Guardia Civil, un cuerpo respetado que se ve así arrastrado por las mismas corrientes que se han visto implicadas en tramas políticas y empresariales anteriormente. Los primeros perjudicados, hay que señalarlo, son los propios miembros de la Guardia Civil, que ven dañada su imagen de servicio. Unos pocos manchan a todos.

La sensación, ante los titulares que se van sucediendo, es que se ha dado un salto. Pero hay algo peor: que esa sensación viene acompañada de un sentimiento de fallo e impotencia por parte de la sociedad española.

En apenas unas semanas, el congreso de los diputados y el partido en el poder se han visto salpicados por una de las tramas más fotogénicas que hemos tenido ocasión de contemplar. La desvergüenza es la que ha caracterizado las imágenes de fiestas con prostitución y consumo de drogas, con comidas pagadas por terceros y demás circunstancias, todas ellas gráficamente y explícitamente documentadas.

Es difícil, como han señalado sus propios compañeros de partido, no sentirse "asqueados", "avergonzados", "indignados" y toda una serie de expresiones que, no lo dudo, son sinceras. Pero si en ellos se alberga esa sensación, ese sentimiento, en quien las contempla desde fuera, lo que provoca es desesperanza y un rechazo que va más allá de las personas concretas y llega hasta aquellos que lo han permitido.

No se puede ignorar que esos comportamientos se han dado entre personas que han sido ofrecidas por los partidos políticos como personas merecedoras de nuestros votos. Cómo se ha elegido tan mal es cuestión que se debe aclarar y en la que insistimos desde hace tiempo. Rasgarse las vestiduras, presumir de echarlos del partido antes que nadie, etc. no sirve para rectificar el deprimente espectáculo ofrecido por la clase política y la deriva del sistema de partidos, que ya empezó a tropezar hace tiempo y al que la "nueva política" ha sido incapaz de arreglar.

Y ahora le toca a la Guardia Civil.

La crisis económica ha agudizado la osadía. Lo que tenemos por delante es precisamente el espectáculo que hace resentirse la moral social, que si no estaba suficientemente convencida de la deriva corrupta en las instituciones ante la falta de operatividad política, desgastada en luchas absurdas y olvidando lo esencial, ahora se enfrenta a los casos entre aquellos que se supone que debían impedirlos, los distintos grupos de la política y de las autoridades policiales.

Al extremo de estas tramas están grupos de empresarios y empresarios en solitario. Usamos el término "tramas" para definir esas conexiones que hacen que se capte bajo determinadas circunstancias el dinero que fluye desde el estado, el dinero de todos, que es mal o perversamente administrado. El dinero estatal es el principal objetivo ya que ese dinero es el que se usa para activar parte de la economía, tratando de sustituir a los "inversores privados", que están a otra cosa. El estado siempre necesita invertir en arreglos, mejoras, ampliaciones, etc. Es en esos proyectos donde muchos ponen la mirada, como ha ocurrido con lo que se va sabiendo de los que se lanzaron a conseguir con favores las obras de las casas-cuartel, que parece ser el centro de la cuestión.

ABC da también información sobre otro caso que involucra a la Guardia Civil con la empresa El Corte Inglés, algo que tendría que ver con las compras de uniformes y material relacionado.

La sociedad española sufre, en medio de una fuerte crisis de empleo, de sueldos y de inversiones en mejoras reales, un duro golpe a la confianza. Es una sociedad a la que se le piden sacrificios, que van desde la reducción de personal en los servicios, la reducción a la mitad de las oficinas bancarias, los cierres de escuelas y centros de salud, la creación de tomaduras de pelo como los "fijos discontinuos" para camuflar los datos estadísticos, la crecida constante de la inflación, etc., a la vez se asiste a las noticias de los enormes beneficios de ciertas empresas, de bancos, etc. y cada vez que se destapa un caso de corrupción ve cómo se pierde la confianza y lo huecas que suenan las palabras de aquellos que deberían evitarlo.

Mientras no reconozcamos que tenemos un serio problema con los partidos políticos,  incapaces de frenar la corrupción que generan, que no resisten las tentaciones económicas o de otro tipo, que permiten que se tapen los escándalos por temor a las pérdidas electorales..., será difícil poder salir de esta.

Estamos perdiendo el crédito ante nosotros mismos; lo estamos perdiendo ante Europa. Ningún país es inmune a la corrupción. Pero existen formas de abordarla, actitudes diferentes. Los llantos ante las cámaras no sirven; los lamentos y rasgados de vestiduras, los insultos y acusaciones recíprocas, ya no sirven de mucho. Pero si no se corta, la sociedad —incapaz de creer en soluciones— empezará a justificar sus propias derivas. Lo que no se frena, se extiende.

Desde aquí llevamos años señalando este problema y la necesidad de un gran pacto anticorrupción en lugar del rifirrafe continuo, que es el camino elegido. Con la corrupción sin freno padecemos todos porque el sistema se debilita. Los conflictos durante años con los jueces no han ayudado mucho y han transmitido la idea que son "de unos o de otros". Nada peor para la justicia ni para la confianza en ella.

Nos quedan pocas cosas en las que confiar y solo esperamos al abrir un periódico, al escuchar las noticias, que no nos hundan más la confianza. No se puede aceptar la corrupción como "normalidad"; tampoco la simple queja como solución. Hay que tomarse más en serio esto porque los límites de la confianza están ya muy desbordados.

 

* "Una red corrupta destapa amaños en la Guardia Civil por toda España" ABC 12/03/2023 https://www.abc.es/espana/red-corrupta-destapa-amanos-guardia-civil-espana-20230312024732-nt.html

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