viernes, 17 de marzo de 2023

¡Matadlos!

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La política española vive un momento doble, explosivo y confuso, dos aspectos interrelacionados. Es explosivo porque la violencia verbalizada tiene necesidad de superarse a sí misma en un intento de radicalizar a los seguidores que se dejan arrastrar por esta visión necesariamente polarizada de la política. La confusión viene, como hemos tratado aquí en diversas ocasiones, de esa fragmentación que hace que todos, aliados y opositores, sean vistos como enemigos y rivales en la consecución de los votos que les permitan "estar en el poder" ("gobernar" es otra cosa). La precipitación que se causa por esa necesidad de estar permanentemente en el candelero político, es decir, ante las cámaras de cualquier medio que nos multiplique hasta llegar a hogares y teléfonos, suponiendo que esta distinción tenga hoy sentido.

El ejemplo que nos reúne estas confusiones y violencias, este clima malsano de la política lo tenemos en el cierre del mensaje de Díaz Ayuso, "¡Matadlos!". En elDiario.es se nos dice qué ha despertado los instintos depredadores de la presidenta madrileña:

“Hoy la izquierda está acabada (...). Matadlos”. Con este mensaje, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha alentado este jueves a sus diputados con consignas sobre cómo atacar a la oposición, según publica El País. El archivo de la Fiscalía Europea sobre la investigación a su hermano, el fin de la huelga de los médicos de atención primaria o el anuncio que ha hecho de ayudas a los afectados de la línea 7B de Metro son algunos de los temas que la presidenta regional ha considerado que debían ser lanzados contra la izquierda este jueves durante el pleno regional. Y así ha sido.

El mensaje de la presidenta lo reenvía a los diputados el portavoz parlamentario, Pedro Muñoz Abrines. Ayuso enumera todos los temas que deben ir utilizando los diputados, algo que se reproduce después durante la intervención de cada uno de los parlamentarios del PP que este jueves han tenido que hablar durante el pleno: “La izquierda está acabada”, empieza. Y enumera: “Anuncio de la 7B”, “se acaba la huelga sanitaria”, “lo de mi hermano queda en nada”, “Lo de Móstoles es una vergüenza” –en referencia a la reapertura del caso que afecta a la alcaldesa socialista, Noelia Posse, y a siete concejales–, “las Cercanías colapsadas”. Para terminar: “matadlos”.*


Por mucho sentido metafórico que se le quiera dar, el diccionario sigue conteniendo el sentido de las palabras y es claro al respecto. Si alguien, siguiendo las instrucciones directas, alguien afectado por la incapacidad metafórica (los hay), cumpliera sus órdenes, la presidenta se quejaría diciendo que "no la habían entendido bien".

En Estados Unidos ha habido muertos porque algunos, carentes del sentido de la metáfora, entendieron que los que les decía su presidente, Donald Trump, era literal y debían bajar al sur bien armados para matar a los "bad hombres" —todos violadores, todos narcotraficantes— que se encontraran.

La política en un país democrático es algo más que un campo de batalla. Se está produciendo, gracias a las acciones de nuestros políticos, un proceso creciente de agresividad y enfrentamiento. Todo esto no es casual, forma parte de una nueva estrategia general de acomodo a las nuevas situaciones comunicativas que hacen del enfrentamiento continuo la base de la consecución del poder. Se trata de incentivar el enfrentamiento, el miedo al otro, su estigmatización, de la creación de un constante clima bélico para rentabilizar los mensajes y recogerlos como votos. El término "partidismo" nunca ha tenido tanto sentido como hoy. Se trata de dividir a la sociedad en bandos, en hacer ver que los otros son enemigos natos y nosotros salvadores; es hacer constantemente mesianismo con los líderes, sin cuya presencia solo cabe el apocalipsis histórico. Eso es lo que hacen todos, una política de erosión del enemigo y del rival próximo. El límite está en ese descarnado "¡matadles!" puesto en el mensaje de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Si los ciudadanos no nos damos cuenta del límite teórico que se acaba de violar es que estamos demasiado metidos dentro de la olla en la que se nos cuece políticamente hablando.

El clima de deterioro político es España es demoledor. Lo es desde una política que hace de la polarización su objetivo, con el uso y abuso de la estigmatización, convirtiendo al otro en alguien que debe desaparecer. Votar hoy no es un acto civilizado, como debería ser siempre, sino un acto de guerra, una forma de canalización de la violencia. Se vota contra el otro y eso es muy destructivo desde el punto de un espacio de libertades.


Hemos visto cómo en los Estados Unidos, se asaltaba el Capitolio, se negaba la victoria del otro, que se sigue cuestionando por millones de personas, muchos de los cuales solo esperan un mensaje para volver a salir a la calle, armados, dispuestos a demostrar que ellos son los "patriotas" y sus vecinos unos monstruos que hay que extinguir. No estamos hablando de un país marginal, sin tradición democrática; por contra, lo estamos haciendo de los Estados Unidos, un país con una tradición de siglos, que se puede ver arrastrado por un demagogo que difunde la violencia con insinuaciones cada día a través de tuits o de cualquier otro procedimiento cotidiano. Hablamos de millones de personas, no de unos pocos.

El "¡matadles!" de la presidenta madrileña es una pieza más en una forma distorsionada de poder. La política, en esta visión, incluye no solo gobernar, sino la destrucción del otro, la difamación, el traslado de esa visión destructiva hacia los otros.

Lo más triste de esto es que nadie se libra de ello. Es la forma en que lo practican. Se necesita del escándalo y se amplifica. Los partidos y sus gabinetes se dedican a buscar puntos débiles (o los fabrican) para poder lanzar sus baterías de mensajes a través de los medios, de los tradicionales y de las redes, que se ven inflamadas por las repeticiones de estos mensajes.

El ejemplo del mayor ridículo lo hemos tenido en Madrid en el rifirrafe entre gobierno y oposición con el bono social, cuyo uso por parte de un vicepresidente es utilizado para atacarle, para descubrir poco después que ha sido también cobrado por quien le criticaba con tanto ardor, rasgándose las vestiduras. El caso tiene todos los ingredientes para comprender el funcionamiento hoy de esta forma de hacer política: el río revuelto, la búsqueda del poder, las excusas por los constantes errores, la negación de la realidad. Hay que redefinir la política pensando que el fin de la democracia no es el conflicto y menos cuando esos conflictos se convierten en la tapadera de la ineficiencia. Los problemas de la sociedad española son muchos y urgentes, pero vemos que la urgencia la marcan las elecciones. La simple mención de utilizar el fin de la huelga de la Sanidad en Madrid como algo que hay que "usar" contra la oposición, como se incluye en el mensaje de Díaz Ayuso, es una indecencia que hace cuestionarse si no se ha dilatado para "resolverlo" ante la proximidad electoral. Es el problema de instrumentalizar todo para el beneficio electoral; al final todo se vuelve contra ti. 

Si se trata de alejar a los ciudadanos de la política manteniendo los núcleos duros de fieles, motivados por la agresividad, deseosos de ser llamados a ese "¡matadlos!", un grito de guerra que no debería escucharse nunca en una democracia, lo cierto es que lo están consiguiendo. Pero, ¿a quién le importa? Si a Díaz Ayuso le funciona, ¿por qué no? ¿Por qué no imitarla en todos los rincones? 

 

* "Ayuso alienta a sus diputados con este mensaje a sus teléfonos: “Hoy la izquierda está acabada. Matadlos”" elDiario.es 16/03/2023 https://www.eldiario.es/madrid/ayuso-alienta-diputados-mensaje-telefonos-hoy-izquierda-acabada-matadlos_1_10040962.html

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