domingo, 11 de abril de 2021

¿Habrá turistas para todos?

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Euronews se hacía eco de las declaraciones de Mario Draghi y de su solución para la crisis italiana por el COVID-19 y sus efectos de maremoto sobre la economía: el turismo. Draghi pide que se implante el pasaporte verde para que la gente pueda viajar a Italia. La pregunta es ¿son los mismos turistas que deberían venir a España a salvarnos? ¿Los mismos que deben salvar a Grecia, a Egipto, a Croacia...? ¿Es posible que la salvación de medio mundo sea dar vacaciones pagadas de cuatro o cinco meses a todos para que podamos recuperarnos? No es una broma.

Si todos los países aspiramos a que la gente viaje, no sé si va a haber viajes para todos. Plazas seguro que sí, pero ¿habrá tiempo para tantas vacaciones?



Hace unos días volvía a plantearse el problema de los "viajeros atrapados", esta vez en Marruecos. Ya ocurrió anteriormente. Cuando empezaron a cerrarse los países dejando dentro a los arriesgados turistas que se habían adentrado en ellos principalmente por dos motivos a) le motiva el morbo del peligro; y b) les motivan los precios baratísimos que se encuentran cuando todo está casi parado. Puede que los haya movidos por los mismos intereses.

Curiosamente, de estos casos no suele hablarse mucho. Solo se nos muestran sus lamentos por haber quedado atrapados  sin avisos o haberse tenido que pagar vuelos alternativos con itinerarios más caros, tanto por imprevistos como por su alta demanda. Lo barato sale caro. ¿Para qué va a ir la gente a Benidorm si le sale más barato irse a Marruecos o a Ecuador, otro caso muy comentado en su momento?

La famosa dicotomía entre economía y salud ha sido falsa, solo una engañifa para mantenerse en el lado bueno a los ojos de los demás. La llegada de los turistas franceses porque en Madrid se puede "hacer lo que se quiera" es el resultado de una escandalosa y, a la vez, sinuosa campaña del boca a boca.



El escándalo de que la gente no pudiera salir de su provincia, pero pudieran llegar de cualquier lugar del mundo, ha sido comentado hasta por la propia Unión Europea que ha visto que el descaro avanza hasta hacerse institucional. A hacer un cierre perimetral autonómico le ha seguido campañas de promoción del turismo local. En vez de quedarse en casa, hay que fomentar el movimiento por los espacios gestionados por cada autonomía. Han tenido que salir a la luz casos como el del futbolista Marcelo, con sus fotos familiares en la playa alicantina, toda la familia sin mascarilla para la foto, para que nos diéramos cuenta que no hay Policía para tanto cierre perimetral o que puede que  lo haya para salir, pero no para entrar.

¿Recordamos aquel "¡vienen los de de Madrid!" negativo, atrincherado, con los vecinos insultando, amenazando, denunciando a los apestados capitalinos? ¡Cómo ha cambiado el panorama cuando el bolsillo se reduce y la economía aprieta!



La hipocresía del gobierno de la Comunidad de Madrid consiste en usar Barajas como puerta de entrada y después quejarse de que los controles no son eficaces allí y echarle la culpa al gobierno, que tiene que lidiar con autonomías de todos los colores. El escándalo del turismo de exceso (antes y ahora con la pandemia) se ha visto incentivado con los intereses que se han conciliado: de los dueños de pisos turísticos, chalets, etc. alquilados para las juergas, a las rondas callejeras bebidos, algo que hemos podido ver con claridad y constancia, repetido un fin de semana y otro también. Ahora lo llaman "libertad", así que encantados de recibir a los "exiliados".

Mucha gente se ha sentido humillada por la filmación de las salidas de pasajeros turistas llegando a España con una normalidad anormal que no se tiene aquí. Oficialmente se hicieron operaciones policiales para evitar la salida masiva de los espacios autonómicos perimetrales. La gente, sencillamente, salía el día antes y volvía un día después, como nos mostraban las largas colas para entrar y salir, teóricamente inexistentes.

Hay mucha gente que ha cumplido. He visto en el parque de mi pueblo a familias "de vacaciones" con un placebo consistente en tiendas de campaña. Vivían con imaginación y paciencia unos destinos imposibles. Unos estarían en el Yukón, otros en el Sahara, otros en la Isla Misteriosa de Verne, pero todos se ajustaron a los que se les pedía, no salir. Otros en cambio, pobrecitos, se quedaron atrapados en Marruecos, disfrutando de ofertas que les salieron caras.



La solución Draghi no es válida para todos. Proviene de países cuyo sector turístico está pensado para tiempos de paz y bonanza. Y no es eso lo que nos muestra el mundo en el día a día o para el futuro. No va a haber vacaciones para tantos lugares que los necesitan. La recuperación de los sectores afectados dependerá de la capacidad de reestructurarlos para ajustarlos a las dimensiones necesarias.

Hace unos días, un titular —creo que de La Vanguardia— nos decía que "a lo mejor había que "reciclar" camareros y pasarlos al sector digital. Gran parte de nuestro abandono escolar y universitario proviene de la baja calidad de nuestro empleo, de la falta de necesidad de preparación. Nos decía otro titular hace días que el 70% de los ciclistas repartidores eran universitarios. Nuestro tejido empresarial se basa en el autoempleo y en las microempresas, que es como decir que se busca cada uno la vida. Las películas norteamericanas siempre nos han mostrados niños repartiendo periódicos; aquí muchos se jubilarán repartiendo lo que les digan. El sector del reparto ya no tiene edad, solo herramientas, bicis, moto, coche o furgoneta. Cada edad tiene la suya.




Las quejas constantes de los sectores turísticos y de la restauración esconden otros lamentos de sectores afectados, pero también muchas experiencias de adaptación y salida de la crisis con ingenio, esfuerzo y éxito final. Pero no ocupan los espacios visibles, quizá porque vende más el descontento y la frustración.

El teletrabajo ha hecho avanzar en el sector digital y de las comunicaciones. Los canales digitales de ventas han conseguido crear estructuras que van de la promoción online a los repartos. La falta de movilidad ha potenciado comercios próximos, por lo que muchos han conseguido mantenerse. Prolifera el sector del "coaching" con finalidades distintas. Otros sectores se han adaptado al uso online. Podrían ponerse muchos ejemplos, de la educación a la asesoría en muchos campos.


Son las crisis las que nos obligan a cambiar, pero eso no parece que se aplique a los grandes sectores que, a su vez, se tragaron a otros de los que no se acuerda nadie más que cuando son necesarios. España abandonó su avance industrial por la conversión turística. Este desequilibrio lo estamos pagando ahora, junto al sur de Europa y norte de África. El turismo es una industria receptora que necesita del movimiento de otros; no dependen de nuestra voluntad. Lo único que se puede hacer es lo que tenemos por delante: competir a la baja con los demás países del Mediterráneo por atraer esos millones de turista necesarios para sobrevivir.

El turismo nos está llegando no solo por nuestro empeño. Una parte importante de ese turismo llega gracias a las grandes empresas del sector, las que compraron a buen precio el sector turístico español, de las urbanizaciones a las agencias de viaje, de los hoteles a las líneas aéreas. Los "corredores seguros" se han hecho más por presión del sector de movilización turística alemán y británico que por lo que nosotros estamos haciendo, que es en la mayoría de los casos, atenderlos. Nuestras empresas turísticas, en cambio, se dedican a comprar barato en países como Cuba o allí donde no quieran ir otros. En Canarias hay pueblos británicos enteros. En Levante hay urbanizaciones británicas que los traen del aeropuerto y una semana después pasan a recogerlos. El problema del Brexit en España era para las decenas de miles de británicos que tienen negocios en Málaga, Baleares, Alicante o Canarias. Otros muchos se habían comprado sus apartamentos y chalets para su soleada jubilación. Ellos eran los perjudicados y en ellos han pensado más que en nosotros.


Si no aprovechamos esta crisis para potenciar otro modelo de desarrollo español, anclado en los 60, pero con pérdida del sector industrial, convertido ahora en país barato de producción de las grandes empresas a las que hay que dar las gracias para que estén contentas y no se vayan a países más baratos a producir. Nuestro empleo es precario y estacional, como resultado de contratos y despidos continuos en el sector turístico y otros que están vinculados al mayor o menor flujo turístico.

Pero, desgraciadamente, el tejido político español carece de miras y de voluntad de liderazgo. Es continuista del modelo y cortoplacista. No se crean líneas de futuro. A ello contribuye un modelo autonómico que, como vemos, se convierte en una guerra de guerrillas entre ellos y el gobierno central. La sensatez queda por detrás del efectismo y la retórica brava y retorcida.

Necesitamos menos conflictos diarios y un día a día constructivo y solidario, aparcar de una vez nuestra permanente vocación por la gresca que solo sirve para encubrir la ineptitud y falta de recursos para otra cosa de muchos que llegan a los puestos de responsabilidad.

Lo único que se escucha es la voluntad de una España vaciada por recibir también turistas y a la España sin turistas quejándose porque no le llegan los esperados. Hay pueblos que buscan sobrevivir a base de ingenio más que de inteligencia. Se trata de tener abiertos bares y hoteles y recibir a los que vengan a celebrar cualquier fiesta, nueva o tradicional, inventada o histórica. El mismo modelo repetido una y otra vez para hacer llegar ese maná en forma de bebedor, comedor, huésped. Playa, campo, monumentos, sol.

No estoy en contra del desarrollo turístico; sí de que sea el centro de nuestro presente y futuro, que no se busque más allá, que se desperdicien tantas cosas y se infravaloren sectores que son minoritarios porque no se les deja crecer.

Draghi, que ganó su prestigio con soluciones para el euro, ha dicho que hay que recibir turistas... como España, Grecia... No sabemos si las empobrecidas economías tienen turistas generosos para tantos. Habrá que repartir, a ver cuántos tocamos este verano.

 

Informe BBVA

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