Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es difícil
entender lo que nos rodea; no se le ve lógica ni coherencia. Mientras el
gobierno se empecina en no prolongar el estado de alarma más allá del 9 de
mayo, es casi unánime la petición de lo contrario. Mientras las autonomías
piden normas jurídicas comunes que eviten el despropósito de que lo que se
pueda hacer en una autonomía no lo prohíban los jueces en otra, el gobierno
dice que hay herramientas suficientes, algo que es evidente que no es cierto porque
ya nos pasó anteriormente.
Al mareo
absoluto sobre cómo, cuándo y con qué vacunarnos se le suma un nuevo elemento,
el "cuántas", es decir, cuántas dosis son necesarias porque ya se
está hablando de una tercera dosis porque una de las vacunas (no sabemos nada
de las otras) parece que "pierde eficacia" pasado algún tiempo, por
lo que ya tenemos otro mareante hilo especulativo por delante, para delicia de
conspiracionistas e hipocondriacos.
Para
más preocupación, nos llegan las imágenes de países al borde del caos, como los
Estados Unidos, en donde en 100 días el presidente Joe Biden ha conseguido
vencer parte de las resistencias y dejadeces vacunando a lo bestia, por lo que
la corresponsal de RTVE en USA no ha regalado el gesto de quitarse la
mascarilla en la calle, algo que ha dejado de ser obligatorio en espacios
públicos no congestionados. Aquí, en cambio, seguimos mareando al personal con
una insoportable retahíla de citas de estudios contradictorios. Son esas
noticias que suelen comentar con el consabido "un estudio dice...",
un género informativo que vive de algo y lo contrario como noticia. El que lo
escucha, al que la palabra "estudio" le remite a un entorno de
confianza acaba no entendiendo nada.
La
política de grandes centros de vacunación es faraónica, pero sobre todo es
fotogénica. Lo lógico habría sido distribuir la vacunación en muchos centros
para evitar concentraciones. Pero aquí nos empeñamos en que los políticos
acudan a visitar esos estadios transformados en pinchaderos, en los que la gente a amontona elevando el riesgo. Si
los políticos nacionales se hacen fotos delante de las vacunas llegadas a los
aeropuertos como un gran logro suyo, los políticos autonómicos necesitan de la
foto del centro de vacunación. Hubiera sido mucho más racional y práctico
repartir las vacunas al máximo de puntos para evitar desplazamientos primero y
concentraciones después, dos factores de riesgo que se amplían con los datos
oscilantes de la separación entre pinchazos en algunos casos. ¿Cuánto tiempo se
va a seguir con este espectáculo de grandes centros como demostración de
eficacia cuando lo son de lo contrario? Se trata de poner una vacuna, igual que
todas las demás vacunas que se ha puesto en su vida. Pero que la lógica no te
prive de una buena foto.
Las
incongruencias de que los españoles no pudieran salir de sus perímetros
autonómicos mientras que podían llegar libremente extranjeros nos ha sumido en
la perplejidad cuando no en la irritación. No ha habido explicaciones
coherentes; las únicas son precisamente las que no se dice y confirman que la
economía ha quedado por delante de un discurso hipócrita. Mucho me temo que la
negativa a prolongar el estado de alarma venga por un "cada uno a lo
suyo" veraniego, es decir, la llamada temporada, dejando en manos de cada
gobierno autonómico el riesgo y la responsabilidad de sus efectos. Prolongar el
estado de alarma es meterse en el verano. Como no se cumplen las expectativas
de vacunación entre fallos de suministro y fallos de reparto interior, el gobierno
ha tomado la calle del medio.
La gota
que colma el vaso nos llega a través de los medios, que ya no pueden ocultar su
imposibilidad de comprensión. En Antena 3 se preguntan en titulares "¿Por
qué los turistas procedentes de la India no empezarán a guardar cuarentena
hasta el próximo sábado?". Las explicaciones nos la dan por la publicación
en el BOE, lo cual nos deja bastante perplejos:
Una nueva variante detectada que podría estar
ya presente en España. Sanidad investiga un posible caso de la cepa india en un
paciente ingresado en el Hospital General de Valencia.
Reino Unido, Francia, Italia, Alemania,
Estados Unidos y Australia son algunos de los países que han decidido cancelar
los vuelos con la India, mientras que España ha tomado otra alternativa:
establecer cuarentena obligatoria a los turistas procedentes de esta país.
La cuarentena será de diez días, pero lo más
polémico es que, a pesar de que la orden ya ha sido publicada en el BOE, no
entrará en vigor hasta el sábado, por lo que los turistas procedentes de India
podrán seguir llegando sin restricciones durante estos próximos tres días.*
¿Lo
entiende alguien? Que no me digan que las cosas no existen hasta que son publicadas en el BOE porque entonces
estamos en muy malas manos. Es una burla a la realidad —que no mira fechas—, a
la sanidad —que tendrá que cargar con los efectos— y a pueblo mismo que ve cómo
se puede llegar sin pasar cuarentena de un país del que nos llegan imágenes
aterradoras, del que se nos dice que su variante es mucho más rápida en el
contagio y del que no se está seguro de la respuestas de las vacunas
existentes.
Cuesta
ver las noticias; agotan los debates inútiles, las declaraciones de
indocumentados, las celebraciones de fiestas masivas clandestinas los fines de
semana, las ilusiones alentadas de gente por un futuro por delante luminoso que
se torcerá, desgraciadamente, por una "nueva ola" que surfear... Cuesta,
sí, aceptar toda esa "normalidad" aberrante con la que se nos inyecta
cada día alentándonos a hacer unas cosas y dejar de hacerlas poco después para,
finalmente, volver a tener que hacerlas.
Si es
dura la situación por la pandemia, lo es también aguantar toda esta fanfarria que la
rodea de políticos, medios, intereses de los sectores económicos, etc. Parece que ya tenemos algunos casos de la "variante india" en Valencia. Pronto será otro tema que no entenderemos. Se puede luchar contra los coronavirus, pero contra no cerrar las llegadas de la India, país del que se está informando todo los días con datos pavorosos, es algo más que negligencia, burocratismo mal entendido, etc. Luchar contra eso es mucho más complicado y deprimente. Incomprensible.
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