Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
mundo de las perversiones es tan rico como el de los negocios, variado y
sorprendente, llenos de emprendedores dispuestos a sacarle provecho a sus taras
sabedores de que hay muchos más tarados como ellos. Podemos tirar del hilo de
esta relación de negocio morboso o del morbo productivo y no por ello no sorprendernos
de hasta dónde llegan algunos.
La
noticia nos la trae el diario El País que nos cuenta la indignación que ha
causado la desestimación judicial de la causa contra la publicación en una web
porno de imágenes "robadas" de mujeres orinando en un callejón habitual
durante una fiesta popular. El carácter de "ritual" es importante señalarlo
porque no hay otra forma de montar el set si no es sabiendo con anterioridad que
por allí caerán las víctimas. Señala el diario:
Agosto de 2019. San Cibrao, una parroquia
costera del municipio de Cervo (Lugo), celebra la fiesta marinera de A
Maruxaina. La cita congrega los días 9 y 10 a una muchedumbre que desborda los
urinarios públicos. Decenas de mujeres y hombres se retiran a un discreto
callejón para resguardarse de miradas ajenas mientras orinan. Para ellas,
aunque lo ignoran, el escondrijo no es tal. Las imágenes de sus rostros y
partes íntimas, solo las de ellas, están siendo recogidas por varias cámaras
ocultas para ser colgadas en webs porno.
Fue un año después cuando las afectadas, que
superan el centenar, se enteraron de este atropello a su intimidad. La pareja
de una de ellas pinchó un extraño enlace que le saltó en Internet sobre la
fiesta de A Maruxaina. El cebo dirigió su mirada a una página de pornografía y
allí reconoció a vecinas, conocidas y también a su novia, algunas vestidas con
la falda tradicional que se luce en esta romería marinera.
Más de 80 víctimas, las que han sido
identificadas, entre ellas varias menores, han acudido a la justicia, pero de
momento han recibido de ella un jarro de agua helada. El Juzgado de Instrucción
número 1 de Viveiro ha sobreseído provisionalmente su denuncia esgrimiendo que
fueron grabadas en la calle y “quedaría fuera de la protección penal la captación
de imágenes en lugares públicos”. “Se trata de una serie de grabaciones de
mujeres orinando en una calle, es decir, en lugar público en el que podían ser
vistas por cualquier persona que por allí transitase, y es por ello que no
suponen ningún ataque ni vulneración de la intimidad”, sostiene el juez en su
auto del pasado 15 de marzo, que ya ha sido recurrido.
El argumento judicial ha indignado a las
víctimas. “Este auto crea un precedente muy peligroso porque se está dando
impunidad a cualquier cosa que se grabe en la vía pública sin consentimiento”,
advierte Mary Fraga, presidenta de la Asociación Mulleres en Igualdade de
Burela, personada en la causa como acusación popular. Los vídeos, mientras,
siguen colgados en internet y acumulan miles de visualizaciones.*
Parece
que la Justicia, que tiende a la claridad, esta vez se ha ido por los cerros de
la simplicidad, que no es lo mismo. Puede que el principio sea medianamente
claro, pero igualmente claro está que una cosa es ver, algo a lo que se
arriesgan los que han sido llevados a ese punto de incontinencia, y otra captar
y reproducir las imágenes en web destinadas a otras labores más sofisticadas.
Esta vez, lo que ocurre en la calle trasciende a la calle misma, donde se ha
dispuesto una "trampa" para cazar a las personas que allí orinan.
Vaya
algo por delante, orinar en la calle no es algo positivo, se mire como se mire.
Uno entiende las urgencias y lamenta que la organización no haya previsto tanta
incontinencia estableciendo lugares para estas cosas. No porque el asunto sea
una fiesta, se justifica algo que parece formar parte de la
"tradición". Es esa previsibilidad la que ha permitido a esos
delincuentes mirones establecer sus dispositivos.
La
tecnología aquí ayuda a los mirones. Es raro el día que no nos
llegan noticias de este tipo de incidentes, cuando nos son unos baños son unos
probadores o los vestuarios deportivos, hasta llegar al caso de esta romería.
Las cámaras miniatura, su carácter inalámbrico, etc. favorecen la recogida de
imágenes indiscretas.
La
fiesta tenía ya su "punto tradicional de orinar" lo que permite considerarlo
algo más que una calle, como dice el
juez, transformándolo en "una calle donde tradicionalmente se orina cuando se celebra esta fiesta. Que esto no tenga un reconocimiento oficial por motivos obvios no
significa que la costumbre deba ser ignorada. Otra cosa es que sea una "mala costumbre" a los ojos de algunos.
El
error de la idea judicial es la idea de "cualquier persona que por allí transitase",
pues a nadie de la localidad se le ocurriría "transitar" por allí
durante la celebración de la fiesta salvo que quisiera ver lo que las cámaras
captaron. Allí no se "transitaba", señoría, allí se iba a hacer lo
que no se podía hacer en otros lugares precisamente porque la única forma de evitar sorpresas
es el "consenso" y este significaba "aquí lo hacemos todos". Y puede que ese sea el centro del problema.
Lo que se capta en las calles precisamente refleja el día a día y es imprevisible, por eso se puede captar, partiendo del principio de lo inesperado y de la falta de voluntad porque uno no sabe lo que habrá. Por el contrario, quien coloca cámaras estratégicamente sí sabe lo que va a captar y se esmera en ello, busca los mejores ángulos y la mejor tecnología y, finalmente, manda esas imágenes allí donde más daño pueden hacer. Hay pues premeditación y deseo de hacer daño, algo que nada tiene que ver con la idea de la espontaneidad de lo público, de lo que se hace en la calle. Aquí no hay "la calle", sino "esa calle", que la "necesidad" ha cambiado de función.
Lo mejor que podría hacer el ayuntamiento es ampliar los servicios existentes. A muchos les gusta vender el negocio de la fiesta y la consiguiente bebida, pero no les resulta necesario paliar sus efectos naturales. Es fácil divertirse y atraer turistas, pero luego viene el gasto y ahí ya hay división de opiniones. Está muy bien declarar la fiesta de "interés turístico galego", pero luego no se cuida la vejiga de los que asisten. Todo tiene su contrapartida.
Con todo, irrita
especialmente una cuestión: que solo
se suban a la web porno las imágenes de mujeres. No sé si el hecho de subir las de
todo el mundo se podría considerar un "avance" igualitario, pero
desde luego hay un manifiesto deseo de hacer daño a las mujeres. No hay nada
que subir ni, previamente, nada que grabar. Está mal desde el principio y hay deseo claro de hacérselo a las mujeres.
La noticia del diario enlaza con otra referida a lo sucedido en Málaga,
donde la Policía ha detenido a dos personas, autoras de más de 71.000 vídeos
grabados en los baños públicos de la ciudad. Son muchas horas de observación
realizadas, en vez de en la calle, en lugares de intimidad, como son los baños.
¿Hay diferencias entre ambos casos? Sí, claro. Y muchas similitudes, empezando
por las mentes enfermas de quienes lo hacen. Esta vez no hay excusa.
Una vez más, a la violencia específica contra las mujeres se añade una poco clara doctrina o, si se prefiere, una doctrina clara que no se interpreta desde el sentido común, que es algo que debe presidir el Derecho y las actuaciones judiciales. De nuevo, la Justicia se dispara en el pie con acciones como esta que convierte en "libertad" lo que es deseo de dañar. Señorías, no le den más vueltas: nadie lo entiende.
El
maravilloso desarrollo de las técnicas y dispositivos de grabación nos permite
conocer la vida lejos de nuestros ojos, en hormigueros y madrigueras, en nidos
y oscuras cuevas. Cámaras miniatura nos permiten acceder a lugares impensables
no hace mucho; los dispositivos de visión nocturna nos muestra lo que no
sospechábamos; teleobjetivos y macros nos permiten ver lo lejano y lo más
cercano... Pero los humanos sabemos sacarle provecho malsano a las buenas
ideas.
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