Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ya
conocemos los premios de la Academia del Cine. Son unos premios si no extraños,
sí atípicos, claramente un cambio de sensibilidad. Las películas de este año tenían
valores distintos, más humanos, quizá porque el dolor estaba en el corazón de
muchos. Muchas de las películas han sido ejercicios sencillos de ahondar en los
sentimientos y en las injusticias.
Creo
que se pueden ver dos líneas claras, las películas que nos hablan de nuestro
lugar en el mundo y aquellas que presentan un mundo inhóspito, agresivo, con
poco sentido de la piedad hacia los demás. Esto nos ha dado películas como Nomadland o The Father, como Minari,
en el primer grupo; y aquellas que, en el otro extremo, muestran las luchas, los conflictos sociales, como El
juicio de los 7 de Chicago, Los Estados
Unidos vs. Billie Holiday o Una joven
prometedora, con una dimensión inequívocamente combativa y social. Ya fuera
el racismo o el machismo, los esfuerzos combativos estaban en este segundo
grupo, mucho más militante.
La vía
del primer grupo no abandona las injusticias, pero sí elige otra vía muy
distinta para exponerlo. ¿No es Nomadland una película crítica? Por supuesto,
hasta sus raíces mismas, pero busca otra forma de exposición porque hay otra
forma de entender la vida. El cine es mirada y tras ella están los sentimientos, el corazón y el cerebro. Hay un cine industrial, pero también un cine que es escritura, estilo sobre el mundo y la vida.
En
RTVE.es nos hablan de su directora, Chloé Zhao, ya ganadora del Oscar en esa categoría. La llaman La "profeta de los desheredados":
Chloé Zhao (Pekin, 1982) ha hecho historia al
convertirse en la segunda realizadora en conseguir el Oscar a la mejor
dirección por Nomadland. Una noche en
la que Frances McDormand ha conseguido su tercer Oscar a la mejor actriz.
Además, ambas son coproductoras de la película, por lo que también comparten la
estatuilla a la mejor película del año.
Zhao ha calificado la película como: "El
viaje de toda una vida, una locura que hemos hecho". Y ha dedicado el
Oscar a las buenas personas: "Siempre he encontrado bondad en toda la
gente que he conocido, este premio va para todos los que sacan la bondad de las
personas que conocen, eso me inspira a seguir".*
No creo que a esto, como dirían algunos, se le pueda llamar ingenuidad. Es, simplemente, una forma de entender la vida e ir por el mundo. La adaptación de un libro reportaje sobre las víctimas de la gran crisis de 2008, la crisis de la codicia, de las estafas financieras, etc. era un momento para hacer una película más del segundo grupo. Sin embargo, la mirada que hay implica que es más importante un corazón limpio que uno que odie, que es más importante centrarse en la positividad de la vida, que perderse uno mismo en sentimientos negativos. Por eso no es nada extraño que Zhao dedique a las buenas personas su premio, a aquellas que sacan bondad de los demás y no lo peor, como, desgraciadamente, tenemos muchos ejemplos cada día. Una buena persona es quien se niega a dejarse arrastrar por las maldades del mundo. No es un tonto, por más que muchos lo crean. Si hay algo peor que ser víctima de los demás, es serlo de ti mismo.
He
hablado aquí en varios momentos y en otros lugares de la película, de su
carácter atípico, lírico, de su dejarse absorber por la tierra, esa tierra de
nómadas. Creo que es una película que puede ser muy mal interpretada, como los
que la comparan con un "western de colonos". El "nómada" es lo
contrario del "colono"; por eso el western tradicional es una lucha
por el dominio de la tierra o por el control sde la ciudad, cuando Nomadland
nos muestra los beneficios del no desear, de seguir el camino para la alegría
del reencuentro con los que nada tienen.
Sí hay
un profundo sentido de la naturaleza, pero no como una posesión, como algo a lo
que vencer, sino como algo por lo que desplazarse, un espacio en transformación
que debe ser contemplado y partir.
Nomadland
es una demostración de que el cine no es mero entretenimiento. Es un arte
complejo que corre el riesgo de verse reducido a una actividad económica sin
trasfondo. Me he lamentado muchas veces de que el cine no haya entrado
realmente en nuestro sistema educativo, lo cual es una ventaja en ocasiones si
tenemos en cuenta que este no enseña a formarse una emoción estética. Llevado
por la vorágine del estreno, de la temporada, de recuperar lo invertido, etc.
el cine necesita de entusiastas capaces de transmitir entusiasmo, de acercarnos
a sus sutilezas de expresión, de construcción, etc.
Integrado
en lo cotidiano, el cine nos transforma como lenguaje, pero no acabamos de
entenderlo, de reflexionar sobre lo que suponen sus obras.
Creo que no hay ningún otro arte que necesite de tanta ayuda como el cine, pues sus problemas provienen precisamente de su propio éxito. De la alfombra roja al glamur, pasando por el cotilleo y el corazón, por citar solo algunas ocupaciones habituales, el cine padece esta atención que muchas veces desvía la mirada del propio filme.
"¡Ved la película en la pantalla más
grande que encontréis!, ha dicho Frances McDormand al recoger con los otros
productores el Oscar a la mejor película. La actriz ha protagonizado uno de los
momentos de la gala al despedirse con un aullido de lobo (que ha dedicado a
"la manada" de Nomadland).*
Los que
vivimos la época de las grandes salas en lugares pequeños, en barrios,
agradecemos esa visión amplia, esa inmersión que el cine requiera para poder
experimentarlo en plenitud.
No me
parece mal que en el civilizado y glamuroso Hollywood haya resonado ese aullido
de McDormand, una forma de reivindicar lo que el propio filme quiere expresar,
ese sentido de lobo solitario, pero también el sentimiento de pertenencia que
es el que da sentido a los reencuentros en el filme.
La
pandemia ha tenido su lado positivo para el cine. Nos ha traído historias más
sencillas, más cotidianas, alejadas de efectos especiales. Con cines cerrados y
con las productoras reteniendo sus películas pensadas para ser grandes éxitos y
recuperar grandes inversiones, la solución más sencilla ha venido de quienes
han decidido asumir los riesgos, muchas veces los propios actores, en un
movimiento alternativo cada vez más importante. McDormand produce la película,
es su apuesta. Lo hemos visto cada vez con más frecuencia. Independencia
creativa que se enfrenta después a la falta de inversiones en promoción y de
huecos en las salas. Estas películas han pasado por el boca a boca antes que
por la promoción publicitaria.
La
pandemia, ante la ausencia de películas taquilleras por estrenar —reservadas
para momentos mejores— nos ha traído a los cines películas insospechadas, buen
cine de lugares poco frecuentes en las salas. Con todo, la ausencia de
promoción ha sido un lastre. He visto magníficas películas en solitario,
contemplando una sala vacía. Se han traído películas de otras latitudes sin la
más mínima promoción.
Me
alegro por Nomadland. Me alegro por su visión del mundo, por su sencillez
formal y su profundidad moral. Me alegro por los que apostaron por ella, por su
directora y por producirla. Habrá que verla de nuevo, como dice, Frances
McDormand en la sala más grande que encontremos y salir de ella aullando. Habrá que hacer sitio para ella también en la colección para poder verla de vez en cuando y recargarnos de bondades frente a la irritación mundana.
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