Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La CNN
publica una página especial con formato muy gráfico y sonoro, titulada
"Losing languages, losing worlds"* donde se nos da una visión de
conjunto sobre un fenómeno cultural al que se le aplican los mismos procesos
natural que afectan al mundo, las extinciones. Las lenguas desaparecen.
El
papel que el lenguaje juega en nuestra especie es determinante. Somos seres comunicativos,
en los que el lenguaje tiene dos funciones: la comunicación y el modelado de
nuestras mentes y del mundo. No son procesos separados, sino profundamente
interconectados. El lenguaje es, a la vez, personal y social. Ordena nuestro
mundo interior mediante la aparición de palabras y conceptos y permite
intercambiar informaciones sobre el mundo exterior (lo que ocurre o vemos) y lo
que pensamos, es decir, nuestro mundo interior. El lenguaje es una herramienta
personal y social, algo que recibimos desde fuera, de la comunidad, que nos
transmite la cultura en que nos vamos a desenvolver. Y es también algo a lo que
contribuimos con nuestras experiencias, con nuestras ideas y con la
incorporación de palabras.
Cuando
nacemos tenemos una capacidad lingüística; cuando crecemos nos adentramos en
una comunidad lingüística de la que aceptamos sus manifestaciones, es decir, una
lengua específica que es una forma de ver el mundo, un organizador
espacio-temporal, un muestrario emocional (pone nombre a lo que sentimos), nos
ofrece —más allá de las palabras— todo un sistema metafórico que implica un
sistema de valores que aceptamos o con el que luchamos.
Todo lo
que cuesta aprenderlo, lo olvidamos pronto. Una vez que nuestro cerebro aprende
las reglas, las gramáticas, que son los mecanismos de construcción expresiva,
nuestra memoria empieza a guardar datos para afinar las expresiones. Nuestro
mundo depende de la cantidad de matices que cada palabra cubre. Todo ello no es
exacto, por lo que está sujeto a lo que las palabras significan para unos y
otros. Por eso hubo que fijarlas en diccionarios, para dar cierta estabilidad a
algo que es terriblemente plástico y muchas veces personal porque vinculamos
también la memoria de las palabras a la memoria de la vida, a la experiencia.
El aspecto evocativo es importante en nosotros, animales sentimentales, para
los que las emociones crean vínculos. Los antiguos comprendieron
rápidamente el papel de la memoria; esta era esencialmente un arte asociativo
en el que unas palabras se vinculan con otras y en donde las palabras se conectan
con las cosas y hechos formado cadenas asociativas que les servían para
recuperar información con más facilidad. Las palabras, las frases, los
poemas... se fijan en nuestra memoria a momentos, creando emociones, el
pegamento de nuestra mente.
Hay
diferentes y variadas hipótesis sobre el origen del lenguaje, porque es
evidente que debimos ser capaces de algún tipo de proceso simbólico —algo representa
algo diferente de sí mismo— antes de crear los códigos más elementales. Qué fue
antes, el signo o código, es plantear lo del huevo y la gallina en la
comunicación. Hay lenguajes sin palabras, elementos que conectamos a la
experiencia repetitiva y pueden ser comunes. De ahí a escribir el Discurso del Método, Anna Karenina o Hijos de la ira, va un largo trecho evolutivo y social. Puede que
nuestro cuerpo no haya cambiado mucho en miles de años, pero nuestra mente
desde luego que sí gracias a los conocimientos que unas lenguas nos han
permitido intercambiar y, creo que importante, la capacidad de auto-percibirnos
interiormente. Cuando a Agustín de Hipona o a Jean-Jacques Rousseau les dio por
contarnos en sus confesiones cómo se percibían interiormente, cuando los poetas
compartían su visión del mundo, también se produjo un gran suceso, pues
comprendimos lo que era común y lo que era excepcional en la vida de cada uno.
Estos
procesos de pérdida de las lenguas pueden deberse a diferentes motivos. En el
texto de la CNN se barajan algunos. La forma más radical, evidentemente, es el
exterminio. Es más frecuente la absorción por silencio. Cuando se prohíbe una lengua
y se impone otra, también mueren los mundos que representaban y se rompen los
lazos de la historia y la identidad. Hoy hablamos mucho de las identidades,
casi siempre para establecer que están en crisis. Muchas de esas crisis tienen
que ver con lenguas.
Pero
hay una enfermedad de las lenguas antes de llegar a la extinción: su
desconocimiento, la pobreza expresiva que es un mal que nos aqueja en un mundo
que valora la brevedad y la prisa como rasgos de "excelencia", que
nos pone a hablar con máquinas, las pone a escribir o sustituye el diálogo por "pulse
la opción" correspondiente. Sí, las lenguas no solo mueren; también se
estropean.
Todos
los años, los informes detectan una pérdida de capacidad de comprensión que proviene
en gran medida de la simplificación de la vida. Sin embargo, cada vez vivimos
en sociedades más complejas, necesitados de herramientas para comprendernos a
nosotros mismos y comunicarnos con los demás. Desgraciadamente, esto no siempre
se consigue.
Hacer
crecer nuestros límites en la lengua, ampliar el mundo verbal, es ampliarnos
nosotros. Es también tener una mejor capacidad de comprender el mundo. La
palabra, en cierto sentido, está en retroceso en favor de fórmulas gráficas,
que son válidas si no produjeran una reducción de nuestra competencia verbal.
Es el desequilibrio lo que produce el problema. Una cosa es un tuit y otra
Crimen y castigo. Cada vez vemos más iniciativas simplificadoras que se presentan como ahorradoras de tiempo y dinero. Algunas, incluso, vienen de solemnes instituciones, como las universidades, que deberían fijarse en otros parámetros, pero es la moda y hay que ser modernos. En paralelo discurren las quejas sobre la falta de comprensión, la fatiga de los textos largos y la reducción del vocabulario. Todo esto acompaña al aspecto informativo, es decir, la falta de comprensión histórica, la capacidad de organizar los datos, las confusiones porque todo está con alfileres, etc.
No se
trata solo de salvar las lenguas en peligro de extinción. Se trata también de
salvarnos de la simplificación, del malentendido y de la ignorancia. Con estas
tres alertas, seguro que no se extinguen nuestras lenguas... ni nuestras mentes.
* Maria Morava "Losing languages, losing worlds" CNN https://edition.cnn.com/interactive/2021/04/us/losing-languages/
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