lunes, 18 de junio de 2018

Control y angustia por el futuro


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La BBC le echa la culpa de la recuperación del Tarot a Trump y otros factores de diversa índole en su artículo "The tarot revival thanks to Brexit, Trump and Dior". El gusto por la titulación paradójica hace que se junten los dos primeros con la moda de estampados en los vestidos que reproducen unas cartas. En resumen, los tres motivos para el crecimiento de la atención al tarot son: 1) echar maldiciones a Donald Trump; 2) intentar conocer el futuro tras la incertidumbre ante el Brexit por parte del mundo de los negocios; y c) la decoración de la ropa. El artículo se cierra con las palabras de una de las entrevistadas: "Tarot is to reclaim that control when we feel we lack it."* La sensación de la pérdida de control es lo que, se afirma, nos recupera la técnica de adivinación del futuro.
Vivimos en una sociedad en la que un día hablamos del Big Data y la aplicación de la inteligencia artificial y al siguiente nos encontramos con noticias sobre las reuniones masivas de brujas para echar a Donald Trump ("Witches cast 'mass spell' against Donald Trump" BBC 25/02/2017). Esta disparidad indica algo, al menos un estado de inquietud ante algo que nos angustia. Señalan en la BBC:

"Our societies are going through an extreme sense of alienation," says Ms Vogel, mentioning Donald Trump's presidential victory in the US, as well as the rise of far-right groups, violence and misogyny.
"People are lonely and angry. Tarot helps them to cope with insecurity in these difficult times."
Mike Sosteric, a sociologist at the University of Athabasca in Canada, agrees.
"When we were younger, change used to be much slower and gradual. Now, the world is changing at a more rapid pace than ever," says the professor, who studies tarot, human spirituality, and the occult.
"This leads us to a time of crisis and drives people to seek big answers for big questions. Through tarot, people can mimic a sense of control."*


La angustia ante los cambios rápidos, dicen, nos lanza al tarot y demás artes que simulan darnos el control o poseer la iniciativa. El tarot y demás nos ofrecen la compensación ante la inseguridad producida. Lo más sorprendente es que vivimos en sociedades híper controladas, sometidas a vigilancia y control milimétrico a través de todo tipo de mediciones, evaluaciones, etc.
¿Es más fiable el tarot? Evidentemente, no. Pero el que se sienta ante una echadora de cartas no lo cree así. Busca, con un acto de fe, una imagen de lo que se le escapa por la velocidad de los cambios.
Pero a quienes preguntan sobre nuestro futuro ya no es a las echadoras de cartas, sino a las máquinas instruidas para ello. Son ellas las que responden ante las demandas de aquellos que necesitan decidir sobre nosotros.
La siguiente pregunta ha sido realizada a la Comisión Europea sobre esta cuestión: "Can I be subject to automated individual decision-making, including profiling?" La respuesta de la Comisión comienza definiendo qué es un "perfil":

Profiling is done when your personal aspects are being evaluated in order to make predictions about you, even if no decision is taken. For example, if a company or organisation assesses your characteristics (such as your age, sex, height) or classifies you in a category, this means you are being profiled.
Decision-making based solely on automated means happens when decisions are taken about you by technological means and without any human involvement. They can be taken even without profiling.
The data protection law establishes that you have the right not to be subject to a decision based solely on automated means, if the decision produces legal effects concerning you or significantly affects you in a similar way. A decision produces legal effects when your legal rights are impacted (such as your right to vote). In addition, processing can significantly affect you if it influences your circumstances, behaviour or choices. For example automatic processing may lead to the refusal of your online credit application.
Profiling and automated decision-making are common practice in a number of sectors, such as banking and finance, taxation and healthcare. It can be more efficient, but may be less transparent and may restrict your choice.**


Las consideraciones "legales" no dejarán tranquilos a muchos. Significa que solo en ciertos sentidos —si afecta a mis derechos— puedo solicitar que algún humano decida sobre mí y sobre mi futuro.
Que sean las máquinas quienes determinen nuestros futuros no deja de ser algo esotérico para muchos, aunque sea un esoterismo lógico-matemático, basado en evaluaciones de datos generados por nosotros mismos o por terceros.
El renovado atractivo del tarot frente a la máquina es una especie de desquite, una compensación atribuyendo poder a lo que no tiene justificación frente a lo que trabaja de forma automatizada y con cálculos precisos. Quizá forme parte de un mecanismo psíquico de compensación, algo equivalente a lo carnavalesco, que compensa nuestra seriedad el resto del año, una inversión de la racionalidad reinante.
Tras todo ello está una visión del futuro como riesgo. El futuro se percibe como una serie de decisiones encadenadas que nos van impulsando en una dirección determinada. El tarot, por el contrario, cree en un futuro-imagen, que puede ser entrevisto. El futuro decisión resulta del tratamiento de los datos del pasado y su proyección o simulación como un presente virtual. Se puede reproducir para ver su comportamiento y elegir la variante más adecuada. Los datos son nuestras "cartas".
A mediados de los años sesenta se publicó un libro que pocos recuerdan hoy, pero que nos avisaba de las angustias que un futuro cambiante nos produciría. Era El shock del futuro, de Alvin Toffler. En su presentación se señalaba:

La aceleración del cambio en nuestro tiempo es, en sí misma, una fuerza elemental. Este impulso acelerador acarrea consecuencias personales y psicológicas, y también sociológicas. En las páginas que siguen se exploran sistemáticamente, por primera vez, estos efectos de aceleración. El libro sostiene, espero que con diafanidad, que, a menos que el hombre aprenda rápidamente a dominar el ritmo del cambio en sus asuntos personales, y también en la sociedad en general, nos veremos condenados a un fracaso masivo de adaptación.
En 1965, en un artículo publicado en Horizon, inventé el término «shock del futuro» para designar las desastrosas tensión y desorientación que provocamos en los individuos al obligarles a un cambio excesivo en un lapso de tiempo demasiado breve. Fascinado por este concepto, empleé los cinco años siguientes en visitar numerosas universidades, centros de investigación, laboratorios y oficinas del Gobierno; en leer innumerables artículos y documentos científicos; en interrogar a centenares de técnicos sobre diferentes aspectos del cambio, sobre las formas de comportamiento y sobre el futuro. Premios Nobel, hippies, psiquiatras, físicos, hombres de negocios, futurólogos, filósofos y profesores me expresaron su preocupación por el cambio, su ansiedad por la adaptación, su miedo del futuro. Salí de esta experiencia con dos convicciones turbadoras.
Primera: vi claramente que el «shock» del futuro ya no es un posible peligro remoto, sino una verdadera enfermedad que afecta a un número creciente de personas. Este estado psicobiológico puede describirse en términos médicos y psiquiátricos. Es la enfermedad del cambio.
Segundo: me espantó, gradualmente, lo poco que saben hoy en día de adaptabilidad tanto los que exigen y producen grandes cambios en nuestra sociedad, como aquellos que pretenden prepararnos para hacer frente a tales cambios. Graves intelectuales hablan enérgicamente de la «educación para el cambio» o de la «preparación de la gente para el futuro». Pero, virtualmente, nada sabemos sobre la manera de hacerlos. En el medio más velozmente cambiante con que jamás se haya enfrentado el hombre, seguimos ignorando lastimosamente las reacciones del animal humano.***


La enfermedad del cambio existe y es la que nos lleva a intentar contrarrestar sus efectos mediante la comprensión del futuro. La idea de Toffler era centrarse menos en el futuro como destino y poner nuestro énfasis en el futuro como proceso. No es tanto dónde vamos, sino qué nos ocurre en el camino. Es el cambio vertiginoso, la aceleración, lo que nos debe preocupar pues nuestras mentes lo padecen como angustia. Hoy esa angustia ante el cambio se reparte por el planeta en forma de inquietud social.
Mucho del populismo o del retroceso social a formas primarias, como señalaba el sociólogo en la información de la BBC, se debe a esta inseguridad moderna, a la angustia producida por los cambios, que algunos saben aprovechar bien.
Los seres humanos tenemos memoria, pero no se usa solo para recordar sino para proyectar nuestro futuro, para entreverlo, y reducir la angustia que nos produce. Los cambios vertiginosos de nuestra época hacen que nadie viva realmente en "un tiempo" sino en muchos, sintiéndose cada vez más desplazados dentro del mundo que nos rodea. Hay un momento en el que dejamos de identificarnos con nuestro entorno y empezamos a sentirnos desplazados, fuera de lugar. Así nacen muchos de nuestros problemas personales y sociales.



* "The tarot revival thanks to Brexit, Trump and Dior" BBC 17/06/2018 https://www.bbc.com/news/business-44471537
** "Can I be subject to automated individual decision-making, including profiling?" Comisión Europea https://ec.europa.eu/info/law/law-topic/data-protection/reform/rights-citizens/my-rights/can-i-be-subject-automated-individual-decision-making-including-profiling_en
*** Alvin Toffler (1973), El shock del futuro. Plaza & Janés. Trad. de J. Ferrer Aleu.





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