Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Esa es
la pregunta que nos transmiten desde el buque Aquarius, salida de la boca de un
inmigrante. En realidad, es la misma pregunta que se hace todo el mundo en la
mismas instancias: ¿y luego? No es la misma pregunta en boca de los que están
en un barco, que los que esperan en el puerto su llegada, que las autoridades
españolas que les recibirán; hay un ¿y luego? de ayuntamientos, autonomías,
ministerios... hasta llegar a los centros de decisión europeos, a Bruselas o
donde toque, en el que el "¿y luego?" se puede afrontar, perder o
debatir para que cese en algún momento.
El
único que lo tiene claro es Salvini, que ha cantado "Vittoria!!" en
un tuit que le convierte en héroe y villano simultáneamente. Para él la
cuestión clara era poder dejar de preguntarse por ese "¿y luego?"
molesto que va convirtiendo la vida de unos y otros en pesadillas con distinto
grado de riesgo e incomodidad. Es ese dejar de preguntarse el que le ha dado el
éxito en la elecciones italianas y al que se apuntan los distintos extremismos
europeos para conseguir votos. Pero nada de ello es óbice para dejar de
preguntarse por lo que ocurrirá después en cada paso del proceso.
El
gobierno español, que ha sido generoso en su prestación de ayudas a los necesitados,
invoca el derecho a la vida y la necesidad de que alguien responda ante una
situación. Pero ya se nos dice que es un hecho puntual, una situación
extraordinaria tras la cual se irán viendo cuándo comienzan los "¿y
luego?" de los ayuntamientos generosos que se han ofrecido a las acogidas
humanitarias, que aplaudimos desde aquí.
Pero es
solo la parte final de un problema que no se acaba con lo humanitario y que
tiene su origen en muchas cosas que no podemos controlar, cambiar o resolver.
Gadafi "amenazó" a Europa con el arma de la emigración y hace tiempo que comprendemos
qué quería decir. Las costas controladas por las mafias en un país inexistente
que nadie controla son el punto del salto a lo que la geografía ha convertido
en destino: Malta e Italia. Del este y del oeste, del lejano Pakistán, llegan
las oleadas con la esperanza de salir del horror o simplemente prosperar.
Los
avisos del gobierno español son un acto inútil. ¿A quién se advierte? ¿A los
que se lanzan al mar, a las autoridades europeas, a las italiana, a al-Assad, a
las mafias...? La necesidad es la necesidad y se comprende, pero... ¿y luego?
La
alegría que produce ver a esas personas en lugar seguro en vez de recoger sus
cadáveres en las playas se esfuma pronto ante la responsabilidad que implica.
Entonces la alegría se transforma en preocupación porque no hay una salida
satisfactoria para casi nadie: la acogida tiene límites económicos y temporales,
el internamiento en campos de refugiados los tiene también morales, la inacción
nos deshumaniza...
La
situación es compleja porque es el resultado de situaciones que no creamos y
sobre las que no siempre se puede actuar. Por más que nos sintamos responsables
hay cosas que no están en nuestras manos resolver. Los pagos a terceros países,
como se ha hecho con Turquía, pueden acabar siendo chantajes, como con Gadafi en
su momento.
Por
mucho que la Unión Europea se reúna y discuta, no todo está en su mano. Por
muchas medidas absolutamente necesarias que se tomen, quedará el ¿y luego? que
ahora resuena en los que vienen camino de España.
Dice el
diario El País que «Argelinos y marroquíes estaban desolados. Nasser
decía el lunes que él y sus colegas habían decidido tirar para Europa por la
ruta libia (larga, cara y muy peligrosa) porque “la frontera de Marruecos con
España es muy difícil y si te pillan te devuelven”.» Temen el ¿y luego?
Europa teme al temor. Teme a los que, como en Italia
o en Alemania, se han aprovechado del miedo al extraño, al que llega de fuera,
algo que va con los genes, para irse encaramando al poder. Están los que tienen
miedo y los que temen a los temerosos, manipulados por nacionalistas y
xenófobos. Saben que el móvil del miedo es poderoso.
Lo importante ahora es coordinar los ¿y luego?, que
se pueda ir pasando de uno a otro con el menor riesgo posible. No todos los
problemas tienen solución y no todas las soluciones están en nuestras manos.
Mientras tanto hay que hacer lo que sí se puede, lo más humanitario a sabiendas
de que serán parches mientras los focos sigan vivos, mientras sea negocio de
muchos que vuelven a vivir del tráfico humano, que mandan fuera a los que son
problemas dentro.
Pero eso es vivir, eso es gobernar, tratar de contestar con determinación esa pregunta infernal: ¿y luego? La respuesta nos marcará como personas y como países.
*
"España, paraíso o condena" El País 13/06/2018
https://politica.elpais.com/politica/2018/06/12/actualidad/1528827269_774477.html
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