Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
conflicto —que lleva ya varios meses— recogido ayer por el diario El País entre
escritores y la editorial Hachette, por un lado, y la librería Amazon, por
otro, es una muestra del signo de los tiempos. La aparición de monstruos como
el imperio Amazon hace que las relaciones de poder en el sector se inviertan. Y el poder conseguido por Amazon es muy grande. La editoriales se fusionan y crecen, pero Amazon lo hace más.
En
mayo, The New York Times llevaba a sus páginas el problema de los manejos de
Amazon recién descubiertos:
The world’s biggest bookstore is a bit smaller
these days.
Amazon’s secret campaign to discourage
customers from buying books by Hachette, one of the big New York publishers,
burst into the open on Friday.
The uneasy relationship between the retailer
and the writing community, which needs Amazon but fears its power, immediately
soured as authors took to Twitter to denounce what they saw as bullying.
Among Amazon’s tactics against Hachette, some
of which it has been employing for months, are charging more for its books and
suggesting that readers might enjoy instead a book from another author. If
customers for some reason persist and buy a Hachette book anyway, Amazon is
saying it will take weeks to deliver it.*
El hecho
de que estas noticias se recojan indistintamente en la secciones de
"cultura", "negocios", "tecnología" y alguna otra
más es indicador de que todos esos factores se entremezclan y los unos
posibilitan los otros en este mundo en transición. Lo que iguala a todos ellos
ya es el afán lucrativo por lo que al final las etiquetas sobran.
Los
impulsos por los que se transforma este mundo son los beneficios, que entran en
conflicto cuando, como suele suceder, para que ganen unos tienen que perder
otros. Estos conflictos, además conllevan —como es propio de una sociedad en
transición como la nuestra— un cambio profundo de modelo. En este caso se trata
del modelo editorial, de la producción y distribución de libros, el objeto que
nos ha servido durante los últimos seiscientos años como empaquetador y
distribuidor de la información. Hoy este sector ha cambiado por la tecnología,
como ha ocurrido con otros, también afectados por la entrada del mundo digital
y las redes.
En los
países en los que existe libertad de información y de difusión se plantean
conflictos de mercado, como el que acaba de ocurrir en nombre precisamente de
la circulación de los libros. Es un conflicto en el que algunos están empezando
a perder las formas. Eso es lo que ha ocurrido con Amazon que, en su intento de
forzar la bajada de los precios de los ebooks,
está recurriendo a listas negras y otros tipos de tejemanejes para silenciar
las razones (o sentimientos, ¿por qué no?) de los que no opinan como ella.
Todos dicen defender la "cultura", pero es un conflicto de modelo de
negocio, que también afecta a los autores en lo que recibirán como compensación
por su trabajo. Amazon les promete más ventas y Hachette más dinero, conceptos
que no tienen porqué coincidir en las cifras. Y esas son las que les importan a
todos.
El
conflicto comenzó cuando la editorial Hachette se negó a aceptar las
condiciones que Amazon imponía, exigiendo una bajada de los precios. Con el
argumento de defender los intereses de los lectores, Amazon empezó a presionar
y la respuesta fue una carta pública firmada por 900 escritores de todo el
mundo.
El País
nos resume así la situación:
La misiva de los autores llegaba además un
día después de que la compañía de Jeff Bezos enviara un email a todos sus
clientes de Kindle en el que les solicitaba que tomaran partido a favor de los
libros electrónicos. La empresa también publicó en Internet la dirección de
correo del presidente de Hachette, Michael Pietsch, para que lectores y autores
le pidieran que acepte las condiciones impuestas por Amazon.
Los autores, entre los que se encuentran
Stephen King, John Grisham y Paul Auster, afirman que "ningún vendedor de
libros puede bloquear su venta o prevenir o desalentar al público de que pidan
los libros que desean. No es justo que Amazon excluya a un grupo de autores
para una venganza selectiva". La situación, como demuestra la carta, es
suficientemente grave como para aglutinar además a una mayoría de autores que
ni siquiera trabajan con la editorial afectada.**
Amazon
ha perdido las formas y el argumento de que para defender los intereses de los
lectores se recurra a listas negras o a espantar a los lectores de los autores
que le dicen que no están de acuerdo no se sostiene. Acusar a los demás de
connivencia para que no bajen los precios y realizar una práctica intimidatoria
no es la solución a un problema que esa algo más.
La
estrategia de Amazon es vender más a menor precio y ganar. Ese es su negocio.
El problema está en que ese negocio se puede agotar si deja de ser rentable
para los demás, básicamente los editores, que son quienes le ofrecen su materia
prima: los libros. El que vende lo de todos, gana por todos; los que solo venden
lo que producen, las editoriales, ven reducidas sus ganancias. Y con ellas los
autores, que reciben de las editoriales su pago. Lo de Amazon es, ya saben,
como la cuestión del precio de la leche, que de tanto querer bajarlo los vendedores
acaban matando a la vaca de las ubres de oro. Al ganadero deja de serle
rentable.
La
iniciativa de Amazon de hacer que los compradores de su tienda manden correos a
la dirección de la editorial Hachette ha servido para que esta pueda devolverle
el golpe contestando con una carta en la que expone sus razones y se
desentiende de las acusaciones que la librería había esgrimido para sus
ataques: que Hachette y otras editoriales se dedicaban a pactar precios para
evitar que bajaran los ebooks.
Señalan que el 80% de sus ebooks
están en 10 dólares o menos y que en el precio descuentas todos aquellos gastos
que no son necesarios para una edición digital. Hachette sabe —todas las editoriales
lo saben— que si la diferencia entre el libro impreso y el libro digital siguen
aumentando, acabará desapareciendo su negocio. El poder de Amazon —como el de
Apple con la música— es Kindle, con
lo que se asegura que las compras de los poseedores del dispositivo se las
harán a ellos. Un negocio que no es precisamente un ejemplo de limpieza en la
competencia: bajan los precios de los dispositivos para atraer futuros lectores
que les tienen que comprar en sus formatos a ellos. Al final, como ocurrió con
la música, se trata de apretar las clavijas a los productores, con lo que
aumentan las diferencias entre el producto material (libro, CD, cine) y el
online disminuyendo las ventas de los primeros y aumentando la presión.
Que el mundo
de la cultura es un negocio no lo duda nadie. Si solo debe ser un negocio es una cuestión distinta que afecta en
primer lugar a los artistas y productores de cultura. Como sociedad nos afecta
también, pero no nos damos demasiada cuenta fascinados por lo que nos ponen
delante. Supongo que hay mediadores a los que les importa algo más que el
negocio y sus resultados, pero van quedando menos. Las prácticas de las grandes
editoriales y cadenas libreras así lo muestran. Hoy la cultura se fabrica a la
carta y para tener éxito. Hay cosas que se hacen al margen, pero quedan
ocultas, silenciadas por el gran estruendo de los medios promocionales.
Amazon
ha usado como ejemplo el caso de los libros de bolsillo y del rechazo que en su
momento suscitaron en algunos. De hecho, una de sus errores ha sido citar a
Orwell al respecto, algo que lleva ya varios artículos en The New York Times,
debatiendo sobre lo que dijo y dejó de decir Orwell al respecto. Ha sido un
error más de Amazon.
La
tentación de la gente a ponerse de lado del que le promete productos más
baratos es grande. Al final puede salir caro. El problema en el mundo de la
cultural es que no echamos de menos lo que no conocemos, es decir, que
aceptamos lo que nos dan bajo ciertos parámetros. Cada vez los sectores se
copian más en sus métodos: bestsellers
y blockbusters funcionan de igual
manera.
Hachette
ha usado la táctica habitual en estos casos: usar nombres y rostros conocidos
para denunciar una situación. Al final la gente no es fans de librerías ni
editoriales sino de los autores, que son los que ponen la cara en las solapas o
cubiertas.
El
conflicto no es fácil de resolver porque nunca, como en la leche, se llegará a
un precio que no se quiera bajar. Ni nadie moderará sus posibilidades de ser
más rico. Solo el día en que la vaca aparezca hecha chuletas se la echará de
menos.
*
"Writers Feel an Amazon-Hachette Spat" The New York Times 9/05/2014
http://www.nytimes.com/2014/05/10/technology/writers-feel-an-amazon-hachette-spat.html
**
"Los superventas de las letras declaran la guerra a Amazon" El País
10/08/2014
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/09/actualidad/1407603009_652446.html
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