Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Daniel
Barenboim es una figura interesante por muchos motivos, por su amor a la música
y por usar la música para demostrar más ampliamente su capacidad de amar. Hay
un amor de profundidad y hay un amor
de extensión. Del primero se ocupan
los artistas y poetas, contándonos hasta dónde llegaron en sus sentimientos.
Del segundo no se ocupa casi nadie, pero existe y es muy real: ¿hasta dónde podemos llegar con el amor? El
prójimo es el próximo, a veces el más difícil de amar. También al lejano, si es
desconocido. El amor universal, el más extenso no es fácil de ver. Hay
demasiados obstáculos.
El
crecimiento del sectarismo, los odios religiosos, la intransigencia... provocan
esa incapacidad de amar, pero nos dicen que se ajusta a los parámetros de la
evolución: amas a los tuyos, y dentro de los tuyos, a los más tuyos, en una
escala milimetrada. Lo demás es ir contra la genética. La cultura es ir contra
la genética, pese a lo que nos digan. Somos capaces de altruismo —el gran
problema teórico— y da igual por los motivos que sean; da igual lo que opinen
los empeñados en aplicar la Teoría de juegos a todo.
Barenboim
usa la música para que la gente que vive rodeada de odio trate de dejar de
hacerlo. Dirige una orquesta —la West-Eastern
Divan— que reúne a músicos judíos, palestinos, árabes y españoles. La idea
surgió junto al intelectual palestino Edward Said y les mereció el reconocimiento del Premio Principe de Asturias de la Concordia en 2002.
Es un intento de mostrar que
el encuentro es posible y que el grupo que necesita de la más perfecta unión, la orquesta, es posible
entre personas que se olvidan momentánea y necesariamente de sus lenguas,
sentimientos e ideas y se adentran en una lengua común a través de la que se
expresan conjuntamente: la música. Por unos instantes, la música hará
distanciarse de todo a quienes la escuchan e interpretan. Se fundirán en una comunidad de presente. Se olvidarán las diferencias y se centrarán en lo que les une.
Año
tras año, sea cual sea la situación, los músicos de Barenboim se reúnen y
realizan la terapia ejemplar de oponerse a lo que sus patrias, a través de sus
dirigentes, les exigen. El propio director se asombra de esa recurrencia de la
llegada.
Dice
Daniel Barenboim en un momento de su entrevista con Jesús Ruiz Mantilla: "la
nostalgia es parte de la vida. Yo siempre he dado importancia al pasado por el
hecho de ser lo que nos planta en el presente y ambos me sirven como etapas
para acabar en el futuro. De los tres tiempos, lo menos importante,
filosóficamente, es el presente." Tiene razón Barenboim en señalar esa
irrelevancia filosófica, pero no de la vida. Es lo único real. Solo en el
presente existe el momento de la alegría
real del encuentro. Lo mismo ocurre con el encuentro amoroso, que siempre es
presente. En el caso de Barenboim, la música siempre es presente y el máximo
placer se produce al escucharla. Recordarla es, precisamente, traerla a la
vida, revivirla en el presente para que se manifiesta ese placer. Los músicos
regresan con nostalgia, sí; pero con deseo de convertirla en presente.
Cuando
se le pregunta por el objetivo de la orquesta, Barenboim señala:
[...] queríamos demostrar que si un israelí y
un palestino, sentados frente a un atril, son capaces de tocar una sinfonía de
Mahler, que luego vengan las autoridades y se atrevan a decirnos que no pueden
vivir juntos. Ahora hay músicos que siguen en el Divan pese a haber pasado a
grandes orquestas. Continúan viniendo al Divan,
han superado esa psicosis, para ellos la convivencia es normal y pasan el
tiempo hablando de otras cosas: de relaciones humanas. De amor… Debe ser
extraordinario vivir una historia de amor con el enemigo.*
Para
que esa extraordinaria historia se produzca hay que abrir un camino que
relativice las causas del odio, que son las que se usan para manejarnos y
hacernos más controlables. Barenboim lo ha encontrado en el amor a la música.
Otros lo hacen a través de otras formas en las que el arte introduce la
curiosidad por el otro.
La
figura de la orquesta tiene mucho de universal porque integra instrumentos
diferentes y pueden ser muy diversos sus sonidos formando una totalidad
armoniosa. Otras formas de ejemplificar esa convivencia de lo diverso es la
traducción, en la que en un mismo espacio mental conviven dos lenguas en
diálogo para conseguir entenderse. También la traducción es un acto de amor profundo y no solo a las lenguas,
sino a quienes las hablan y a quienes van a leerlas o escucharlas. Me emocioné
en un tribunal cuando una alumna china, entre sus agradecimientos habituales a
familia y profesores, daba las gracias a Cervantes. Me pareció muy real,
sincero.
Una traductora del inglés, la egipcia Hala
Salah Eldin Hussein Ali, que ama la lengua inglesa, ha hecho de su trabajo una
forma de encuentro a través del mejor conocimiento que la literatura aporta de
los otros. Ha creado una publicación Albawtaka
Review y una editorial sin ánimo de lucro con el objetivo de hacer llegar
traducciones de relatos que permitan descubrir al otro más allá de los tópicos
y que nos permitan participar en los procesos de identificación que todo arte
pone en marcha. Ha recibido el apoyo de instituciones para hacer llegar las
antologías publicadas a los lectores de árabe. Acaba de ampliar su proyecto a
la realización de 10.000 audio libros para poder llevar la palabra traducida a
los ciegos de Egipto y Libia. Señalan en Daily News Egypt:
Her passion for translation arose
from thinking that one of the main reasons for cultural clashes is the belief
that the other is different, with unfamiliar and undecipherable behaviours,
thus ominously unreachable. In her opinion, translating literature has revealed
the falsehood of this conviction, exposing that what unites us is actually more
than what keeps us apart.**
Hay una diferencia forzada, de límites para ser distinto. Y hay una diferencia que es riqueza, que no reniega de lo ajeno y lo busca sin miedo a perderse; por el contrario: hay un enriquecimiento en el encuentro. Es la magia del arte. Cada uno pone su grano de arena para intentar
crear esos espacios en los que, durante un tiempo, el presente se paraliza con
nuestra atención puesta en la música o en las historias leídas, momentos en los
que se dispersan muchos sentimientos negativos que albergamos. Son momentos de unión,
como lo es el arte verdadero. Es lo que consideramos su universalidad, su capacidad de hacernos sentir y comprender más allá de nosotros mismos.
Se asombra Barenboim de que los músicos
regresen, que —con la que está cayendo— sean capaces de dejarlo todo y volver
para poder tocar juntos. No hay nada de extraño. A la mayor parte de la gente
no le gusta odiar ni verse arrastrado a ello.
Puede
que el presente sea filosóficamente
irrelevante, como dice Barenboim, que no haya merecido la atención
reflexiva de los historiadores o de todos aquellos que prefieren vivir en lo
abstracto, como el filósofo que se preocupa por el "ente" y no por su
prójimo. Es solo en el presente en donde se experimentan las sensaciones
viscerales que los neurocientíficos nos dicen hoy que manejan nuestras
emociones. Hay una añoranza, sí, pero de
presente, de volver a experimentar la emoción genuina; sabemos que las personas que miran sus
partituras y tocan concentrados han olvidado rencores y ven en el otro un compañero empeñado en
sacar adelante una sinfonía común.
Hay
mucha gente que vive del odio y con odio. Demasiada. Los primeros le
sacan buen rendimiento; es la forma más fácil de manipularnos. Los segundos
convierten su vida en monótona, pues el odio es el enemigo de la creación al
convertirse en obsesivo; pronto no queda nada más pues todo se filtra por él.
El odio es un dios cruel. Me acuerdo a menudo de la historia sufí de los dos
hombres que pasan frente a una cárcel: «—
Cuando veo esa prisión no puedo dejar recordar los años que pasé allí y sentir
odio», dice uno de ellos. «—Pues entonces sigues dentro, atrapado», le replica
el otro. No es fácil dejar de odiar, como no es fácil escapar de una prisión.
Pero es imposible escapar de una prisión que confundes con tu hogar.
*
"Barenboim: “En Oriente Próximo solo impera la terquedad”" El País
Semanal - El País 25/08/2014
http://elpais.com/elpais/2014/08/22/eps/1408722038_548535.html
**
"Bringing international literature to the blind" Daily News Egypt
20/08/2014 http://www.dailynewsegypt.com/2014/08/20/bringing-international-literature-blind/
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