Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No han
tardado mucho algunos de nuestros agricultores en ponerse a quemar banderas
europeas. Ayer ya lo hacían algunos. La protesta, claro, proviene del boicot
ruso a las frutas y verduras españolas, como a las polacas o de otros sitios
que Vladimir Putin ha elegido para devolver el golpe a la Unión Europea. Es la
devolución del golpe que le han dado a él por el zarpazo que él había dado antes
a Ucrania. Todo muy complicado. Pero es más sencillo quemar banderas europeas,
que son las que se tienen más a mano, mientras que las rusas sones más difíciles
de encontrar. ¿Dónde se pueden encontrar retratos de Putin para una emergencia?
Me imagino que a más de uno le resultará difícil dar ese salto cualitativo y ponerse
a quemar banderas rusas o retratos de sus dirigentes. Sin embargo, ponerle
calaveras y huesos cruzados a la bandera europea está mucho más próximo a lo
cotidiano.
Al fin
y al cabo, Rusia es el cliente y el
río habrá de volver a su cauce en algún momento. Los clientes son los clientes,
¿por qué cabrearlos? Como avisamos que esto ocurriría pronto, no nos pilla por
sorpresa. La ministra ha sonreído y ha dicho que pedirían medidas a la Comisión
Europea para ser compensados, que es lo más de sí que suele dar de sí un
ministerio español.
Mientras
Rusia se ha dedicado a buscarse la vida por todo el mundo comprando por los
populismos latinoamericanos y el Egipto no alineado (o alineado a doble bando,
que para algo tenemos dos manos), nosotros reclamamos a Bruselas, que puede dar
dinero para compensar, pero que no puede compensarlo todo.
Entiendo
las quejas, pero las quejas no pueden ser por "enfadar al cliente".
Como ciudadano particular —es verdad— llevo varias semanas consumiendo plátanos,
naranjas, kiwis, limones y hortalizas que la huerta española me ofrece. Es mi
forma de "compensar" lo que como "europeo" asumo: las
sanciones a Rusia por sus acciones contra un país que quieres ser parte de
Europa e intenta recuperar su soberanía y su territorio, convertido en un
cortijo ruso. Nos quejamos de que Europa no "actúa" y cuando lo hace,
nos quejamos también. Europa es para quejarse.
Los
polacos protestaron contra Rusia comiendo más manzanas; nosotros lo hacemos
contra Europa y quemamos una bandera que es la nuestra. Digo
"nuestra" aunque entiendo que algunos solo son de sus clientes y quien
paga manda. Luego están los "prorrusos" locales, como esos dos
muchachos que se han ido a luchar a Ucrania con Lenin y Stalin tatuados en los
costados, nuestros peculiares "yihadistas".
Sé que
las medidas de sanción a Rusia implican sacrificios. Lo que más me preocupa es
la falta de pedagogía europea —y especialmente, la española— respecto al origen
de esta situación y a las posibles consecuencias para todos. No sale nadie a
explicar el sentido de las sanciones; los ministros parece que están a otra
cosa.
La
canciller Angela Merkel, en cambio, ha dejado clara la cuestión en su visita a
Lituania, un país especialmente preocupado por lo que Rusia haga:
La jefa del gobierno alemán, Angela Merkel,
dijo este lunes que las sanciones occidentales contra Rusia "deben
continuar para mostrar nuestra seriedad" sobre la crisis en Ucrania.
"Si no hacemos nada y permitimos una
escalada de la situación, no será una situación deseable", dijo la
canciller alemana desde Riga, en una conferencia de prensa conjunta con la
primera ministra letona, Laimdota Straujuma.
"Debemos encontrar una solución política
a la actual crisis en Ucrania", insistió Merkel.*
Las
sanciones a Rusia tratan de evitar males mayores. Pensar que si se deja
pudrirse la situación vamos a seguir vendiendo limones a Rusia como si tal cosa
es demostrar poca inteligencia y previsión, aunque lo segundo suele ser parte
de lo primero. Por eso insistimos hace unos días en la importancia política de
explicar lo que ocurre y establecer planes alternativos para escenarios
posibles que reduzcan la dependencia de Rusia. Las sanciones rusas a Occidente
son selectivas y atacan allí donde ven más dependencia y, por tanto, debilidad.
Tras
las elecciones europeas, se produjeron —no entre los políticos— una serie de
reflexiones sobre la necesidad de una reconstrucción de la imagen de Europa, profundizar en ella. Nada se ha hecho desde entonces.
"Europa", según piensan algunos, sigue siendo un puñado de dirigentes
que se reúnen cada cierto tiempo para fastidiar a sus ciudadanos.
Ha
costado tomar sanciones contra Rusia porque había muchos intereses europeos en
juego, más allá de limones, nectarinas o manzanas. Rusia es un importante
mercado para Europa y en eso confiaba para sus manejos y posturas de fuerza. Finalmente,
se han tomado medidas eficaces de presión a Rusia.
Como se
trata de materiales perecederos y Rusia ha echado el cierre a las fronteras, el
daño es rápido y amplio, que es lo que busca Putin. Todos son productos alimentarios
—frutas, verduras, carnes...—, para los que es difícil encontrar nuevos
compradores pero que es muy fácil comprar en otros mercados, reduciendo el
impacto de boicot. Te dejan colgado con los camiones en la frontera, las cajas
en los almacenes y los frutos en los árboles en unas pocas horas.
Europa
se presiona sola y Rusia saca provecho. Y en esa presión se pierde la
solidaridad entre los estados y —no menos importante— se siembra el recelo
hacia Ucrania. ¿Será Ucrania un motivo de
constante pérdida de "clientela" para Europa?, se preguntan
algunos.
Nosotros
queremos a los rusos queremos tostados
aquí en nuestras playas y afrutados
en sus tierras. En circunstancias normales, está muy bien. Pero ahora no son circunstancias
precisamente normales. Lo de Ucrania es grave y no es distante, por más que
iremos el mapa y nos parezca muy lejos. Lo que está en juego es nuestra
capacidad de ser solidarios en Europa. No es un problema solo de España, pero
mientras unos queman retratos de Putin, nosotros quemamos banderas de la UE.
La foto
y el titular ya se la hemos dado "agricultores españoles queman banderas
europeas". ¡Qué éxito para el Kremlin! RT ya lo ha llevado a sus titulares, jaleados por los comentarios sobre lo bien empleado que nos está a los "gallegos" estas cosas.
Yo por mi parte seguiré con mi plan
de quemar calorías, tomar mucha fruta y seleccionar lo que compro y de dónde lo
compro. Lo que necesitamos es información sobre los productos afectados, que el
gobierno evite que los desaprensivos se aprovechen y trate de que los únicos
perjudicados no sean los productores mientras otros hacen su agosto. La solidaridad se debe exigir a todos o, al
menos, evitar que algunos se beneficien de los sacrificios de los demás. Hacer "política" con los efectos de las sanciones, tampoco es muy recomendable. Los gobiernos deben hacer ver a sus ciudadanos que la decisión de las sanciones es de "todos" los gobiernos europeos. Lo demás solo servirá para abrir brechas —buscadas astutamente por Putin— en la solidaridad de la Unión. Mientras Putin aprovecha el boicot para acrecentar el "nacionalismo" ruso, nosotros lo usamos para desintegrar la solidaridad e identidad que necesitamos desarrollar. Las sanciones a Rusia no son un capricho ni partidistas.
Nunca me ha gustado que se quemen las banderas de nadie,
pero mucho menos que se quemen las banderas equivocadas. Hay que exigir medidas y acciones más ajustadas a los gobiernos, sí. Quemar banderas de Europa es tirar piedras a tu tejado.
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