Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Uno de
los mejores momento de la entretenida película que se ha estrenado en España
este fin de semana, "Chef" (Jon Favreau 2014), ocurre cuando, metidos
en el camión cocina, el cocinero está enseñando a su hijo a tostar los
bocadillos "cubanos" que darán a unos operarios que les han ayudado y
uno le queda un poco quemado. El niño quiere servirlo y el padre se niega:
"¿Por qué? —pregunta el hijo—, si es gratis". El momento daría para
largas disertaciones sobre economía, filosofía, psicología y alguna disciplina
más que iría saliendo para contestar a ese porqué. La película lo contesta a su
manera.
Creo
que en esa pregunta y en su explicación reside una gran parte de nuestra crisis,
que unos insisten tanto en que es económica, otros en que es moral y otros finalmente
—¿para qué discutir?— que son ambas. Para algunos, la solución es aumentar
consumo y producción; para los demás es algo más complicado, algo que va más
allá de los meros números y que afecta a las formas de consumir y producir,
actos desprovistos de su sentido y pervertidos en su raíz.
La
cuestión del bocadillo es ética; no es cuestión de si es gratis o no. Implica un compromiso consigo mismo y con los demás,
del que hace con el que recibe; no es solo una cuestión de precio. La relación
con lo que hacemos para otros se ha trasladado a una escala que prescinde de
nuestro sentido de lo bien hecho, de algo de lo que nos podamos sentir
orgullosos. Y esto afecta a muchas casi todo; va más allá de la comida.
No hace
mucho el músico Neil Young se lanzó por los campos del crowdfunding. Pedía
800.000 dólares —algo que consiguió en las primeras 24 horas— para el proyecto
de un reproductor de música, que cerró cuando apenas pasados unos días, había
recaudado 6'2 millones de dólares. La CNN nos lo explicaba así en abril:
Young, a longtime critic of what he calls the
"underwater listening" experience of compressed digital music,
thanked backers on the campaign's homepage Tuesday.
"You have helped to set the stage for a
revolution in music listening," Young wrote. "Finally, quality enters
the listening space so that we can all hear and feel what the artists created,
the way they heard and felt it."
The idea behind Pono is to boost digital music from the compressed and lossy
formats to high-quality resolution. Pono
will stream music in 24-bit, 192-kHz sound, brighter and more present than the
sound provided by MP3s or even CDs.*
La pregunta, en el caso de Neil Young, es: ¿qué diablos hace
un artista miles de horas componiendo, metido en un estudio, buscando buenos
músicos, intentando alcanzar la perfección en lo que hace si después todo eso
queda condenado a la reducción de toda esa calidad para ajustarse a los
formatos que dan dinero? La pregunta nos sitúa de nuevo en la cuestión del
bocadillo "cubano" de la película de Jon Favreau: ¿por qué debo dar salida
a un bocadillo chamuscado? La respuesta del negociante es lo importante es
vender y que allá cada uno con sus niveles aceptables de calidad, pero para el
artista —músico o cocinero— o para cualquier otro que valore su propio trabajo
no es esa la más satisfactoria.
Hoy se fabrican muchas cosas a sabiendas de que son malas,
con pleno conocimiento por parte del que lo hace. Se ha perdido el orgullo de
hacer y solo se valora el éxito de lo que se hace. La película de Jon Favreau
indaga en esos compromisos y traiciones en los que se incurre cada día, en esos
desvíos de lo que uno cree valioso de su propio trabajo por el éxito o el
beneficio. Cada vez creemos menos en lo que hacemos. Perdidos en cadenas jerárquicas
y protocolos, al final no nos sentimos responsables de lo que hacemos ante
nosotros mismos o ante los otros. Todo es cuestión de mercado.
A Neil Young le apetece que la música que él escribe e
interpreta llegue a sus oyentes con la misma calidad que él mima en su estudio.
A las productoras les importa más cuántos discos se vendan o cuántas descargas
se realicen. Lo mismo se puede decir de editoriales, productoras de cine o de
muchos otros campos.
La
película de Favreau es un sencillo canto al amor por lo que se hace —en este
caso, lo que se cocina—, la satisfacción que ello produce y a lo que tiene de
compromiso con los demás. Es algo que siente cualquier verdadero artista, pero
que está al alcance de cualquiera porque todos hacemos algo, del tipo que sea.
Dignificar lo que hacemos es dignificarnos nosotros y a quien lo recibe.
*
"Neil Young's Pono music player raises millions" CNN 15/04/2014
http://edition.cnn.com/2014/04/15/tech/mobile/neil-young-pono-kickstarter/
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