Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ayer
leía un artículo de Véronique Kiermer, directora del departamento de autores
del Nature Publishing Group en el actual número de la revista Investigación y Ciencia (455, agosto
2014), titulado "La reproducibilidad en biología" en el que se
planteaba el problema que supone para la Ciencia —y para las publicaciones
científicas— en hecho de que vaya en aumento el problema de la reproducibilidad
de los resultados expuestos. Este hecho no admite más que dos posibilidades: el
fraude y la reserva de información. Kiermer, en cambio, apunta otro, la propia
complejidad de la ciencia, en especial de la Biología.
Kiermer
dice añorar los tiempos "sencillos":
El mundo parecía más sencillo en los años
setenta, cuando la biología molecular nos brindó conceptos como «el gen A codifica a la proteína B, que desempeña la función C». A
partir de este esquema, los científicos elucidaron mecanismos asombrosos y, en
ocasiones diseñaron medicamentos eficaces (como el anticanceroso Gilvec,
ejemplo modelo de este enfoque reduccionista). ¿No sería maravilloso que la
investigación farmacológica siguiera así siempre?*
Cualquier tiempo pasado fue más sencillo en
cuestiones de conocimiento, pues de eso se trata. Lo que hoy nos parece
sencillo del pasado nos lo parece porque los hemos superado con nuevos
conocimientos. Para los que llegaron a esas "sencillas" conclusiones,
la tarea fue tan grande como para los que se enfrentan hoy a lo desconocido. El
canto a lo complejo de Véronique Kiermer viene más desde los problemas del
funcionamiento interno de la Ciencia y, en especial, de los problemas que se
les plantean a los editores, dado el papel central que han alcanzado dentro de
la vida del sistema científico, ya que son los que controlan la circulación y,
por tanto, la visibilidad de las investigaciones. La visibilidad a su vez
controla el prestigio y el prestigio la financiación y los ingresos. Solo se
evalúa lo publicado y específicamente lo publicado en unos medios que luchan
por mantener el prestigio del que se benefician quienes publican en ellos, invirtiéndose
en muchos campos el sentido de la relevancia: no es tan relevante lo que dices sino dónde lo dices. De hecho, los sistemas de evaluación priorizan la
publicación como indicador de la relevancia de lo publicado, que arrastra los
demás indicadores, ya que esas revistas son las que tienen mayor
"impacto", aumentando su valor de mercado y su papel determinante en
el destino de los investigadores. Un círculo bien establecido del que se
beneficia quien controla el sistema de publicaciones que acaba controlando el
conjunto. La intensidad de esto varía según los campos académicos, pero se
cumple en general. Evidentemente, la cuestión de la reproducibilidad es esencial en las ciencias experimentales mientras que en otros campos académicos las cuestiones son otras y muy diversas, con su propia complejidad evaluadora. Pero el problema de fondo se mantiene precisamente por la estandarización del sistema.
El sentido del artículo de Kiermer no es una cuestión
de Filosofía de la Ciencia. En aquellos campos en que es posible, la repetición
de los experimentos para comprobar los resultados publicados es esencial. ¿Qué
otra forma hay de verificar que es cierto
lo dicho? La tesis general de Véronique Kiermer es que eso ocurría antes, pero
que la "complejidad" de las investigaciones actuales hace que esto
nos siempre sea así. Al principio le echa la culpa a la naturaleza misma: "Los
biólogos experimentales se enfrentan a la complejidad cada día. Ratones criados
con un ADN idéntico se comportan de forma diferente. Dos células cultivadas en
una misma placa de Petri no pueden considerarse idénticas." Pero una cosa
son las diferencias y otras las regularidades, que son las que determinan los
patrones sobre los que la Ciencia trabaja. El argumento no nos parece demasiado
consistente. En todos los procesos hay variaciones y no creo que sean una
novedad para nadie. Sin embargo, aquí estamos hablando de la
"irreproducibilidad" de unos resultados, no en las ligeras
variaciones que sería lógico que se produjeran porque, efectivamente, existen
diferencias.
Sin embargo, después de hablar de lo distinto y sus
problemas, Kiermer señala:
En
esos sistemas complejos, es fácil dejar escapar la presencia de un efecto
sistemático y de interés biológico. Por ello, los biólogos deben llevar a cabo
amplios estudios que garanticen los la significación estadística de las
observaciones y realizar análisis autocríticos para evitar sesgos
involuntarios. Además, deben ser extremadamente cautelosos para no caer en la
trampa de su propio entusiasmo.*
Es difícil encontrar mayor cantidad de eufemismos en
un mismo párrafo. De la complejidad de la Naturaleza a las complicaciones de
los sistemas de investigación en los que los experimentos son insuficientes
para dar validez a las observaciones, "dejar escapar" cosas
relevantes, "evitar sesgos involuntarios" y, finalmente, (¡quién lo
hubiera dicho!) "no caer en la trampa de su propio entusiasmo". Prescindiendo
de la retórica eufemística expresada, se presenta un panorama bastante
diferente al de que a dos células les dé por ser diferentes en la misma placa
de Petri o que los ratones salga independientes pasando del ADN.
Tras lo señalado por Kiermer, las medidas propuestas
para evitarlo son más claras:
A este
respecto, necesitan el apoyo de las instituciones científicas y las revistas
que publican sus hallazgos. Algunas revistas (como Nature) han introducido listas de control con objeto de asegurarse
de que los científicos consideran e indican la información clave de sus
experimentos. Los centros de investigación deberían ofrecer más formación y
supervisión a los jóvenes científicos. Es importante que los responsables de
estos centros y sus financiadores controlen sus sistemas de incentivación para
reducir el exceso de presión ejercido sobre los investigadores y promover las
buenas prácticas.*
Habría que decirle a Véronique Kiermer lo mismo con
lo que ella comenzaba, que se añoran los tiempos en que todo era más sencillo.
El párrafo anterior es un descripción indirecta del monstruo que se ha creado
para gestionar y organizar el mundo de la Ciencia. Lo que los "jóvenes
científicos" aprender es que para dejar de ser tratados así deben obtener
resultado relevantes publicados por revistas prestigiosas, que como es el caso
de Kiermer (editora de Nature) se ven
bombardeados por artículos que son el resultado de una presión, a vida o
muerte, por parte de sus instituciones, universidades y centros de
investigación. Las "listas de control" de las que habla Kiermer son
formas defensivas para asegurarse que no se les "cuela" nada que
pueda arruinar su "prestigio" objetivo último que determina su valor
de mercado y de todos los que publiquen en ella, que se verán resentidos por la
pérdida de nombre de quien les acoge entre sus páginas. Esta forma de organizar
el sistema científico tiene estos riesgos. Pedir después que los centros y
financiadores "controlen sus sistemas de incentivación" es casi un
chiste.
He traído hoy este tema por los titulares que nos
saltan hoy desde la prensa, no de Nature, sino de la habitual. Nos traen la
noticia del suicidio del científico japonés Yoshiki Sasai, cuyo estudio sobre
las células madre —publicado precisamente en Nature— dio lugar a un gran
escándalo por eso que Véronique Kiermer llamaría "irrepetibilidad". A
nadie le salían los mismos resultados que a Sasai. El diario El Mundo lo recoge
así:
Sasai,
vicedirector del prestigioso Centro de Biología del Desarrollo (CBD) del
instituto de investigación Riken, fue coautor del polémico estudio junto a
Masatoshi Takeichi, director del centro, y varios investigadores más liderados
por Haruko Obokata, empleada del centro a la que se acusó de falsear
materiales.
El
artículo, publicado en la revista Nature el pasado enero, describía un método
revolucionario para producir células adultas pluripotentes (capaces de
convertirse en cualquier tipo de tejido y consideradas el futuro de la medicina
regenerativa), que consistía en someter células adultas a varios tipos de
estrés.
Sin
embargo, después de que muchos miembros de la comunidad científica denunciaran
la imposibilidad de replicar los resultados y el uso irregular de imágenes en
los estudios, un comité de Riken, que se vio envuelto en una gran polémica,
determinó que la doctora Obokata falsificó y manipuló varias de esas imágenes.**
Creo que no se deben dejar de leer los dos textos en
paralelo. La editora de Nature
responsabiliza a "la complejidad" por un lado y a las presiones y
faltas de control, a los "sesgos involuntarios" y al "exceso de
entusiasmo". Y pide a los centros de investigación que moderen la presión
pero que no bajen la guardia porque finalmente —eso no lo dice ella— quienes se
verán perjudicados serán las publicaciones que los difunden.
Para que el sistema funcione, todas las piezas deben
encajar. Sin embargo, el sistema se ha diseñado para convertir la Ciencia en un
sistema de méritos que sirvan para recaudar fondos en función de las repercusiones.
Las universidades presionan a sus investigadores para que recauden fondos a
través de sus proyectos. El dinero se concentra en grupos que luchan por
mantener su estatus de prestigio e ingresos. Se establecen líneas divisorias
profundas entre unos y otros, lo que hace que se acaben cayendo en tentaciones
que van más allá de ratones díscolos.
El suicido de Sasai es una muestra de la tensión,
como lo fueron las lágrimas públicas de su compañera cuando notificaron la
retirada. Algunos argumentarán que Sasai se ha suicidado más por japonés que
por científico, pero eso es ignorar el fondo de la cuestión. Lo que más valía,
en el plano personal y científico, su prestigio estaba arruinado. No sabemos si
fue un fraude deliberado, un "sesgo involuntario" o un exceso de
entusiasmo. La nota que ha dejado lo explicará; solo sabemos que había
manifestado sentirse "profundamente avergonzado". Se había planteado
la remodelación del Centro de Biología del Desarrollo en Kobe e incluso su desaparición.
Eso tuvo también que afectarle.
Pueden darse muchas vueltas a todos estos asuntos,
pero lo cierto es que el sistema no funciona como debiera y eso lo saben todos
los que están el él. A los que les va bien, lo defienden. Y como les va bien,
son las voces relevantes. Ser crítico puede hacer que quedes fuera y eso, según
los campos, puede ser el ostracismo y el silencio.
En el mismo número de la revista tenemos una interesante
entrevista con Álvaro de Rújula, físico español del CERN, experto en neutrinos
y con trabajos en Astrofísica. El titular de la entrevista es "Hemos caído
en la tentación de vender descubrimientos", que surge de la parte final de
la entrevista. La Física no es una máquina de producir descubrimientos. Es una
máquina de producir conocimiento"***, dice. La diferencia es esencial y marca
el funcionamiento del conjunto del sistema científico, no solo la Física.
—¿A
qué atribuye esa inclinación a prometer descubrimientos?
—Tiene
que ver con la cultura general de la sociedad. Ya nos se lucha por ideas
básicas, sino solo por objetivos económicos. Se ha rebajado catastróficamente
el nivel intelectual y ético de aquello que mueve la sociedad. Y esa rebaja
general de los valores humanos quizá salven la artes, pero no tanto la ciencia.***
No le falta razón. Puede que la irreproducibilidad de ciertos resultados en Biología sea un
problema, como señala Véronique Kiermer, pero existen problemas mayores que sí
se reproducen. Y cada vez más.
* Véronique Kiermer "La reproducibilidad en
biología". Investigación y Ciencia nº 445 agosto 2014 p. 40.
** "Se suicida el coautor de un polémico
estudio sobre células madre" El Mundo 5/08/2014
http://www.elmundo.es/salud/2014/08/05/53e086a2ca4741c17a8b456d.html
*** Álvaro de Rújula (entrevista) "Hemos caído
en la tentación de vender descubrimientos" Entrevista. Investigación y
Ciencia nº 445 agosto 2014 pp. 50-56.
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