Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
The New York Times publicó ayer un interesante y
sugerente artículo de Ross Douthat, con el título "Our Thoroughly Modern
Enemies". Douthat es el columnista estrella de los conservadores en The New York Times y aprovecha para
criticar (una vez más) a Barack Obama y su administración, en este caso, por
sus tropos y lo que suponen del entendimiento de los problemas reales.
Todo
discurso representa una propuesta de comprensión a través de su propia
configuración retórica. Las metáforas y demás figuras empleadas, las palabras e
ideas que elegimos para representar el mundo a través de la mediación del
lenguaje, son siempre la concreción de unos objetivos más o menos concretos,
más o menos conscientes. Hablamos para convencer al otro y somos maestros
constructores de trampas verbales con las que atrapar al que nos escucha.
La intención
general de Douthat es demostrar lo poco adecuada a la realidad de la forma de
entender el mundo del presidente Obama. Este déficit de la interpretación es el
que lleva a la situación que se critica.
Escribe
Ross Douthat:
IN his remarks on the murder of James Foley,
the American journalist decapitated by the terrorists of ISIS, President Obama
condemned Foley’s killers, appropriately, as a “cancer” on the Middle East and
the world. But he also found room for the most Obama-ish of condemnations: “One
thing we can all agree on,” he insisted, is that the would-be caliphate’s
murderous vision has “no place in the 21st century.”
The idea that America’s foes and rivals are not
merely morally but chronologically deficient, confused time travelers who need
to turn their DeLorean around, has long been a staple of this administration’s
rhetoric. Vladimir Putin, Bashar al-Assad and tyrants in general have been
condemned, in varying contexts, for being on the dreaded “wrong side of
history.” Earlier this year, John Kerry dismissed Putin’s Crimea adventure in
the same language Obama used last week: “19th-century behavior in the 21st
century,” foredoomed by its own anachronism.
These tropes contain a lot of foolishness.
Where ISIS is concerned, though, they also include a small but crucial grain of
truth.*
A las figuras retóricas sobre la "Historia" y el
anacronismo contrapone Douthat otra figura, la del DeLorean y sus viajeros del
tiempo. Se refiere, claro está, al coche de la serie cinematográfica, comenzada
por Robert Zemeckis, "Regreso al futuro". Para el articulista —que
ejerce la crítica cinematográfica, por cierto— Obama es como esos conductores
para los que todos los demás van en dirección contraria. La cuestión ya no es solo "moral", como había interpretado la administración Bush —sancionando el "eje del
mal"—, sino además "temporal", van en el sentido contrario por
la carretera de la Historia.
Tras los párrafos en los que nos ha dejado un despistado Obama,
poco fiable en materia de conducción, Douthat va al núcleo de su argumentación:
The foolishness starts with the fact that the
history of liberal democracy is actually inseparable, as Abram Shulsky writes
in The American Interest, from “the constant appearance of counter-ideologies
that have arisen in reaction against it.” Whether reactionary or utopian,
secular or religious, these counter-ideologies are as modern, in their way, as
the Emancipation Proclamation or the United Nations Charter. Both illiberal
nationalism and Islamic fundamentalism are younger than the United States. They
aren’t just throwbacks or relics; they’re counterforces that liberal modernity
seems to inevitably conjure up.*
Hay una verdad en ello: fenómenos como el islamismo son
modernos, algo que caracteriza a casi todos los movimientos que presumen de la
Historia. Lo mismo ocurre con los nacionalismos. Desde el siglo XVIII y especialmente
el siglo XIX, los movimientos políticos se han fundado en la racionalidad o en
la Historia. Es decir, han reivindicado la razón
o las raíces, es decir, el sentimentalismo de la tierra o la raza, como motores; en
ocasiones han juntado ambas, tratando de apuntalarse o reabsorberse mutuamente,
como la razón histórica. Tras
ambas se esconden puntos oscuros y ficciones. El marxismo se reivindicaba
científico y veía sus luces en el futuro prometido por la Historia; los nacionalismos se
inventaban el pasado, con sus edades doradas, en el que buscaban las suyas. Pasado de oro o futuros de
oro. Pero dijeran lo que dijeran, solo se puede vivir en el presente. En el
presente conviven (o malviven) nuestros pasados y futuros idealizados, obligándonos
a actuar en un sentido u otro.
De lo que el conservador Ross Douthat está acusando a Barack
Obama es de no comprender el presente y, por ello, tomar decisiones erróneas.
Sin embargo, dudo que el análisis de Douthat sea mejor porque también parte de
una mala comprensión de la Historia
que, por otro lado, es frecuente: la idea de que el mundo gira sobre los Estados
Unidos y que estos representan la "liberal modernity", una fuerza
hegeliana que se despliega por la Historia. Los que se opone a esa fuerza, por supuesto, son esas reacciones alérgicas a la "libertad". La intención final de Douthat es la que caracteriza a los conservadores frente a los demócratas norteamericanos: son unos ingenuos que piensan que pueden cambiar el mundo, mientras que ellos creen que es una cuestión de equilibrio, del bien contra el mal. Donde haya libertad, siempre habrá enemigos que se opongan. Esa doctrina que, es fácilmente comprensible, siempre estará en alerta e invirtiendo en defensa.
Hoy medio mundo responsabiliza a los Estados Unidos del
desastre del "islamismo político" que acabó dejando paso al
"yihadismo". Y no lo hacen su enemigos,
sino sus amigos y aliados, que se han visto condenados por
no se sabe muy bien qué derecho divino o laico. Para Ross Douthat, la
responsabilidad es de Barack Obama y sus errores. Para el resto del mundo, la
responsabilidad va más allá —aunque lo personalice en su presidente actual— y
viene de la desastrosa política tras el 11-S emprendida por la administración
Bush. Como nada nace de la nada, el 11-S es a su vez el resultado del desastre
de los Estados Unidos en la guerra de Afganistán, que fue de donde salió Bin
Laden. Como cinéfilo, Ross Douthat habrá disfrutado con la película de Mike
Nichols, "La guerra de Charlie Wilson" (Charlie Wilson's War 2007), una irónica forma de contarlo.
Antes de la "primaveras árabes", Barack Obama hizo
un discurso en la Universidad de El Cairo que fue recibido como una brisa por
parte de todo Oriente Medio. Habría esperanzas de cambio, especialmente porque
muchos de esos países que entonces visitaba estaban controlados con mano de
hierro por aliados de los Estados Unidos. No es una reacción alérgica a la
modernidad, lo que ocurrió. Los islamistas fueron la apuesta de Washington en
continuidad de los apoyos de la administración Bush, cuyos fundamentalistas
cristianos (el Tea Party) se entendían bien con los piadosos políticos musulmanes,
de Turquía a Egipto o Túnez. No hay ninguna "ley histórica", ninguna
"alergia" que no hubiera podido ser contrapesada con la voluntad de
los que deseaban sacar de la miseria a sus países, acabar con la corrupción, y
llevar una modernidad para la que ya existía en algunos de ellos una generación
dispuesta. Pero no ha podido ser hasta el momento y los que avanzaron quedaron
en manos de islamistas que habían crecido al amparo de los temores a un Irán
nuclear que creara problemas a Israel.
La conclusión a la que han llegado los
liberales de estos países es que los Estados Unidos no tienen interés en que
haya democracia en sus tierras. Se ven condenados indefinidamente a vivir sin
progreso, bajo dictaduras y corrupción económica para que los Estados Unidos
crean que pueden vivir seguros, algo que se ha demostrado que no es cierto. Por
alguna fatalidad, Estados Unidos ha apoyado siempre a los más nefastos gobernantes
de estos pueblos, siempre con la misma excusa: los intereses de los Estados
Unidos, algo que no tienen reparo alguno en sostener porque les parece una
obviedad.
Hoy se repiten por todas partes y en todos los idiomas que
son sus errores los que hacen surgir muchos problemas donde no los había,
acrecentar los existentes y ser peor el remedio que la enfermedad. Sin embargo,
la ceguera de sus administraciones, demócratas o republicanas, empieza a ser
más que preocupante en muchas zonas. Hoy Oriente Medio es un polvorín a medio
estallar, con guerras en Siria, en Iraq, África recorrida de un extremo a otro
por milicianos islamistas secuestrando y decapitando gente sin que exista mucha
oposición. Europa tiene una guerra civil en uno de sus extremos y una guerra
fría reabierta con unas consecuencias graves para el desarrollo económico y la
convivencia. Hay abierta una crisis de confianza por el espionaje masivo o
particularizado, etc.
¿Es responsable Estados Unidos de todo? No, evidentemente no,
y sería injusto hacerlo, aunque algunos lo hagan para su propio provecho y
excusa. ¿Es responsable de mucho? Sí, también evidentemente sí. La teoría de
que los republicanos arreglan lo que
los demócratas estropean es obviamente una teoría conservadora. Su visión del
mundo no es más realista que la demócrata de Obama. Esas fuerzas que la modernidad liberal conjura, por expresarlo con las
palabras de Douthat, tienen fechas, nombres y financiación específicos.
Lo que se ha hecho es, por irónico que parezca, condenar a
las fuerzas de la modernidad favoreciendo el oscurantismo dictatorial laico o
religioso. La creencia en que pueden controlar el mundo se demuestra cada día
como una ilusión, pero una ilusión peligrosa porque no se arregla nada y, sin
embargo, se aumenta la inseguridad local y global. Estados Unidos no es un país
más seguro, desde luego no es más querido y, por contra de los que opinan, es
cada vez mejor comprendido, aunque sea en sus errores que hoy se hacen más
evidentes. Tampoco existe justificación, ni moral ni histórica, para que la
seguridad de los Estados Unidos signifique la opresión o pobreza de otros
países. En eso lo que se demuestra es lo anacrónico del propio planteamiento,
que sí que es digno de otros tiempos o mentalidades.
La aceleración histórica de las demandas de los pueblos es
un hecho. Tienen que ver con muchos factores, incluido la globalización de las
comunicaciones que estimula los deseos lícitos de prosperidad y justicia. Tiene
que ver con la extensión de la educación a campos más amplios de forma más
rápida, que aumenta los deseos de prosperidad. Tiene que ver con muchas cosas.
Esa es la verdadera modernidad, no la que plantea Ros Douthat, que es en
exclusiva.
No es la primera vez que los republicanos norteamericanos
usan la película "Regreso al futuro". Lo hizo el presidente republicano
Ronald Reagan, en su discurso del Estado de la Nación, realizado en 1986. La
película, estrenada en 1985, estaba entonces en su apogeo de éxito. :
And tonight I want to speak directly to
America's younger generation, because you hold the destiny of our nation in
your hands. With all the temptations young people face, it sometimes seems the
allure of the permissive society requires superhuman feats of self-control. But
the call of the future is too strong, the challenge too great to get lost in
the blind alleyways of dissolution, drugs, and despair. Never has there been a
more exciting time to be alive, a time of rousing wonder and heroic
achievement. As they said in the film "Back to the Future",
"Where we're going, we don't need roads."*
Pero estaba claro que el futuro, por más que lo dijeran en
la película y Reagan en su discurso, necesitaba carreteras, por mucho que la llamada fuera estruendosa. Y carreteras
bien asfaltadas, perfectamente peraltadas, claramente señalizadas y con cómodas
áreas de descanso. Pero para el conductor confiado, todo depende de su
experiencia y del poder de su motor. Lo demás son detalles.
Tampoco está claro que el llamamiento de Reagan fuera hacia
el futuro, sino al futuro que él se imaginaba y proponía a
los demás. Esta invitación al futuro
en clave local, al pueblo americano, se convierte en imposición en clave
global, pues no hay varios futuros, sino uno solo y en el que siempre decide el
mismo:
Well, today physicists peering into the
infinitely small realms of subatomic particles find reaffirmations of religious
faith. Astronomers build a space telescope that can see to the edge of the
universe and possibly back to the moment of creation. So, yes, this nation
remains fully committed to America's space program. We're going forward with
our shuttle flights. We're going forward to build our space station. And we are
going forward with research on a new Orient Express that could, by the end of
the next decade, take off from Dulles Airport , accelerate up to 25 times the
speed of sound, attaining low Earth orbit or flying to Tokyo within 2 hours.
And the same technology transforming our lives can solve the greatest problem
of the 20th century. A security shield can one day render nuclear weapons
obsolete and free mankind from the prison of nuclear terror. America met one
historic challenge and went to the Moon. Now America must meet another: to make
our strategic defense real for all the citizens of planet Earth.**
Los ciudadanos del mundo, en cambio, se manifestaron en
contra del beatífico proyecto, llamado "Guerra de las Galaxias". Pero
no era más que otra figura retórica. Estas figuras
de las partículas atómicas reafirmando la fe o la esperanza de encontrar el
momento de la "creación" a través de un telescopio no dejaba de ser
un sueño religioso mesiánico trufado de velocidad, que concluía no en el
abandono de las armas, sino en hacer que otros las abandonaran por ineficaces
ante el sueño del "escudo" protector antimisiles que definió
emblemáticamente la era Reagan y que sigue siendo el sueño conservador.
El "sueño" de Reagan era encontrar a Dios entre
los átomos y los misiles, como santa Teresa lo encontraba "entre los
pucheros". Retórica, igualmente.
What brought America back? The American people
brought us back with quiet courage and common sense, with undying faith that in
this nation under God the future will be ours; for the future belongs to the
free.**
La cuestión, como siempre, es quién es el editor del
diccionario en el que hay que buscar los significados de todas estas palabras,
de todos estos conceptos, que —lost in
translation— después no se reconocen en la realidad de los hechos o situaciones.
Pero la finalidad no era cambiar el mundo, sino poner en pie a congresistas y
senadores. Unos días antes se había producido el desastre del Challenger de la
NASA y había que ofrecer otro futuro.
Reagan tenía su sueño
de la Historia, como lo tienen todos los demás. Puede que lo peligroso sea
creer en la Historia misma, dado el uso que algunos le dan. Por eso los
historiadores —los que son capaces de mostrar los puntos y se resisten a trazar
las líneas que los unen a sabiendas de los peligros resultantes— han renunciado
al "espíritu de la Historia", que es como tener la lámpara de Aladino
a sabiendas de que nos hay genio dentro. La base de la política mesiánica es creer
que el futuro nos absorbe en vez de que sea el pasado, incluidos nuestros errores
(quizá especialmente), lo que nos impulsa. Ahora nos movemos en esa extraña
carretera del tiempo tratando de esquivar los obstáculos que desde el pasado
nos han mandado. Es como Terminator,
pero al revés. Los tropezones en la Historia suelen ser por pisarte los
cordones. Y hay países que llevan sus largos cordones sueltos.
Cuando se les pregunta a los islamistas si son partidarios
de cortar la mano al que roba, siempre contestan lo mismo, que sí. Cuando se
les pregunta por qué, dicen que lo pone en el Corán y eso es suficiente. Si les
preguntas si no creen que cortar manos es una barbaridad, te dice que sí, pero que
en un mundo islamizado no habrá ladrones porque será perfecto. Y en ello están. Mierntras haya ladrones, habrá manos que cortar serán necesarios cuchillos afilados y expertos cortadores.
El razonamiento no dista mucho del de Reagan y compañía republicaca: no habrá armas
cuando se haya demostrado la inutilidad de atacar a los Estados Unidos. Es una
forma extraña de conseguir la paz mundial. Como lo es hacer progresar el
liberalismo favoreciendo dictaduras o dejando a los liberales a los pies de las
babuchas.
No hay futuro que sirva de excusa a los errores del
presente. Y, sobre todo, no hay futuro que no esté marcado por ellos. El futuro
solo se cambia actuando poco a poco sobre el presente, con tiento y modestia. Cuanto más creamos en el
futuro, menos lo controlamos.
* "Our
Thoroughly Modern Enemies" The New York Times 23/08/2014
http://www.nytimes.com/2014/08/24/opinion/sunday/ross-douthat-isis-in-the-21st-century.html
* "Our Thoroughly Modern Enemies" The New York Times 23/08/2014
http://www.nytimes.com/2014/08/24/opinion/sunday/ross-douthat-isis-in-the-21st-century.html
** Ronald
Reagan. Address Before a Joint Session of Congress on the State of the Union
February 4, 1986 http://www.presidency.ucsb.edu/ws/index.php?pid=36646
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