Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
BBC se
pregunta desde el titular que encabeza su página web "¿Cómo llega un joven
occidental a convertirse en yihadista?"*. La pregunta ha saltado a ese
lugar de privilegio después de descubrir que el verdugo decapitador del
periodista James Foley hablaba con un correcto acento británico, del sur, para
más señas, según habrán determinado los profesores Higgins del caso. La
nacionalidad de la víctima y el acento del verdugo han hecho escuchar las
alarmas que llevaban tiempo sonando en el aire de Occidente ante la indiferencia general. La misma pregunta recoge el desconcierto.
El caso
del maratón de Boston sembró algunas alarmas, pero la eficacia con la que los dos
terroristas fueron reducidos rápidamente, ayudó a racionalizar los miedos. La comunidad se sintió más unida y segura. Ya
entonces se descubrió la cadena de errores que habían llevado a que el atentado
se produjera, pero como ocurre con los extintores, solo se descubre que no
funcionaban bien cuando la casa está reducida a cenizas.
Llevamos
poco más de un año escuchando avisos del peligro de que haya gente que regrese de estas
guerras a las que se va uno a entrenar su obediencia, su fe y su odio. En los últimos meses,
desde que la guerra de Siria se convirtió en un rompecabezas inexplicable o
solo demasiado complicado de explicar a gente tan ocupada, han aparecido avisos
de que salían yihadistas. España ha detenido a dos muchachas jóvenes, una de
ellas menor, que se iban a hacer la Yihad. Ahora se nos dice que hay 30
luchando allí. Una cifra bonita y redonda, muy por debajo de las cifras que se
dan de otros países europeos.
La idea
de que nos preocupe que se vayan
porque nos preocupa que regresen, me
parece de un profundo cinismo y una muestra más del ejercicio de pseudolimpieza
que consiste en trasladar el polvo de un lugar a otro. Más de uno habrá pensado
que "el enemigo, cuanto más lejos mejor" y que se trata de tener
cuidado cuando vuelvan, si es que vuelven. Esta postura nos ha llevado a la
situación actual y ha abierto las puertas a un futuro oscuro e impredecible.
Todavía se está pagando la ceguera de alimentar o permitir a grupos crecer
fuera de sus zonas con la esperanza de que así se tienen "controlados".
Todo ello revela un profundo desconocimiento del funcionamiento del mundo, una
relativización de los crímenes —aquí y allí— y una prepotencia al considerar
que no hay nada que no se pueda controlar. Estos planteamientos provienen de
una mentalidad política que contempla el mundo como un escenario con puntos favorables
o desfavorables a los intereses de las potencias.
La
información de la BBC señala:
El caso de James Foley, reportero
estadounidense secuestrado en Siria y asesinado por un combatiente
supuestamente británico de la organización islamista Estado Islámico (EI,
previamente conocido como ISIS), no sólo dejó perplejo al gobierno de Barack Obama.
También al gobierno británico encabezado por
David Cameron, que tiene a sus servicios secretos tratando de determinar la
identidad del asesino, su relación y contactos con Reino Unido.
El tema puso en la agenda mediática una
realidad en la que las policías europeas llevan trabajando años, pero que hasta
ahora no había tenido la exposición pública y trascendencia diplomática que
adquirió tras la decapitación de Foley: miles de los combatientes de la yihad
–guerra santa- en Medio Oriente son ciudadanos europeos.
Dada la dificultad de rastrear, no hay cifras
oficiales. Sin embargo, a diciembre de 2013 habían entre 3.300 y 11.000
yihadistas extranjeros peleando en Siria, según datos del Centro Internacional
de Estudios de la Radicalización (ICSR, según sus siglas en inglés) vinculado a
King´s College London.
Se estima que entre un 30% y un 40% de los
actuales combatientes extranjeros que pelean hoy por establecer un califato
islámico en Siria e Irak proceden de países occidentales, como Francia,
Bélgica, Reino Unido, Alemania y los países nórdicos.*
No
entendemos bien la cuestión de la perplejidad de Obama ni la de Cameron, a menos
que sea un simple gesto hacia la galería. El primer degollamiento británico se
produjo a la luz del día, en las calles de Londres, al grito de "¡Alá es
grande!" y "¡Nunca dejaremos de matar!". Esto lo explicaba el verdugo
del soldado al que mató todavía con el cuchillo de carnicero en las manos,
embadurnadas con la sangre de su víctima. Ocurrió en el barrio de Woolrich y es
interesante recordar cómo se nos contó entonces. El Mundo lo hacía así:
Es posible que el altercado se iniciase
después de que los dos hombres atropellasen al soldado con el coche estrellado
que ha podido verse en algunas imágenes.
A continuación se bajaron del automóvil y,
según testigos oculares, se aproximaron a él, que yacía tendido el suelo tras
la colisión, y lo golpearon con un machete, según 'The Telegraph'. Un testigo,
en declaraciones a LBC radio, llegó a pensar que sus atacantes "pretendían
sacarle los órganos".
Fue atacado con cuchillos como si fuera
"un pedazo de carne". "Estos dos hombres estaban
trastornados", contó. "Eran como animales. Lo arrastraron desde la
acera y tiraron su cuerpo en el medio de la calle y lo dejaron ahí".
Luego, los atacantes permanecieron en el lugar,
agitando cuchillos y una pistola, y pidiéndole a los transeúntes que sacaran su
foto, "como si quisieran estar en televisión o algo así", relató
James.
En unas imágenes emitidas por ITV News
(aunque se desconoce quién ha podido grabarlas), uno de los agresores se dirige
directamente a la cámara para explicar sus motivaciones. "Juramos por el
todopoderoso Alá que nunca dejaremos de luchar contra vosotros. La única razón
por la que hemos hecho esto es porque los musulmanes mueren todos los días. Este
soldado británico es un ojo por ojo y diente por diente", aduce.**
Lo
primero que choca es la causalidad explicativa: se cree que el ataque es
causa del atropello y no que el ataque comenzó atropellando al solado para
darle muerte después con el cuchillo degollándolo. De esta forma se prefiere
reducirlo a un incidente de tráfico que acaba mal, una casualidad. Tampoco los
testigos ayudan mucho: la idea de que iban a "sacarle los órganos"
conecta con una leyenda urbana antes
que con la realidad más evidente que se tiene ante los ojos Pero como sabemos,
es el cerebro el que guía la visión y la interpreta desde sus miedos, en este
caso a la extracción de órganos —¡en plena calle, a la vista de todos!—, que se
ve como más probable que el hecho del
crimen yihadista. En tercer lugar: el hecho de que pidan a la gente que los
fotografíen o graben con los teléfonos se entiende más como un deseo de
protagonismo televisivo que como un acto criminal que se reivindica a los ojos
de todos con un mensaje tan claro y contundente. "Posible ataque
terrorista" etiquetaba El Mundo la noticia. Las "categorías" nos
pierden.
Las
reacciones de las autoridades tampoco son demasiado lúcidas:
El comandante de la policía señaló que el
"incidente puede causar preocupación en la comunidad" y pidió evitar
"especulaciones innecesarias" sobre la naturaleza del ataque.**
No sé
lo que quiere decir "preocupación" y menos "especulaciones
innecesarias" porque la preocupación es natural y las especulaciones son todas innecesarias ante la
evidencia de lo sucedido. ¿Qué significa estar "preocupados"? ¿No hay
que estar preocupados? Con esto solo
intento señalar lo poco adecuadas que son las explicaciones de lo que ocurre,
más destinadas a "tranquilizar", que se considera un estado natural
que no debe ser alterado, que a explicar
los fenómenos que ocurren y, lo que es más importante, tratar de evitarlo.
Pero
evitarlos no solo es evitarlos aquí.
Por dolorosa y cruel que sea la muerte de John Foley, la
"perplejidad" del presidente de los Estados Unidos y del Primer
Ministro británico no es de recibo. Es cínico e hipócrita medir la importancia
de los conflictos y crímenes por los occidentales implicados en ellos. Quizá
esto sea parte del problema, que solo nos preocupamos de forma espectacular cuando nos afecta
directamente, sin comprender que eso ya no es posible en un mundo pequeño.
Todavía no se han asimilado las enseñanzas acumuladas desde el 11-S ni cómo se
llegó a ello.
En un
artículo titulado "El espejismo del Estado Islámico", publicado hace
dos días en el diario El País,
Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes de la Universidad de
Alicante, después de un prolijo repaso por las causas y circunstancias de la
formación del grupo yihadista—ya un auténtico ejército del que ayer se daban
cifras de 80.000 miembros—, cierra su texto así:
A estas alturas parece probado que el Estado
Islámico se ha convertido en una amenaza no sólo para Irak y Siria, sino para
el conjunto de Oriente Próximo. Los garrafales errores cometidos por Estados
Unidos desde el derrocamiento de Sadam Husein, la nada soterrada guerra fría
que mantienen Arabia Saudí e Irán y el creciente sectarismo de los Gobiernos
iraquí y sirio han creado un monstruo incontrolable que no será fácil de
domeñar mientras todos estos actores sigan atrincherados en sus posiciones
maximalistas y utilicen al Estado Islámico como cortina de humo para ocultar
sus respectivos fracasos.***
Concordamos
con él, pero la idea de "amenaza" es la que hay que establecer
señalando primero que no es una cuestión exclusiva de Oriente Medio, sino que
nos afecta a todos. Ellos lo explican claramente, pero nosotros seguimos
empeñados en considerar, como los testigos ingleses del degollamiento del
soldado británico, que es algo distinto de lo tenemos delante de las narices.
Los que
Álvarez-Ossorio llama "garrafales errores" de los Estados Unidos son
una parte importante del problema. El hecho de que se haya dejado pasar la
oportunidad de modernización que reclamaban los países árabes mediante las
revoluciones de la "primavera" contra dictadores respaldados por
Occidente como "barreras" —inútiles, como se ha visto— contra el
integrismo yihadista, es de una trascendencia histórica incalculable. De golpe
van cayendo los edificios de papel construidos por Occidente en unos países que
parecían distantes, amparando clases corruptas y dejando que se pudriera la
situación hasta su estallido. Hoy todo Oriente Medio responsabiliza a los
Estados Unidos de lo que ocurre allí. Lo hacen unos y otros, ambos bandos. Por
algo será. La diplomacia tras el 11-S no ha traído paz alguna sino ejércitos de
yihadistas desde marruecos hasta Irak, circulando armados, atacando los lugares
que estratégicamente interesa en cada momento debilitar. Todo esto bajo el
control inútil de un país que dice tener controladas las comunicaciones de todo
el globo y, sin decirlo, tiene pinchados los teléfonos de los dirigentes
occidentales.
Entonces,
¿por qué todo lo que ocurre siempre causa "perplejidad"? Los que han
frenado finalmente a los yihadistas del Estado Islámico han sido los kurdos,
limitados por su reclamación de un estado independiente, a los que ahora ha habido que armar
apresuradamente por la retirada vergonzosa del ejército iraquí, al que se
llevaba años formando y dando armamento.
Mientras
no se piensen cuáles son los errores que se cometen, no se indague en cómo ha
podido fallar tan estrepitosamente una estrategia cuyo fin no era modificar el
medievalismo profundo sobre el que se sustenta el terror de los piadosos, al
que se puede regresar sin problemas desde las cuidadas escuelas británicas o de
Boston sin demasiados problemas, no se habrá avanzado nada.
El
temor a que los yihadistas regresen a nuestras ciudades no debe ser el único
miedo. El primer miedo es lo que hace
allí, las víctimas de sus matanzas, tras las cuales regresan a las tierras
en las que desarrollaron el odio —las nuestras— a preparar el acto final de su
venganza. El yihadismo no tiene nada que ver con el terrorismo tradicional más
que en las muertes y la destrucción que causa. Pero tiene motivos sociales,
culturales y psicológicos muy diferentes a los que han tenido otros movimientos
que se disolvían y pedían perdón. Si alguien espera que Al Qaeda o el Estado
Islámico se disuelva o pida perdón a alguien, que se pueda llegar a crear un
"estado" real con el que se pueda pactar, como tantas veces se ha
hecho erróneamente, está muy equivocado. Habrá costado miles o cientos de miles
de muertos. No hay un solo gobierno fiable de los que se han dejado tras las
acciones militares; son focos de corrupción y sectarismo, como ha ocurrido
ahora en Irak, donde han tenido que quitarle el poder de las manos para evitar
que el país saltara por los aires.
No es
casual que el avance del yihadismo se haya producido tras las "primaveras
árabes". Pero no son su resultado, sino precisamente lo contrario, su
estrangulamiento. Para los "halcones", las primaveras son las
causantes porque había que haber seguido apoyando dictadores. ¿Cómo va a haber democracias en los países
árabes?, preguntan irónicamente. Pero son los dictadores protegidos y
aceptados —de Mubarak a Gadafi— los que crearon sus propios monstruos, por usar el término de
Álvarez-Ossorio, para seguir teniendo el apoyo occidental. Nacieron al amparo
de una política suicida de equilibrios
en la zona, en la que se ha jugado con fuego y se ha mimado a dictadores y a
reyes medievales para asegurar que la crisis del petróleo no se vuelve a
repetir. ¿Cómo es posible que se nos diga que los yihadistas se financian con
el petróleo de las zonas conquistadas? ¿Quién se lo compra? Lo mismo ocurrió en
Libia.
No es
casual tampoco que el Estado Islámico se haya desatado en el momento de máxima
tensión entre Rusia y Occidente. La única forma de frenar algo que afecta a
Rusia, a Occidente e incluso a China, que tiene su extremismo islámico
separatista, necesita de grandes acuerdos que no es solo concentrarlo en una zona donde moleste localmente y ponerlo en cuarentena. En el mundo ya no es posible
esa cuarentena porque la infección está en muchos lugares sin que se perciba.
Hay que detectar sus focos y crear anticuerpos sociales para evitar que crezca
con la ayuda de los falsos amigos y aliados, que saben que les protegerán y no
les importa lo que les pase a otros. El yihadismo ha crecido con la teoría de "si
están allí, no están aquí", por eso la preocupación surge por el regreso. por el asesinato inesperado del
"loco" en plena calle, como en Londres, o la bomba en el maratón
bostoniano. ¿Cómo es posible?, se pregunta entonces.
Todas y
cada una de las muertes que se producen son muertes, allí o aquí. Insistimos en
que no tiene sentido seguir haciendo distinciones ni estratégicas ni
humanitarias. El Estado Islámico es una aberración, una monstruosidad. Sin
duda, pero si no se comprende por qué ha surgido, dónde ha nacido, cómo es
posible que tenga acceso a las fuentes de financiación en países
"amigos", no deberían extrañarnos ni las víctimas ni el acento de los
verdugos. Ha surgido por lo mismo que han arruinado las revoluciones, para evitar un proceso de modernización y democratización que haga imposible su existencia anacrónica. Pero esas demandas de modernidad no salen de los dictadores o grupos políticos existentes, sino de las poblaciones dispersas, de los grupos civiles débiles, que solo pueden lanzarse a la calle mientras que otros recogen los frutos de las revueltas. Es el drama de las "primaveras". Las nueces se las llevan otros.
Lo
preocupante es la perplejidad de los que no deberían estarlo tanto. Con ello
demuestran que siguen sin entender la naturaleza del problema, lo que impide
actuar adecuadamente. Hay millones de personas atrapadas entre la ceguera de
los gobiernos occidentales y la brutalidad de los que los masacran. Es allí donde hay que dirigir las miradas; la solución estará siempre allí.
El
Mundo nos ofrece la noticia de que en China se han exhibido públicamente las
imágenes de la decapitación del periodista James Foley como ejemplo de los males que ocurren fuera de allí:
En una pantalla gigante adosada a la estación
de autobuses de Dongzhimen, la más grande de la ciudad, se han mostrado algunos
fotogramas del asesinato y de los disturbios de Ferguson por la muerte de un
joven negro desarmado. En el caso de Foley, se escoge la parte en que el
yihadista da inicio a la decapitación y en que se observa el cuerpo desmembrado
de Foley, las más duras de un montaje que excluye los momentos del degüello.
Las imágenes fueron descubiertas inicialmente
por Steve George, director del medio 'That's Beijing Magazine', quien en
declaraciones a la web estadounidense 'Quartz' ha indicado que formaban parte
de un vídeo propagandístico de 4 minutos de duración, salpicado de escenas de
"familias saltando felizmente en lugares emblemáticos de la capital"
y "de niños de escuelas locales mostrando manualidades y ayudando a
personas mayores".
El periodista ha añadido que "este tipo
de yuxtaposición es bastante común en el país". Las imágenes de paz y
prosperidad en China se contraponen a otras de violencia alrededor del mundo,
fomentando la idea de que "el caos se extiende más allá de nuestras
seguras y agradables fronteras".****
Al menos, nos dicen en otras fuentes, los ciudadanos chinos se han sentido tan horrorizados como los demás personas de buena voluntad de cualquier parte del mundo. Esperemos
que no le toque pronto a China ofrecer al mundo imágenes de muerte que
contrasten con la felicidad intramuros que pregonan sus dirigentes, que no tengan que pagar en sus propias carnes
precios similares por pensar que las cosas ocurren más allá de las murallas que
protegen el Albergue de la Felicidad. Occidente también lo hace y no ha servido
de nada. Hoy todos los muros son de cartón piedra. Mera ilusión.
*
"¿Cómo llega un joven occidental a convertirse en yihadista?" BBC 23/08/2014
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/08/140822_yihadistas_occidente_europa_como_llegan_ch.shtml
**
"Asesinan a un soldado en plena calle de Londres al grito de 'Alá es
grande'" El Mundo 23/05/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/05/22/internacional/1369241591.html
***
Ignacio Álvarez-Ossorio "El espejismo del Estado Islámico" El País
21/08/2014 http://elpais.com/elpais/2014/08/19/opinion/1408474102_265082.html
****
"China proyecta en público la decapitación del periodista James
Foley" El Mundo 22/08/2014
http://www.elmundo.es/internacional/2014/08/22/53f7677ce2704e231e8b458c.html
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