Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Pepe es todo un personaje. En español decimos de alguien que
es un personaje porque tiene algo, ejemplar o no, que hay que ver, como si
fuera en lo alto de un escenario. Pues Pepe, sí, es un verdadero personaje.
Tiene algo más de cincuenta años y extiende una sábana en la
avenida Complutense, delante de nuestra Facultad, y sobre ella pone un par de
docenas de libros que se trae en unas bolsas de plástico. Cualquier mesa, tenderete, stand, cajón... es más lujoso que la sábana de Pepe. En invierno y en
verano, con calor o con frío, Pepe está por allí. Hay semanas que no aparece.
No sé si reparte su actividad vendedora por distintos lugares de la Universidad
o hace otras cosas. Cuando hay poco movimiento por la Avenida, extiende su
sábana delante de la entrada del Metro, junto a un contenedor, y comparte ese espacio con dos o tres vendedores que llevan
chucherías y pulseras y colgantes.
Pepe se trabaja lo suyo. Y lo hace bien. Es un ejemplo, por
más que a algunos les pueda parecer irónico, y tiene toda mi admiración y
respeto. Tiene más respeto que muchos que van por la vida de emprendedores, con
el pelo engominado y dejando pufo y trabajadores en la estacada y se han hecho
un máster en no sé dónde. No creo que él esté ni en el censo de ese millón y
medio de trabajadores autoempleados, llamados pomposamente autónomos para no
dejar ver la realidad, que se buscan la vida muchos de ellos por exigencias de
las empresas que los contratan. A muchos se les exige darse de alta como
autónomos. Como es una realidad que todos conocemos, no abundo más en ella ni
el resto de las trampas consentidas y hasta fomentadas de este país.
A diferencia de otras personas que acometen con desgana esta situación de venta en la calle, Pepe ha hecho de ello una situación positiva. Pepe sabe quién le compra cada libro y los que les pueden interesar. En ocasiones, cuando pasas por delante, te dice «—¡Le tengo aquí guardado un libro que le puede interesar…!» Y va a su bolsa de plástico y te saca un libro que, efectivamente, te interesa porque no es como esos vendedores que tratan de venderte cualquier cosa.
Otro
día Pepe me abordó todo preocupado: «—¡Menos mal que le veo! ¡El otro día le
cobré un euro de más porque no me acordé que era viernes y había una oferta de
dos libros por cuatro euros!» Y Pepe ha estado sufriendo la semana porque me
cobró ese euro de más. Y yo lo creo, porque es honesto, algo no muy frecuente
hoy.
Hoy le he comprado una biografía de Chaplin y una joya de la
colección austral, el Primer viaje que
los hombres realizaron en torno del globo, de Antonio Pigafetta, un
italiano que fue en la nave Trinidad, embarcado con Elcano y Magallanes, la
tercera edición de 1963. Hemos charlado sobre lo bien que aprenden algunos
extranjeros el idioma español y sobre una chica, creo que rusa, que participa en el concurso Pasapalabra apabullando a todo el mundo
con sus conocimientos de nuestro idioma solo con poco más de cuatro años de
estancia aquí.
Paul Newman y Jane Woodward |
Si muchos de los alumnos leyeran o sintieran la mitad de
interés y amor por los libros que siente Pepe, me quedaría satisfecho y,
probablemente, tendríamos un país mejor. Porque Pepe no deja los libros sobre
el suelo sin más, sabe qué son la mayoría de ellos. Está lejos de la
indiferencia de los vendedores de libros de los grandes almacenes, que
manifiestan poco interés por lo que tienen. Él te habla de esos libros, de las
ediciones y sabe la diferencia existente entre un libro y otro. Se acuerda,
pasados los meses, de algún libro que te llevaste. Toma nota por si encuentra
alguno que necesitas.
Pepe es un librero sin librería, a diferencia de esos
vendedores que despachan libros como si estuvieran en un supermercado, que son
librerías sin libreros. No he cometido nunca la indiscreción de preguntarle a
Pepe cómo llegó a vender los libros en la calle, pero me imagino que una
vocación así —lo suyo es vocación, sin duda— no se improvisa. Probablemente
dedicara la mayor parte de su vida a esos libros que hoy muchos no saben muy
bien para qué sirven. Vender libros por las calles, en las aceras, tiene algo de chaplinesco, de esa dignidad callejera que nace del buen corazón y vivir con la mirada al frente, aunque el mundo se derrumbe a tu alrededor. Pero a muchos habrá que explicarles, además de qué es un libro, quién era Chaplin.
Creo que mi admiración callada por Pepe viene de su amor a lo que
hace y de la conciencia del valor de su trabajo. Es él el que dignifica con su
actitud esa simple sábana sobre la calle, es él quien lo dignifica esforzándose
en saber qué vende a las personas que pasan, tratando de hacerles llegar algo
en lo que cree y que les puede interesar. Si en este país hubiera gente como Pepe en los despachos, no tendría que haber gente como Pepe en la calles.
Decimos que los trabajos dignifican a las personas, pero
cada vez estoy más convencido de lo contrario: son las personas las que
dignifican a los trabajos, por humildes y sencillos que sean.
Feliz Navidad, Pepe.
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