Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El Guionista general introduce giros dramáticos en las
comedias e inesperadas comicidades en las tragedias, confirmando la idea
expresada por Charles Dickens en Oliver
Twist sobre la vida como un pedazo de tocino, con sus vetas cómicas y trágicas:
It is the custom on the stage, in all good murderous
melodramas, to present the tragic and the comic scenes, in as regular
alternation, as the layers of red and white in a side of streaky bacon. The
hero sinks upon his straw bed, weighed down by fetters and misfortunes; in the
next scene, his faithful but unconscious squire regales the audience with a
comic song. (cap. XVII)
Mientras en algunos lugares los golpes de la vida se
manifiestan con toda su crueldad, de otros escenarios nos llegan las historias
que nos hacen reír permitiéndonos equilibrar los humores y seguir adelante con
la esperanza de que algún día las lágrimas de la risa ganen a las del dolor,
terrible batalla líquida que explica por qué somos agua en un 70%. El ciclo hidrológico, el que mueve el agua
entre la hidrosfera y la atmósfera, es decir, entre mares y nubes, tiene su vertiente
humana entre la risa y el llanto, extremos ambos del estado anímico. Aunque se
nos diga que somos polvo y que en polvo nos hemos de convertir, es más cierto
que somos polvo aguado y pasamos a polvo deshidratado, el que ya ni ríe ni
llora. Se nos va el agua a las nubes.
Al que sí han hecho
polvo —y esta es la historia que queremos contar— es a Enrique Crespo,
alcalde de Manises y vicepresidente de la Diputación valenciana. La historia es
esta: el señor Crespo está imputado en un proceso para averiguar las causas por
las que la empresa de aguas residuales Emarsa tiene un agujero de diecisiete
millones de euros (hasta cuarenta millones, según otras fuentes) tras una
gestión un tanto oscura, es decir, con pagos poco claros por servicios ridículos o inexistentes. Las aguas con las que
se maneja el señor Crespo son apestosas y, simbólicamente hablando, no salen
tan limpias como debieran de las depuradoras a su cargo. Su ciclo hidrológico va de las aguas sucias a las más sucias de los negocios turbios.
Al señor Crespo, cuyo patrimonio se investiga por lo que
pudiera ocurrir en el proceso, le ha tocado la lotería, sí, la del día 22, la
de Navidad. El segundo premio de la Lotería Nacional cayó en Manises y, como
suele ocurrir, la euforia se desató. Y al desatarse, alguno se fue de la lengua
diciendo que al señor Crespo le había tocado, pero bien tocado. Con una
intervención a la velocidad del neutrino, inusual en la justicia española, el juez instructor envío
inmediatamente —el mismo día 22— a que se investigara cuánto le había tocado. Misteriosamente,
todas las informaciones que señalaban que el señor Crespo iba cargado de
décimos, han sido desmentidas por la contestación del agraciado, quien ha
señalado que solo tiene uno. Algunas informaciones apuntan a que podía tener
unos ochenta décimos, lo que le supondría un bote de 10 millones de euros,
según los cálculos.**
El 53.404 fue comprado y repartido por los militantes del PP
y el señor Crespo, poseído por la euforia que dan una mayoría absoluta y un
segundo premio de la Lotería de Navidad —demasiado para cualquiera con tan poca
diferencia de tiempo—, se lanzó a exhibir fajos de billetes loteros premiados.
Y esa euforia fue su perdición. El juez ha recabado todas las informaciones
periodísticas aparecidas con los testimonios de todos los que hablaban sobre el
número de décimos que llevaba el alcalde de Manises. La oposición ya se ha
lanzado a pedir de nuevo la cabeza de Crespo por mentir al juez con su
contestación de un solo y humilde billete ganador. En este cuento navideño,
real y realista, los Espíritus de la Justicia Pasada, Presente y Futura han
visitado la ciudad de Manises.
Por la boca muere el pez, decimos. Si el señor Crespo
resulta inocente, podrá disfrutar de su mayoría y de sus euros, pero en el caso
de no serlo, el dinero que la suerte le trajo irá a aquellos a los que sus
malas acciones hubieran podido perjudicar y que están teniendo unas navidades
más apretadas que el resto de los españoles, que ya las pasan apretadas.
El señor Crespo ha pasado de la risa al llanto, como otros,
los afectados por sus negocios, han pasado del llanto a la risa al escuchar su
historia. No está bien reírse de las desgracias ajenas, pero yo no me atrevería
a considerar una desgracia el que le incauten el patrimonio para pagar los
daños causados a otros. Podemos reírnos, pues, sin complejos de culpa, de esta
justicia poética —digna de Dickens—, que hace que lo que las manos inocentes de
los niños de San Ildefonso extrajeron del gran bombo de la suerte, vuelva a
aquellos que tuvieron la mala suerte de hacer negocios con las aguas residuales
del señor Crespo y a las arcas públicas.
Una vez más, las vetas del tocino, que Dickens señalaba.
Mientras el héroe trágico llora y se lamenta de su mala fortuna en su jergón de paja, nosotros —escuderos
escribanos— entonamos, en nuestra celda de la vida, la canción cómica que cuenta su
desgracia para consuelo y risa del auditorio. Agua somos y toca reír.
* “El juez pide al alcalde de Manises los décimos de lotería
que le han tocado” El País 24/12/2011
http://politica.elpais.com/politica/2011/12/23/actualidad/1324633928_724951.html
** “La lotería pone en aprietos al alcalde de Manises”, La Rioja 24/12/2011 http://www.larioja.com/v/20111224/espana/loteria-pone-aprietos-alcalde-20111224.html
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