Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Fatal, fatal, fatal… ¡de verdad! Es que ya no nos funcionan ni
los espías. Como se enteren —si no se han enterado ya— los de S&P, los de
Finch o los otros…, nos dejan en el último peldaño, al borde de la basura.
En el congreso se ha montado una buena y con razón. Los del
diario El Mundo invierten una pasta
en teleobjetivos y pretenden amortizarlos haciendo fotitos de los móviles de los diputados que, por no hablar, se
manda sms, que parece que es más discreto y respetuoso. Vamos, que sus señorías
están todo el día dándole al pulgar para enterarse de lo que pasa en el mundo,
ya que de lo que tienen delante se enteran más bien poco.
Los fotógrafos se han pasado tres pueblos y han convertido
las cámaras de la nación en Marbella, de tanto buscar las exclusivas que pillen
a fuerza de lentes. Como ya no se respeta nada en la profesión, la diputada Villalobos
se dirigió a reprender e inspeccionar las cámaras de los fotógrafos que enfocan
donde no deben. La doctrina que algunos han esgrimido sobre los espacios
públicos es ridícula porque no se trata de que te pillen bostezando, sino de
que te están cazando las conversaciones privadas. Alguno, que va para jurista,
ha tratado de equiparar la situación con la de los micrófonos abiertos, pero
esto es muy distinto, porque los micrófonos abiertos es sin intención, un fallo del que habla y otro del que maneja el micro, y aquí al
fotógrafo no le falla ni el enfoque ni el pulso, ni —por supuesto—, pasaba por
allí. Esto está más cerca de las escuchas telefónicas que de los micrófonos
abiertos; aquí no hay negligencia de nadie, solo espionaje.
Si pretendemos y exigimos que los políticos hagan una labor
sería y cumplan honestamente con su trabajo, que es el de todos, habrá que
empezar a exigir a los medios de comunicación y a algunos de sus profesionales
la misma seriedad y rigor. Ganaremos todos.
Al igual que los políticos representan a los ciudadanos y se
les debe exigir respetabilidad, a las conductas periodísticas que convierten las
cámaras de representantes en la salida de un club nocturno de la costa del sol,
encaramados a un árbol a ver qué pillan, habrá que recordarles que el derecho de informar no lo tienen por ninguna gracia especial, sino para que los
ciudadanos podamos estar mejor informados. A esto habrá que añadir que también “honestamente”
informados. Es decir, que lo mismo que les exigimos actuaciones correctas a los
políticos, también se las debemos exigir a los medios. No quiero que, en mi
nombre, amparándose en mi deseo y necesidad de estar informado se viole la
privacidad de nadie. Es muy sencillo: “no en mi nombre”. Los privilegios
concedidos a los informadores no son para que se vulnere ningún derecho. Por
eso la gracieta del diario El Mundo titulando la noticia “Villalobos
quiere controlar la ‘cámara’”*, no tiene gracia alguna y demuestra un estilo Murdoch que no nos gustaría que
se repitiera por aquí. La función de un periodista no es espiar. Ya intentaron
descubrir las notas de Rajoy y ahora le toca a Rubalcaba. Es lo que han hecho en
la poco ejemplar Italia con el cuaderno de Berlusconi y sus ocho “traidores”.
No copiemos lo peor y exijamos a nuestros informadores y políticos ejemplo de
comportamiento, elegancia y respeto. Y si lo hacen, insisto, “no en mi nombre”,
que no se invoque ningún derecho. Es una pena que los ciudadanos tengamos que
recordarles, a unos y otros, que hay unas
maneras correctas de actuar y otras que no lo son. Se recurre demasiado a las que
no se debe para conseguir votos o audiencias. Honestidad, por favor, política e
informativa.
Pero la cuestión no acaba ahí. No solo está la cuestión de
las formas y normas. Está la cuestión del “contenido” del sms: “Me dice nuestra
informadora en el Ayto de Madrid q Gallardon va Defensa”. Eso de tener “informadores”
en el Ayuntamiento de Madrid debe ser una práctica habitual en política. Ahora
descubrimos que la baja productividad de las administraciones se puede deber a
que están todo el día espiando unos y especulando otros sobre los ministrables. Que con la crisis del
Partido Socialista y con la que les ha caído encima (y lo que les queda), la
asistente de Rubalcaba le esté mandando mensajitos diciéndole el futuro ministerio
de Gallardón, nos deja la política española en el nivel de la RDA poco antes de
la caída del muro. Todo cutre, muy cutre. Infantilón porque ¿qué les importa a
Rubalcaba y la compañía a dónde va Gallardón? ¿Se molestaría John le Carré en
recrear este caso? ¿El topete,
quizás?
Además de dejarnos en evidencia a los medios que actúan mal,
los políticos no quedan mejor, ya que se dedican a esto del espionaje cutre y
tontorrón. Tampoco son formas, señorías. Dedíquense a trabajar en lo suyo y
esperen a leer en la prensa los ministros, como todo el mundo. Para exculpar al
jefe en funciones, se han apresurado a decir que el mensaje no había sido
solicitado, que le había llegado. Nos deben considerar idiotas, porque el
mensaje dice “nuestra informadora”. Es más bien un mensaje interno del PSOE,
una persona cercana a Pérez Rubalcaba, que ha recibido la llamada del ayuntamiento
o ha llamado ella para que le contaran dónde iban los ministrados. Lo malo es que en el Ayuntamiento
solo se preocupaban de dónde iba don Alberto Ruiz Gallardón, ex alcalde en
estos momentos. Nadie ha llamado, por tanto a Pérez Rubalcaba a contarle un
cotilleo. Alguien que habitualmente informa de lo que ocurre en el Ayuntamiento
(“nuestra informadora”) ha dado un soplo.
La tercera de las patas del asunto es la metedura de pata.
Ruiz Gallardón, como sabemos ahora, no ha ido a Defensa sino a Justicia. Aquí
ni la espía funciona. El fotógrafo del Congreso incumple los comportamientos
periodísticos correctos convirtiéndose en espía y violando la privacidad de las
comunicaciones; los políticos incumplen la ética democrática dedicándose a
tener espías institucionales para que les filtren informaciones sobre quién
será ministro. Y, al final de la cadena, tenemos una espía incompetente, que se equivoca
de ministerio. ¡Pero en qué país estamos! Lo dicho, como se enteren en
S&P…
Pero el toque LeCarré requiere que todo sea más complicado y
tenga sorpresa final. La agente infiltrada podría ser una agente doble y estar
informando mal al partido socialista para dejar en evidencia el desastre y la
inoperancia. Podría ser también una maniobra para desenmascarar a la agente
municipal infiltrada, para dejar al descubierto al topo que se infiltró de becaria en los ochenta en el ayuntamiento…
Las posibilidades son infinitas. El próximo estreno de El topo, basado en la novela del autor británico, el maestro del
espionaje complicado, de la revuelta
de tuerca, puede desatar la paranoia. Todos comenzarán a ver infiltrados por
todas partes. Y a lo mejor tienen razón.
—¿Oiga…? ¿Es el Ayuntamiento…? Sí, de Madrid, claro… ¿Está
la agente doble?... Noooo, la otra, la doble, la de negro, sí… ¡que se
ponga!...
* “Villalobos quiere controla la ‘cámara’” El Mundo
21/12/2011 http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/21/espana/1324464238.html
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