Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Les recomiendo que vean la película de Michael Apted, Amazing Grace (2006). Puede verse como una película histórica en los hechos, pero también como portadora de una serie de observaciones válidas en todo momento.
La película nos narra el largo proceso para intentar acabar con la esclavitud en el Reino Unido. El título de la obra es el del conocido himno Amazing Grace al que le puso letra un capitán de un barco esclavista que entró en una profunda crisis al enfrentarse a la situación de las personas a las que llevaba a América. Este hombre, que estaba perdido y fue encontrado, tal como reza el himno, fue una profunda influencia en un joven dedicado a la política a través de sus ideas cristianas. Formaron un grupo conocido como los “santos”, encabezado por el joven político, William Wilberforce, el protagonista de la película, y lucharon con poco éxito, año tras año, para intentar convencer a un parlamento lleno de personas con intereses en los negocios americanos y, por tanto, interesados en mantener la mano de obra esclava.
Prueban la vía de acumular pruebas y testimonios, firmas de miles de personas, mostrar lo terrible de la situación, pero chocan con los intereses económicos una y otra vez. La esclavitud, mediante una serie de juegos cínicos, se mantenía en aquellos lugares donde era rentable. No se necesitaban en Inglaterra y allí sí se podía prohibir. Pero se podía mantener en América. Igual política siguieron algunos países: no manchaban sus territorios con la esclavitud, pero si se beneficiaban de sus resultados.
Todo cambia cuando deciden cambiar de estrategia. Uno de los reformistas recuerda, dice, un viejo principio de sus libros de Derecho: Nosus decipio, que es traducido como “engañemos” (we cheat). Van a ver al primer ministro Pitt, que les apoya, y le proponen la presentación de una “aburrida ley”, que pase sin sospechas por el parlamento. La propuesta es que en mitad de los conflictos entre Francia e Inglaterra se retire la protección de la bandera de conveniencia americana que utilizan los cargueros franceses para navegar sin problemas y puedan ser abordados por los corsarios al servicio de Inglaterra.
Lo que se presenta como una ley “patriótica”, acabar con los cargueros franceses protegidos por la bandera neutral americana, servirá indirectamente para que también puedan ser abordados los barcos esclavistas ingleses que lo hacen también con bandera americana para eludir el control nacional.
Le explican al primer ministro Pitt:
“El 80% de los barcos de esclavos llevan la bandera americana para evitar ser abordados por los corsarios. Si aprobamos una ley que acabe con esa protección, ningún armador dejará zarpar sus barcos.”
Cualquier barco que lleve bandera americana podrá ser abordado por los corsarios, a los que les da igual si son franceses o británicos, si ellos actúan dentro del marco de la ley que les autoriza. Con esta argucia, acabarán con el 80% del comercio del tráfico de esclavos con América. Consiguen que la ley sea aprobada y ocurre lo que habían previsto: los empresarios británicos, los armadores, retiran sus barcos ante la inseguridad del mar, es decir, del mercado.
Wilberforce muestra ente los Comunes los testimonios de los males de la esclavitud |
La distinción entre un problema humano y moral, la esclavitud, y económico, el comercio de esclavos, nos lleva en la película a la comprensión de que las únicas armas que les queda a los reformistas morales son las propias del “mercado”. Dejar que el mercado asuma sus propios conflictos. El comercio de esclavos no termina por aspectos morales o éticos, por ser una monstruosidad, sino por no ser rentable, por acumular demasiado riesgo. La pérdida de los barcos no es compensada por la ganancia de “la mercancía”. Una lección interesante.
Lo que la película no nos cuenta es otro elemento más perverso, pero eficaz en última instancia. Inglaterra, que vio cómo esta medida mermaba sus posibilidades de competencia al encarecer la mano de obra de sus negocios, presionó internacionalmente, en una cruzada sin precedentes, a los demás países competidores para que abandonaran también el comercio de esclavos. Empezó a acusar a los demás de competencia desleal. Una prolongación del principio señalado anteriormente: homeopatía mercantil.
Históricamente, la película es magnífica, y una gran película. Simbólicamente, nos ofrece una fábula sin igual para comprender los mecanismos del mundo moderno basado en la compra y la venta como único criterio.
El “Nosus decipio” es la necesidad de actuar con las mismas armas con las que se estaba burlando el deseo de los ingleses de acabar con la esclavitud. La película es, además, un canto a África —representada en el personaje de Olaudah Equiano, el príncipe africano convertido en esclavo, interpretado por el gran Youssou N’Dour, que acabará escribiendo sobre la esclavitud y sacudiendo las conciencias—, a su sufrimiento, y a su contribución no deseada al desarrollo de un sistema que instauró la injusticia en el origen de su riqueza, el comercio de esclavos.
exelente pelicula..conmovedor final..una escena de gaiteros reales que emociona hasta lo mas profundo....que esperamos para copiar lo mejor...creando uncomite de moral con la abolicion de la asquerosa etica relativista-propia de nuestros dias-no ser directos-nosus decipios-....mientras tanto..por favor!..Si lo ven al futuro..........................Diganle que no venga!!...---...The end-
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