Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si no fuera el asunto tan serio, podríamos pensar que alguien nos está tomando el pelo. Sin embargo todo esto es muy serio. Mientras esperábamos que nuestros problemas de descenso pausado —hacia no sé dónde— se diluyeran con la inyección de optimismo del acuerdo sobre el tope de endeudamiento norteamericano, resulta que vivimos el peor día del Ibex. Después de lograr un acuerdo, la explicación al desastre bursátil es que existen dudas.
Cuando los banqueros fueron reclamados a Moncloa por nuestro actual Presidente del Gobierno, el banquero Botín le pidió que no sembrara dudas sobre su futuro, pues eso afectaba a la credibilidad de los mercados sobre la economía española. La reunión no solucionó nada y trajo más dudas sobre si era mejor solucionar las dudas o mantenerlas. Decidieron resolver las dudas sobre la duda y se eligió un candidato, que en vez de resolver las dudas, trajo más, esta vez sobre cuándo se iban a celebrar las elecciones. Más dudas. Y la bolsa seguía bajando y la deuda subiendo.
Se convocaron elecciones, que era la duda que había que solucionar para que los mercados dejaran de dudar. Pero los mercados, aunque todo el mundo tenga más o menos claro qué pasará (como lo tienen claro los votantes del PSOE según el CIS), siguen dudando. La Bolsa baja y la deuda sube de nuevo.
Se reunieron los presidentes europeos y se le criticó a Angela Merkel que no mandara un signo claro para que los mercados, que seguían dudando, dejaran de dudar. Parece que lo hicieron solo media hora, que fue lo que la bolsa tardó en bajar de nuevo tras la reunión eufórica inicial.
Esta vez, la última, el problema que teníamos es que había muchas dudas sobre los Estados Unidos porque no había acuerdo entre demócratas y republicanos y el mundo dudaba sobre si se iba a producir mañana una suspensión de pagos. Cuando por fin pensábamos que ya no había dudas, que los norteamericanos habían llegado a un acuerdo, que los europeos habían llegado a un acuerdo, y que los políticos españoles habían llegado a un acuerdo sobre las elecciones con el fin de despejar las dudas, pues, es que no, que no se ha despejado nada y los mercados se vuelve a desplomar.
Probablemente, a usted como a mí, ya le estén empezando a cargar con tanta duda. A pesar de todo, de tanta y tanta duda, podemos llegar a algunas conclusiones claras:
1.- Las dudas no se resuelven nunca.
2.- La duda está en la naturaleza de los que dudan.
3.- Dudar es un marco, más que una acción, que engloba y marca a otras acciones.
4.- Según el estado de ánimo, optimista o pesimista, todo será certeza o duda.
5.- Dudan porque son pesimistas.
5.- Dudan porque son pesimistas.
Esto tiene transcendencia para el presente. ¿Qué se puede hacer con unas instituciones que dudan de la solvencia de Estados Unidos, de la solvencia de Europa y de todo lo que le pongan por delante? Aquí el término “instituciones” es un poco etéreo, vamos a decirlo así, porque seguimos sin ponerle cara a eso que llamamos “los inversores” o “los mercados” en una extraña maniobra de proyección retórica de nosotros mismos. ¿Estamos ante un caso de ventriloquía, de esquizofrenia capitalista, tal vez? Es como si Hamlet decidiera, inmerso en dudas, finalmente "no ser" y desapareciera.
Rebecca |
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