Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La entrevista que presenta The New York Times con la neurocientífica canadiense Ellen Bialystok* deja una cosa clara: ser bilingüe es una ventaja. A la ventaja obvia de hablar dos idiomas, se junta la interna. El cerebro de la persona bilingüe está sometido a un entrenamiento permanente en ciertos tipos de operaciones que los cerebros de los que utilizan una sola lengua no realizan.
La entrevistadora pregunta a la profesora Bialystok, de la Universidad de York (Toronto), qué ocurre con las creencias anteriores que apuntaban a que el bilingüismo era negativo: «Until about the 1960s, the conventional wisdom was that bilingualism was a disadvantage. Some of this was xenophobia. Thanks to science, we now know that the opposite is true», señala la investigadora.
Llenamos aquello que no conocemos demasiado bien con nuestros prejuicios. Uno de los grandes retos de la Ciencia es precisamente desoír los cantos de sirena de los prejuicios. Es muy difícil recorrer el camino existente entre el desconocimiento y la aparente naturalidad con que se presentan nuestras fobias sin caer hacia un lado.
Ellen Bialystok, de la U. de York (Toronto) |
Señalar que el bilingüismo era perjudicial era una forma pseudocientífica de evitar matrimonios interculturales o imponer la educación en una sola lengua o cultura. El caso es parecido a lo que ocurría hasta no hace mucho tiempo con los zurdos o ambidiestros. Se les forzaba a utilizar la mano derecha. En el caso del bilingüismo, tras cada una de las lenguas se encuentran culturas distintas que reclaman su lugar en un combate feroz si se las considera enemigas.
Hoy el bilingüismo es también una cuestión (que no un problema) de política interna de los estados respecto a aquellas personas que viven dentro de sus fronteras. El creciente carácter multicultural de nuestras sociedades debe acoger esa gran ventaja que supone tener muchos individuos bilingües y no tratar de ocultar o demonizar una de ellas porque además de perder riqueza, genera frustración y resentimiento hacia aquellos que cercenaron una parte cultural e intelectual de la persona. Con la lengua se pierde una parte del legado histórico que se podría recibir. Un estado sensato debería buscar precisamente la armonización y no el rechazo. El bilingüismo es el que es, por encima de las decisiones políticas: es una situación real en el que las personas están expuestas al uso de dos lenguas por las circunstancias de su nacimiento.
Se puede ser bilingüe por familia o por residencia (o por ambas cosas). El creciente número de matrimonios de personas de distintas y diferentes culturas y lenguas debe verse como una apertura, como un enriquecimiento social y personal. La investigadora canadiense señala:
I’m asked about this all the time. People e-mail me and say, “I’m getting married to someone from another culture, what should we do with the children?” I always say, “You’re sitting on a potential gift.”
Además de compartir su propia confluencia, deben hacer que sus hijos se sientan como ciudadanos de dos mundos, con una riqueza que compartir, porque la generosidad que vean en sus familias les servirá de modelo para su propio comportamiento en el futuro.
Hay demasiados casos en los que se ha condenado a las personas a vivir en tierra de nadie, con los efectos destructivos que eso tiene, cuando hay que buscar precisamente el efecto contrario. Como bien señalaba Ellen Bialystok, eran más los prejuicios de la xenofobia y el racismo que la realidad los que intentaban silenciar una de las dos lenguas maternas. Aunque haya una madre biológica, hay dos madres culturales, cada uno de los dos ámbitos aportados por los padres. Igual que se reparten los genes, también se deben repartir los “memes”, por utilizar el término acuñado por Richard Dawkins para referirse a las unidades que se transmiten en la Cultura.
Trabajando con dos lenguas —que es de donde viene la ventaja señalada por la neurocientífica—, el cerebro realiza un esfuerzo permanente para tratar de conciliar los elementos vivos en ambos campos interiorizados de la cultura. A través del lenguaje anidan en nuestro cerebro las raíces de la clasificación y los sentidos sociales que el lenguaje amontona a través de la coevolución de la lengua y la sociedad, de los organismos vivos y de la sociedad convertida en organismo, cultura viva.
Esta sobre actividad es beneficiosa en muchos terrenos, unos constatables empíricamente y otros deducibles intuitivamente. En la entrevista se señala que en los individuos bilingües la aparición del Alzheimer se retrasa entre cinco y seis años. Esto no es una maravilla de las lenguas, sino la constatación del esfuerzo permanente, el entrenamiento constante, al que el cerebro se ve sometido al estar realizando los movimientos interpretativos entre una lengua y otra, entre los dos universos culturales, algo que va más allá de las tareas de diccionario y entra de lleno en las de la enciclopedia, en el conjunto de la visión cultural que cada lengua configura.
Las lenguas son universos complejos en los que se vive y se transita. Las palabras, los conceptos, son el orden del mundo y el mundo mismo en la forma en que nos lo apropiamos simbólicamente. No es solo una posibilidad comunicativa; para poder comunicarnos debemos antes construir ese universo interior necesario. Cuando se transita por dos universos y una sola realidad, el cerebro debe realizar una actividad doble que confiere a los sujetos bilingües su elasticidad mental. También esa elasticidad ofrece un punto de relativismo ya que el universo ya no es uno, sino que pasa a ser doble. Al hablar dos lenguas se descubre que el vínculo entre el mundo, las palabras y las ideas no es natural, sino construcción histórica de cada lengua y cultura. Para bien y para mal, se descubre que las palabras son palabras moldeadas por nuestra sociedad y que en ellas se recogen nuestros aciertos y errores interpretativos de la realidad, nuestros valores y sentimientos sociales.
El bilingüismo aumenta la capacidad metalingüística al hacernos más conscientes de las lenguas y también permite un mejor trabajo multitarea, es decir, la realización eficaz de varias acciones simultáneamente, ya que los individuos pasan de un campo a otro a mayor velocidad y esto es también un entrenamiento para otras actividades.
Sin embargo, el problema mayor es el de la coacción social, los prejuicios hacia las personas que tienen esa capacidad doble desarrollada o que tratan de evitar que la tengan. No suele ser la lengua la que causa el problema, sino la cultura sobre la que se asienta. Es ahí donde hay que trabajar, en la aceptación de la diversidad humana y en la voluntad de entendimiento. De poco sirven las lenguas si no queremos hablarnos.
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