Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hay que reconocer que todos los Gadafi han sacado el espíritu teatral de su padre, el dictador. Ese sentido del espectáculo solo se puede llevar en los genes y manifestarse como una vocación, como una forma de vida.
La reaparición de Saif al Islam tras su presunta (y a la vista anticipada noticia) detención solo puede ser calificada como espectáculo. A falta de otra cosa, los Gadafi viven y sobreviven a golpe de efecto. Han convertido Libia es un gigantesco escenario de variedades lleno de trampas, resortes y nubes de humo tras las que aparecen y reaparecen. Uno se puede imaginar a cualquier Gadafi introducido en una caja, rodearla de cadenas, atravesarla con espadas, sumergirla dos horas en agua helada y, tras unos pases mágicos, que reaparezca tan campante.
Siempre se habló (incluida España) que los dictadores tenían varios dobles a su servicio para estos casos. Su función era sobrevivir a los atentados, en el peor de los casos, o evitar el aburrimiento de la vida social, que para algunos dictadores es importante a falta de parlamentos. Incluso uno de los abogados personados contra Mubarak en la corte de El Cairo, sostiene la teoría de que Mubarak murió en 2004 y ha solicitado al tribunal una prueba de ADN. A los dictadores les encantan esas leyendas, que nunca se sepa a quién tiene delante sus aterrorizados súbditos. Les da cierto prestigio mágico. El que se la juega en un atentado contra el dictador, al menos, debe estar seguro de contra quién atenta.
Saif al Islam reaparecido anoche en Trípoli para desmentir su detención |
Las gafas de Gadafi, sus atuendos llamativos, todos esos elementos teatrales, pueden ser artilugios psicológicos para sembrar esa duda sobre quién se tiene delante. Al final identificamos a Gadafi más por los atuendos que por la cara, por los uniformes de opereta que por sus rasgos ocultos tras gafas oscuras.
Los llamamientos desde distintos lugares, las proclamas teatrales tras los bombardeos para hacer ver que no estaba donde los demás creían que estaba, etc., todo ellos son maniobras destinadas a sembrar confusión y crear leyenda. La metedura de pata del ministro de Asuntos Exteriores británico cuando dijo que ya estaba camino de Venezuela tiene todas las trazas de haber sido una intoxicación informativa. Y ese juego le encanta a Gadafi, que dentro de su histrionismo, refuerza la moral de sus seguidores haciendo ver lo tontos y crédulos que son los occidentales o los enemigos locales. Si por él fuera, huiría de Libia convertido en hombre-bala camino de Venezuela. Sería un final grandioso para un dictador teatral.
En 2005 David Smith cruzó la frontera con México enseñando su pasaporte mientras volaba |
La reaparición de Saif al Islam es un golpe de efecto que demuestra que el caos sigue en las tropas rebeldes, que siguen careciendo de una coordinación efectiva, algo lógico en un “ejército” de estas características. Lo que habrá que ver a hora es qué efectos tiene sobre la moral y, sobre todo, cuántas trampas y trampillas quedan sobre el escenario de Trípoli. Algunas pueden ser muy peligrosas.
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