viernes, 26 de agosto de 2011

El argumento

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El argumento se repite treinta años después: es mejor un trabajador temporal que un parado; es mejor empleo precario que desempleo.
No sé si en la economía española se puede aplicar la Teoría de los ciclos económicos, pero sí sé que se puede aplicar la Teoría de los ciclos argumentales. El argumento vuelve una y otra vez desde los primeros gobiernos socialistas en los ochenta. Lo hemos escuchado en la boca de ministro distinto, con voces distintas, pero siempre el mismo argumento. Tres décadas es mucho ciclo, es mucho confiar en el cielo para ver si llueve o no. Porque la economía española es un desesperante ejercicio de ver qué ocurre en otros sitios, de mirar al cielo a ver si llegan las nubes de la bonanza o nos caen los chaparrones de las crisis, pero siempre jugando con negras, esperando que otros muevan ficha. La economía española siempre se está al resto.
Una generación completa ha sido pasada por el filtro de la precariedad con buena intención, por la contratación temporal por la que debes sentirte agradecido y besar el suelo por el que ha pasado el político que ha creado las condiciones que siguen ocultando la verdad final: lo precario es nuestra economía, no el empleo.
Lo que hoy tenemos es parecido al que se ha ido dando en otros campos, una polarización: unas pocas grandes empresas y una inmensa mayoría de pequeñas empresas, las PYMES, que son el tejido real de nuestra sociedad; pequeños negocios con poca capacidad de crear empleo estable, con baja capacidad productiva, y un empleo que —dado las fluctuaciones— se ha convertido en crónicamente precario y mal pagado.
Este es el retrato que se da de las PYME españolas:

Según el Directorio Central de Empresas (DIRCE), a 1 de enero del año 2010 había en España 3.283.495 PYME (empresas comprendidas entre 0 y 249 asalariados). Es decir,  el 99,88 por ciento de las 3.287.374 empresas que conforman el censo, excluida la agricultura y la pesca.
La mayoría de las PYME ejercen la actividad en el sector servicios seguido del de comercio. En el primero, la mayor concentración se encuentra principalmente en los servicios de comidas y bebidas y en el transporte terrestre.
Desde 1999, el crecimiento del total de empresas se ha elevado a 692.488, lo que supone un incremento acumulado del 26,7% en el periodo 1999-2009.*

Veamos más datos:

En la distribución por número de asalariados, el mayor peso porcentual lo soportan las empresas sin asalariados, que suponen el 53,9% del total de empresas. Sin embargo la evolución de este tipo de empresa, dentro del conjunto, es descendente, ya que desde el 1 de enero de 1995, al 1 de enero de 2010, han pasado de representar el 57,6% al mencionado 53,9%, situándonos en valores similares a los de 2000 y 2001. […]
Este transvase de las pequeñas empresas a las empresas sin asalariados constituye un retroceso en la convergencia con el tamaño medio de las PYME de la Unión Europea.
El tejido empresarial español, junto con el de Grecia Italia y Portugal, sigue estando constituido por pequeñas unidades de producción en mayor medida que en el resto de los países de la EU27.*


La ausencia de más grandes empresas obliga a crear empresas unipersonales porque no se contrata. Las empresas grandes despiden como política empresarial (recortes) y las pequeñas son tan pequeñas que son unipersonales en el 53’9 % de los casos. ¡Eso supone que más de 1.600.000 trabajadores son su propia empresa! Lo peor de todo: el retroceso de una década. No se avanza, lo que quiere decir claramente que no se han seguido las políticas adecuadas en modo alguno. La medicina que se nos trae ahora es más de lo mismo y demuestra la incapacidad imaginativa, de liderazgo y de sinceridad para haber afrontado los hechos que las cifras reflejas. El optimismo de nuestros políticos se paga como empeoramiento de las condiciones laborales y como endeudamiento,  que es lo que tenemos en este momento en el tapete. Tener un país de camareros y vendedores es tener abierta la puerta a los que producen. Pero los desequilibrios se pagan cuando el consumo se retrae porque se ha roto la fuente de ingresos. Existen puntos críticos en los cuales los sistemas se disparan. No hacer caso de tanto aviso se paga. Pero la culpa siempre la tienen otros y las crisis siempre comienzan en otra parte.
Tercer bloque de datos:

De acuerdo con los datos de Eurostat correspondientes a 2008 el porcentaje de PYME frente al total de empresas era mayor en España (78,0%), que la media de la Unión Europea (67,4%). Así mismo, las PYME ocupan un porcentaje mayor del total de trabajadores y, porcentualmente, contribuyen en mayor medida que en la Unión Europea al valor añadido total. El valor añadido por persona ocupada y la productividad están por debajo de la media de la UE-27, siendo este uno de los principales problemas que tienen las PYME españolas.
Un mayor nivel de desglose de la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE-2009) muestra que, en la actualidad (1 de enero de 2010), la mayor concentración sectorial de las PYME se produce en establecimientos de bebidas, seguido de construcción de edificios y de comercio al por menor de otros artículos en establecimientos especializados. En torno al 8,1% de las empresas se encuentran en el sector de la hostelería.*

Esto quiere decir que, en promedio, tenemos más empresas pequeñas que el resto de Europa y que, además, son más pequeñas. El remate es que, por si fuera poco, la productividad es menor. Construcción, en crisis por la burbuja, y la hostelería, a expensas del “buen año”, de más “puentes”, de más festivos y patronales… Esto es lo que tenemos.
¿Cómo hemos llegado a este panorama?
Con estas perspectivas, se da un paso más en la estimulación de un empleo que no existe apenas y que cuando lo hace está sujeto a los vaivenes de las crisis de los demás. España ha retrocedido ante los espejismos de un lujo hipotecado, de un crecimiento condenado a ser un modelo de acordeón porque no tiene lo único que puede hacerte coger la batuta: empresas que produzcan y den entrada a las generaciones jóvenes que se incorporen al mercado de trabajo. Eso es lo que está padeciendo la generación que sale a las calles: la falta de un futuro en condiciones para ellos. La emigración de los investigadores, de los profesionales de alta cualificación no es más que el síntoma de que no se les necesita. Oferta y demanda pura.
La política del es mejor tener empleo precario y temporal, mal pagado, etc., no ha servido más que para desarticular nuestro tejido productivo, hoy inexistente, para absorber mano de obra barata. No basta con tener empleos precarios para camuflar las cifras del paro. De nuevo se vuelve a recurrir al eufemismo de la “formación”. Llevamos treinta años formando parados. Hemos convertido nuestro mal en crónico.
Lo que tenemos hoy es una sociedad condenada a unos crecimientos mínimos, mal repartidos y de baja calidad productiva. Que haya unas cuantas, poquísimas, grandes empresas no significa nada. Ya hemos visto su comportamiento respecto al empleo. Lo importante es ese 99’88% de empresas en las que está incluida la inmensa mayoría de los que tienen suerte de disponer de una fuente ingresos. Ante la falta de oferta y de su baja calidad, los españoles han elegido el autoempleo. Más vale lo malo conocido. Pero lo que se puede hacer así solo es sobrevivir. El éxito de la economía sumergida es que anida en ese autoempleo que va creciendo por el tejido social.

Desperdiciamos los investigadores que formamos
La tarea de los políticos es cambiar esto y no lo hacen. No tenemos un ministro o ministra de Economía desde hace muchos años. Tenemos mejores o peores demagogos que, cuando no tienen más remedio, aplican las recetas que les exigen desde fuera para que nuestra economía, que ha recibido mucho de Europa, no arrastre más de lo que lo han hecho países como Irlanda o Grecia.
Querer un futuro mejor para tus hijos se revela como un sueño imposible ante los datos que tenemos año tras año delante de los ojos. Promesas de mejora que se quedan en nada porque no se aprovechan las bonanzas más que para construir nuevas casas, casas que ya no habitan ni los fantasmas porque no hay tanto fantasma para tanto local vacío. El colapso de la clase política, pagada de sí misma, lo pagamos todos. 
No producimos y mientras sigamos sin hacerlo da igual que firmemos los pactos que queramos y que los pongamos en la Constitución o en las tablas de Moisés. Seguiremos camuflando las cifras y la realidad que esconden.

* “Retrato de la PYME 2011”. Subdirección General de Fomento Empresarial. http://www.ipyme.org/Publicaciones/Retrato_PYME_2011.pdf






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