sábado, 2 de abril de 2011

Las repúblicas hereditarias y la corrupción


Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El analista egipcio Nael M. Shama, en un artículo publicado a finales de septiembre de 2010 en The Daily News Egypt* contaba una interesante anécdota de Nasser relatada por su hijo mayor, Khaled. Escribe Shama que Nasser había salido de incógnito a dar un paseo en coche con su hijo adolescente. En algún punto del recorrido, Nasser fue reconocido por las gentes que, emocionadas, rodearon el coche manifestándole su afecto. El presidente egipcio les devolvía el saludo agradeciéndoles las muestras de cariño. De repente, Nasser se dio cuenta que su hijo Khaled, contagiado por el entusiasmo e imitando a su padre, saludaba también a las gentes. Nasser fue expeditivo: «¿Es que te has vuelto loco, muchacho?»
Shama contrasta la reacción de Nasser prohibiendo a su hijo el más mínimo gesto que le permitiera creer que aquello iba con él, por un lado, o que pudiera ser receptor del aprecio del pueblo sin haberlo merecido, solo por el hecho de ser su hijo, con la situación de muchos países árabes. Para Nasser, que había llevado la república con la revolución, aquello era una perversión del sistema y de la persona.
Una de las causas de las revueltas en el mundo árabe es el carácter “monárquico” dictatorial que han tomado las repúblicas, nacidas muchas de ellas de revoluciones que derrocaron monarquías. Las repúblicas se fundamentan en el carácter interino de todos los miembros que acceden al poder. Es la interinidad la que justifica su ventaja porque garantiza, a priori, que para continuar en el poder es necesario hacerlo bien y recibir el apoyo de los electores. Igualmente, aunque lo puedas hacer bien, las reglas del juego limitan los mandatos como garantía de renovación. En el mundo árabe, el sociólogo Saad Eddin Ibrahim acuñó el término "Gumlukiyas" para referirse a estas “repúblicas hereditarias”, repúblicas en las que el poder pasa de padres a hijos. La palabra es la resultante de fusionar “República” (gumhuriya) y “Monarquía” (mamlukiya).
Lo que Nasser quería evitar, que su hijo se hiciera ilusiones sucesorias y que el pueblo pudiera pensar en él como un sucesor, es lo que se ha visto cumplido en Siria, casi en Egipto, en Yemen, en el Irak de Saddam Hussein, en la Libia de Gadafi y en algunos otros países más. La combinación de república, dictadura y sucesión familiar es una mezcla explosiva. En ocasiones, como en Libia, las familias numerosas desencadenan conflictos internos entre los hermanos en la lucha por ser designados sucesores. Recuerdo el horror que les producía a mis amigos egipcios pensar que Hosni Mubarak les ofrecía a su hijo como alternativa de futuro. Tras el padre, el hijo. La familia es la garantía de que los intereses acumulados se mantendrán bien controlados por los sucesores. No hay genética, solo ambición y miedo a perder lo acumulado.
El deseo de permanecer en los cargos y continuar a través de la familia es una tentación que anida en los más ambiciosos. No es exclusivo de los países árabes. Hay formas de burlar las prevenciones constitucionales de renovación a través de las limitaciones de los mandatos. En Argentina, el matrimonio Kirchner se sucedió ganancialmente, tras el marido, la esposa. En Rusia, no fue la familia, pero el mandato se prolongó por el relevo de puesto de Vladimir Putin, de presidente pasó a primer ministro. Ya está preparando sus armas para volver en las próximas elecciones.
En Estados Unidos, la familia Bush también ha tenido sus periodos democráticos de mandatos y Hillary Clinton podría haber emulado a la pareja argentina de no ser por la elección de Obama. En Haití, la alternativa al candidato oficialista, un cantante, es Mirlande Manigat, la esposa del que fuera presidente del país durante 130 días, derrocado por un golpe de estado en 1988. El marido se presentó en las anteriores elecciones, perdió y ahora lo hace su esposa, una constitucionalista prestigiosa. Todos son casos muy distintos, pero reflejan esa vocación “familiar” por la política.
Una de las enmiendas sobre las que ha habido más acuerdo en el referéndum egipcio ha sido precisamente la limitación de los mandatos. El perpetuarse familiarmente en el poder es una tentación que, en los casos de dictaduras, se convierten en formas opresivas y asfixiantes para los pueblos. En las democracias suelen ser el principio de corrupciones porque se acaba pensando el Estado en términos de propiedad y destino, dos grandes enfermedades de la política.

* Nael M. Shama “DECODING EGYPT Forty Years Later: Why is Nasser still remembered in the Arab World?” The Daily News Egypt 30/10/2010 http://www.thedailynewsegypt.com/columnists/decoding-egypt-forty-years-later-why-is-nasser-still-remembered-in-the-arab-world-dp1.html



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