Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los datos que aparecen sobre el aumento claro de las exportaciones españolas son una buena noticia dentro de la oscuridad. Los datos se convierten en “información” cuando se puede establecer un patrón en ellos, nos decía Bateson. Y eso es lo que ocurre. Muestran más allá de sí mismos y adquieren un sentido. ¿Qué muestran?
Dentro de lo que vemos cada día se vislumbra una tendencia y es la capacidad de salir al exterior mediante la diversificación de la producción con garantías competitivas. La información que esos datos configuran es que el sistema productivo español es capaz de fabricar algo que los demás necesitan más allá del ladrillo. La potencia de la construcción es tan grande que hace girar una parte muy extensa del sistema productivo, que se orienta a satisfacer las necesidades del sector como si fueran los círculos de una diana. Cuando el centro del blanco desaparece, los demás círculos se van derrumbando por la falta de demanda.
El parón de la demanda interna ha hecho que las empresas, que orientaban su producción hacia lo que el sector constructor generaba a su alrededor, se dirijan hacia otros lugares. La buena noticia es que es posible ir más allá del ladrillo y que debemos darnos cuenta como país lo antes posible de esto.
La trampa de la construcción es la que ha llevado a Estados Unidos, España y otros países a un crecimiento de fuegos artificiales mediante la creación de burbujas que en su estallido han arrastrado a los ciudadanos a hipotecarse y a las empresas a dirigirse hacia este sector por el crecimiento de la demanda. Una demanda que se ha parado en seco. No hace falta repetir aquí los efectos bancarios, financieros, etc. del hecho. Es impresionante ver las coincidencias de la crisis de la construcción en USA y en España, cómo se repite a escala un caso similar de burbuja basada en la construcción, con la salvedad de que Estados Unidos tiene unos recursos productivos que nosotros no tenemos. Pero el funcionamiento del proceso ha sido muy parecido.
En nuestro caso, el vínculo con el turismo ha llevado a que gran parte de esa burbuja se concentrara en zonas a las que se ha destrozado con el crecimiento vertiginoso y descontrolado. Aquí la responsabilidad es claramente política, por un lado, y social por otro, ya que muchos de estos casos han contado con la encendida defensa de pueblos enteros que veían la destrucción de su entorno mediante construcciones masivas, campos de golf en lugares inverosímiles, parques temáticos improductivos o Las Vegas a escala hispana, como su futuro. Han apoyado a políticos locales o regionales que prometían los empleos y la riqueza que eso iba a traer a las zonas. Sin embargo, ese crecimiento fácil lo que hace es alimentarse de su propia carne en la medida en que agota las posibilidades y crea una dependencia tan grande que el más mínimo vaivén del sector hace pasar de la riqueza a la miseria en apenas meses.
Las mínimas dosis de sentido común son suficientes para darse cuenta que así se estaba creando un país demasiado expuesto a las fluctuaciones de un solo sector, por lo que se limitaban las condiciones de recuperación en el caso de llegada de las vacas flacas, que finalmente llegaron. La más elemental cordura dice que un país con una economía diversificada es más seguro que uno que depende de un solo sector que, además, está altamente expuesto a las variaciones del entorno, llámense climáticas, políticas, etc. La conexión construcción-turismo cuando funciona hace crecer rápidamente, pero cuando no lo hace te hunde a velocidad de vértigo. Lo paraliza todo.
Nos estamos beneficiando, económicamente hablando, de la inseguridad política de los países árabes al abandonar el turismo esas zonas. En vez de considerarnos satisfechos porque ese turismo venga aquí, deberíamos aprender de lo que eso está suponiendo para esos mismos países: el parón en cadena. Muchos pusieron en la balanza la preferencia por la seguridad de la dictadura antes que la inseguridad de la busca de la democracia. Es más fácil atraer turistas que echar dictadores. Estos últimos están saliendo.
El turismo no regresa todavía, pero lo ilustrativo son los efectos del peso del sector en el conjunto de la economía. Hay muchos países que no tienen mucho más que el sector turístico por sus propias limitaciones de desarrollo. El modelo es una forma de crecimiento rápido, un punto de partida para poder traer recursos. Pero el modelo pasa ser una condena si no se diversifica y se sigue creciendo en la misma línea demasiado tiempo. La economía se vuelve determinista y arriesgada cuando depende de un sector con tanta intensidad; condena y limita las posibilidades de crecimiento. La sociedad se enriquece, pero sus mejores cerebros se ven obligados a emigrar porque su economía no les ofrece posibilidades de desarrollo. No los necesita. Pronto, solo se quedan los que el mercado puede absorber.
Es el modelo español. El turismo y la construcción han sido motores importantes, pero también una condena a un modelo que ha ido dejando su huella en nuestro entorno físico, político y mental. Por eso es una buena noticia que, aunque sea a fuerza de palos económicos, el burro haya dejado de mirar la zanahoria que tiene delante de sus ojos y comprenda, en su pobre razonar, que el alimento —una dieta variada y rica— está a su alcance solo con dejar de mirar obsesivamente esa zanahoria que beneficia a muchos, pero que también perjudica lastrando nuestro crecimiento y la calidad de nuestra sociedad. Será una transformación traumática, pero necesaria. Los que solo piensan en cambios en el modelo de contratación laboral como problema, son los mismos que no quieren variar el modelo general de producción, que es donde hay que insistir. Diversificación productiva. Es la forma de tener menos riesgos y crear demanda de nuevos puestos de trabajo, algo que reorientará y diversificará la formación.
Crecer está bien, pero crecer con sentido de futuro es todavía mejor. Lo criticable de nuestros dirigentes es que se han preocupado de las cifras, pero no del sentido de las cifras. Tampoco les ha importado el cómo se crecía, algo preocupante en un sector tan vinculado con la especulación del suelo y que ha transformado zonas enteras, cuyo crecimiento se ha vuelto en contra. El caso de Lloret de Mar no es más que un botón de muestra de ese “turismo a la baja”, degradado y degradante, que estás obligado a aceptar para llenar los miles de plazas hoteleras, terrazas, chiringuitos y demás elementos propios del sector. En el turismo no hay lifting, las arrugas del envejecimiento del modelo se perfilan rápidamente en el rostro social. El modelo por el que apuestas acaba condicionando tus posibilidades de crecimiento al delimitar el mapa de lo posible.
Lo que tenemos por delante es haber aprendido algo de esta crisis o seguir esperando a que escampe un poco para salir con nuestro traje de lentejuelas de plástico a lucir el palmito.
* “España vende a la UE más de lo que importa por primera vez”. El País 22/08/2011 http://www.elpais.com/articulo/economia/Espana/vende/UE/importa/primera/vez/elpepieco/20110822elpepieco_1/Tes
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.