Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tras un
complejo y complicado análisis del sistema en lo referido a la violencia de
género el artículo
de Lucía Montilla, publicado en RTVE.es, con el título "¿Qué falla en la
protección frente a la violencia de género? Un examen a las grietas del
sistema"*, se constata que las "grietas" pueden ser auténticos
abismos.
El 20
aniversario de la Ley nos muestra algo esencial: la violencia se ha adaptado al
sistema y el sistema a la violencia. No todo es tan claro como parece y se puede burlar la ley
aprovechando esas grietas. Mientras la violencia es una realidad que atestiguan
los hechos, hay otra violencia oculta que descubrimos trágicamente, que hay
otra violencia falsa que se usa para aprovechar las presunciones de la ley. Hay
víctimas que no lo son y mueren muchas de las que no lo sabíamos. No es fácil distinguir,
aplicar.
Quizá
el dato más impresionante es que el 40% de los maltratadores penados vuelven a
hacerlo tras concluir sus condenas. Eso echa por tierra muchos conceptos sobre
lo que significa denunciar y sus posibles consecuencias. También preocupa ese
dato de mujeres que reciben maltrato sucesivamente, como un destino del que no
pueden escapar. Preocupa que cada policía del sistema de protección tenga 130
protegidas a su cargo.
Pasado este tiempo, el sistema tiene esas grietas de las que se nos habla, para las que es más fácil encontrar excusas que presupuesto. Pero lo más preocupante son esos párrafos finales del artículo:
“No se va a acabar por poner a más maltratadores entre rejas ni incrementando cada vez más el castigo”, afirma Patricia Laurenzo, catedrática jubilada de la Universidad de Málaga. Argumenta que la ley integral supuso un avance sustancial, pero que hay que redefinir legalmente lo que es violencia de género “para abrirla a todo tipo de agresiones y actos violentos contra una mujer por el hecho de ser mujer”.
Además, añade Laurenzo que hay “un problema de fondo que el derecho no puede ni le corresponde resolver”, que “tiene que ver con el retroceso ideológico de los últimos tiempos, producto de la inevitable resistencia al cambio de quienes tradicionalmente han ocupado las posiciones dominantes en la sociedad”.
El exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género Miguel Lorente advierte que más del 15% de hombres jóvenes no consideran un problema la violencia de baja intensidad en la pareja. “Esa es la trampa. Al principio la baja intensidad es un empujón, luego se normaliza y se da un bofetón. Después se normaliza el bofetón y se pasa a un puñetazo”, explica. Lorente hace hincapié en que el problema debe atajarse en los colegios y también en los centros sanitarios, donde se deben identificar estas situaciones antes de que escalen.*
Mucho me temo que esas pocas líneas contienen demasiada tensión y reproche, demasiada realidad por abarcar, demasiadas grietas. La redefinición de la "violencia de género" en una sociedad cada vez más violenta es compleja. Quizá los conceptos no logran alcanzar los hechos, que se escapan por sus bordes hasta hacerlos difusos, inútiles, que oscurecen más que aclarar.
Hemos establecido una serie de parámetros y etiquetas llevados por una lógica que quizá no sea la más adecuada. El fin no puede ser otro que mantener a salvo de las diversas formas de violencia.
Nos encontramos, en cambio, con casos como estos:
Hannah San Justo, coordinadora jurídica en la ONG FIET, critica que la principal diferencia entre el nivel alto y el extremo radica en si el agresor tiene armas, principalmente de fuego. “Un agresor sin armas puede tener mayor facilidad para acceder a la víctima, lo que representa un riesgo igual o incluso superior”, insiste. Mientras que en el nivel extremo la víctima cuenta con seguimiento las 24 horas al día, en el nivel alto las visitas policiales son solo periódicas.*
Es, según parece, parafraseando a Nietzsche, crear un concepto y metiendo en él la realidad a martillazos. ¿Estamos "evaluando" la realidad como debemos? ¿Es así como se comporta? Mucho me temo que no.
La lógica expresada por Hannah San Justo tiene su confirmación en la realidad de los hechos, mientras que la peligrosidad determinada por el tipo de arma es una suposición de tipo general. Lo importante es que se mata; con qué se haga no es lo relevante.
Si multiplicamos los casos sobre este tipo de suposiciones, vemos esas grietas que provienen —lo entendemos— de la necesidad de distribuir los recursos, de unos criterios para hacerlo, que es la necesidad de todo sistema burocratizado. Es de agradecer que la autora incorpore varios ejemplares de los formularios en los que la realidad de encierra amoldándose a lo previsto.
Quizá debamos empezar a rascar la superficie de una serie de tópicos, dejarlos libres de prejuicios y estereotipos y ver qué hay tras esa realidad. Mucho de lo que permite la violencia en la pareja tiene que ver con los tópicos sobre el "amor", con falsedades e idealismos inculcados desde la infancia en cuentos y canciones que poco tienen que ver con la realidad. Los príncipes azules también matan.
Mientras no se afronte la realidad del problema (y su diversidad), mientras no se aparten los tópicos para ver la realidad, mientras no se aleje la teoría y nos centremos en la crudeza de la práctica. etc. las soluciones solo serán parches.
Piden una redefinición de la "violencia de género". Suerte.
* Lucía Montilla "¿Qué falla en la protección frente a la violencia de género? Un examen a las grietas del sistema" RTVE.es 28/12/2024 https://www.rtve.es/noticias/20241228/ley-violencia-genero-veinte-anos-que-sigue-fallando/16373930.shtml
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