Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
problema terminológico, por llamarlo así, se ha expandido desde el principio:
¿"rebeldes" o "terroristas"? Me refiero a algunas polémicas
que han rondado las noticias a través de los comentarios realizados.
"Rebeldes islamistas", "movimiento islamista", "líder
islamista", etc. parecen ser algunas de las soluciones de los medios —en
RTVE.es— para referirse a algo que llega del pasado y abre un oscuro y complejo
futuro. Algunos tratan de poner matices, como el ABC, al precisar con
"rebeldes islamistas suníes" en sus titulares, mientras que El País
apuesta por "rebeldes" y habla de "sombra yihadista" para referirse
al líder.
Indudablemente
estamos en el inicio de algo que no sabemos muy bien hacia dónde puede
dirigirse. El problema terminológico es real pues con él se marca la percepción
del fenómeno y, de alguna forma, se anticipa lo que pensamos que pueda ocurrir.
Es el
drama habitual del mundo periodístico, ponerle nombre a algo que puede estar
muy claro o, por el contrario, ser fuente de incertidumbre. La forma que
finalmente adoptemos —"rebeldes" o "terroristas", con sus variables intermedias— tendrá
consecuencias en el posicionamiento y valoración de lo que ocurra en los
próximos días en Siria y, especialmente, en la forma en que lo percibamos.
Donald
Trump ya ha dicho que "no es problema suyo", una forma de percibirlo.
Biden, en cambio, ha hablado de la caída de al Asad como "un acto de
justicia". No son precisamente formas sutiles de percibir el problema. Por
ahora parece más un problema ruso, que ha perdido un aliado, que otra cosa,
pero quién sabe con qué nos podemos encontrar.
Algunos
hablan del final de la llamada "primavera árabe", algo que desde la
metáfora, sirvió para atraer "inviernos" en forma de múltiples
dictaduras y forma de cientos de miles de muertos, como el más de medio millón
que cuentan en Siria.
El
drama de la Primavera Árabe fue la incapacidad de unirse para la libertad. En
cambio, la dictadura religiosa siempre ha estado mejor organizada, con más
facilidad para reprimir y vigilar, para encerrar mujeres, como hemos podido apreciar.
Se nos
dice ahora que la mayor inestabilidad puede provenir de la disparidad de
criterios políticos, es decir, sobre el grado de dictadura represiva aceptable
por cada uno de los grupos que se han unido por un solo fin, el de acabar con al Asad, pero que pueden empezar a pelearse por el poder tras su caída. En los
próximos días veremos si el derrocamiento trae los deseos de control y cómo se
moverán los amigos exteriores.
En estos tiempos convulsos en zonas en las que la democracia es un hecho consolidado, el mundo árabe se sigue moviendo conforme a atractores autoritarios hacia los que se lanza sin alternativa. Es difícil sobrevivir en esas condiciones. Como ocurrió durante la Primavera, los únicos movimientos organizados llevan hacia la represión. Cualquier otro intento desaparece ante la tentación constante de la dictadura y la represión.
En el
editorial del diario El País, se describía así la situación creada hace apenas
48 horas, antes de la caída definitiva de Bachar al Asad, ahora refugiado en la Rusia
de Putin:
Un nuevo vuelco bélico acaba de alterar súbitamente el
mapa, ya de por sí turbulento, de Oriente Próximo. La guerra de Siria, que se
encendió en 2011 con la revuelta contra la dictadura de Bachar el Asad, ha
despertado súbitamente con una rápida ofensiva de una fuerza rebelde yihadista
que en una semana ha conquistado Alepo, la segunda ciudad del país, después
Hama, otra importante capital provincial, y avanza hacia Homs. La enorme inestabilidad regional e incluso
global ha proporcionado la oportunidad a las guerrillas Hayat Tahrir al Sham
(HTS) o Comité de Liberación del Levante, antaño afiliadas a Al Qaeda y todavía
clasificadas como terroristas, de asestar un golpe estratégico al régimen del
dictador, y por efecto de carambola a sus patrocinadores, el vecino Irán y la
Rusia de Putin.
La debilidad del régimen de Teherán y la sangría
sufrida por Hezbolá han dejado a El Asad sin el auxilio de suficientes fuerzas
de choque chiíes provenientes de Líbano, Siria e incluso Irán. Y a consecuencia
de la guerra de Ucrania ha visto mermado el número de cazas de la fuerza aérea
rusa, y por tanto la intensidad de los bombardeos. El ejército de El Asad,
debilitado y desmoralizado por 13 años de guerra, se ha mostrado incapaz de
resistir el empujón de las milicias yihadistas. Los rebeldes avanzan también
hacia Tartus, donde Rusia tiene su última base naval en el Mediterráneo.*
El titular del editorial de El País habla de "un revés para Putin", personalizando la cuestión. Mucho me temo que sea algo más para los sirios afectados. La mezcla de motivos y circunstancias para una caída que abre una situación de enorme complejidad en todos los órdenes, afecta a múltiples escenarios. Con este panorama de "debilidades" y nuevas "influencias" en la zona, es probable que la situación cambie. ¿En qué dirección? Eso es lo más complejo de determinar, pero el sufrimiento es seguro.
La incertidumbre y las diferencias en la valoración nos llevan de nuevo al principio, a la variación terminológica en la forma de referirse a los hechos. No es fácil establecer diferencias entre dos formas de autoritarismo. ¿Podrá hacerse una "transición pacífica", como se está hablando, entre dos formas dictatoriales?
Las palabras son importantes, pero lo son más los hechos. Ahora dudamos sobre las etiquetas apostando hacia el futuro; quizá dentro de poco no haya tanta duda y la crudeza de los hechos se abra en el camino.
* Editorial "Un revés para Putin en Siria" El País 7/12/2024 https://elpais.com/opinion/2024-12-07/un-reves-para-putin-en-siria.html
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