domingo, 29 de octubre de 2023

La gran ironía

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


El titular de El Mundo no está exento de ironía: "La futura coalición de Sánchez, rota ya por la guerra entre Israel y Hamas". El artículo lo firma Marisa Cruz y no creo necesariamente que la ironía esté en su intención, pero sí es seguro que está en la situación que se vive.

Mientras la gente muere de forma cruel en Gaza e Israel, mientras bombardeos, atentados y escaramuzas dejan dolor y sangre, en España estamos a otra guerra, la de la investidura de Sánchez, uno de esos episodios que el futuro intentará explicar por las consecuencias en cadena que está provocando. Y las que quedan, que se irán manifestando en cadena imparable, pese a la tranquilidad y la sonrisa del presidente del gobierno en funciones y aspirante a repetir mandato.

El artículo de Marisa Cruz señala en su inicio la situación:

La alianza de partidos que puede sustentar la investidura y el futuro Gobierno de Pedro Sánchez tiene ya, antes de confirmarse, un elemento disolvente en su interior. Igual que lo ha padecido en la última legislatura la coalición PSOE-Unidas Podemos, la política exterior y junto a ella la política de defensa serán dos materias de Estado que sembrarán la discordia entre las partes. Una disputa que ya se vislumbra a la vista de las posiciones encontradas que mantienen los potenciales aliados del líder socialista en relación con los conflictos más graves que acaparan la atención mundial: la invasión rusa de Ucrania y sobre todo la guerra entre Israel y Hamas.

Las posturas de las fuerzas parlamentarias ante el estallido de violencia en Oriente Próximo provocado por el ataque terrorista de Hamas contra Israel y la durísima respuesta del Estado hebreo contra Gaza, están tan alejadas que ponen ya en solfa la solidez del Ejecutivo de coalición incluso antes de nacer, minando su credibilidad internacional y principalmente dentro de la Unión Europea en el semestre de presidencia española.*


La aspiración de PSOE a la centralidad alineada con Europa choca con el populismo de Podemos y demás, que teniendo un grupo de votantes menor en las urnas, tienen aspiración, sin embargo, a mucho más en términos de influencia. La justificación de su forma de actuar es, como han repetido, "enderezar" el viaje sin rumbo del PSOE, un partido grande con aspiraciones pequeñas, según su interpretación. Esto da mucho juego, pero también obliga a seguir representando ese papel de cara a la próxima legislatura.

Las ventajas de los partidos minoritarios es que pueden hacer demagogia sin demasiados riesgos porque las probabilidades de acceder a las responsabilidades del poder son mínimas. De esta forma pueden hacer y decir, interpretar, afirmar, etc. con un grado bajo de riesgo. Por contra, los partidos con grandes cantidades de votantes y responsabilidades claras, deben cuidar lo que dicen y prometen, no sea que tengan que dar explicaciones. La novedad de la política española desde hace algún tiempo es el fraccionamiento del poder que convierte a los pequeños en fuertes y a los grandes en débiles. Eso hace que cada uno sea esclavo de sus circunstancias.

Podemos, Sumar, los nacionalistas y cualquier otro aspirante pueden comprobar cada día que con un puñado de votos pueden conseguir más que con grandes mayorías, ya que estas exigen responsabilidad.


Los chantajes a los que estamos expuestos los españoles están en función del enorme deseo de permanecer en el poder a cualquier precio. Este mercadeo al que asistimos es sonrojante en muchos sentidos, se mire como se mire. Y ahora le toca a la situación en Palestina.

Como señala Marisa Cruz, la debilidad del gobierno ya está antes de que este exista. ¿Se podrá producir o quedará en intento? Entre amnistías, concesiones, a los que hay que sumar la cuestión de la política europea respecto a lo que ocurre en Gaza, las posibilidades de tener un espacio común solo se salvará por el deseo de poder, que es el elemento clave de los pequeños y los grandes.

A sabiendas de esto, se trata de salvar la imagen. El argumento de que se es garantía vigilante de unos y del compromiso electoral y europeo por otro, permite a cada uno salvar la cara.

Enredados en el derecho a la autodefensa y en el problema de la proporcionalidad, los partidos españoles se desatan hacia uno y otro lado. Se trata, como siempre, de reconciliar lo irreconciliable, que solo se logra con ese deseo de poder.

El episodio con el comunicado de la embajada de Israel en España es claro. La que ha pedido llevar a Netanyahu a la Corte Penal Internacional es miembro del gobierno en funciones. No se siente, a lo que parece, solidaria con esa posición y con el resto de los miembros. Ione Belarra busca el favor del público a sabiendas de que la causa palestina tiene más predominio en España, especialmente en la que sale a la calle a manifestarse. Se ha sumado. El resto del gobierno (ya lo comentamos aquí) ha tenido que salir hablando de "libertad de expresión" y dando por zanjado el incidente. Otra muestra de lo sencillo que es ir por libre y lo rentable que resulta. El titular de El Confidencial habla de la necesidad de "pactar" con los díscolos para evitar una reacción europea. Pero ellos van por libre; les salen rentables ambas cosas: discrepar con el gobierno y discrepar con Europa.


Es difícil que oficialmente se resuelva lo que es un problema de décadas, con juegos de intereses cruzados u opuestos. Trasladar ese problema a la política española es un paso más en el desencuentro, que parece ser el estado de cosas más interesante para ellos. El problema es que el PSOE difícilmente puede reconciliar los intereses políticos con los sociales, es decir, la doctrina de la autodefensa con la brutalidad de la respuesta israelí. Pero también es difícil para los pequeños reconciliar la brutalidad de Hamás para con su propio pueblo, al que sacrifica sin remedio buscando obtener apoyos como los que se le ofrecen y tratando de generar una respuesta en otros grupos claramente terroristas, por más que Recep Tayyip Erdogan los llame ahora "grupos de liberación" olvidándose de los kurdos a los que reprime por ser "terroristas". Erdogan busca de nuevo tratar de ser el líder del mundo islámico y robar protagonismo al encuentro de Egipto, que hacía aparecer como líder a al-Sisi.

No deja de ser otra ironía (quizá algo más), que en el momento en el que Arabia Saudí anunció que que podría producir una "normalización" con Israel, estallara todo esto.  Quizá se trataba de evitar ese hecho y las facciones del islam enfrentadas a Arabia Saudí no estaban dispuestas a que se realizara. Ahora tenemos justo el efecto contrario: "Israel es el demonio", según afirman.

Simplificar una situación de forma maniquea no es sencillo. Lo que se puede denunciar sin tapujos es la barbarie, que, como ya hemos escrito anteriormente, no se puede mezclar ni justificar con ninguna causa. La barbarie pierde toda razón si es que alguien la tiene. Son demasiados odios y demasiadas excusas por décadas. Son demasiadas acciones para deshacerse de los que querían soluciones pacíficas o civilizadas, olvidados por los odios crecientes. Por eso no es fácil aceptar la demagogia o el maniqueísmo y olvidarse de lo que realmente se está haciendo, la destrucción de miles de vidas inocentes en una persecución envenenada de odios religiosos, de radicalización creciente sin pararse en las consecuencias. Es un ciclo de horror donde laca muerte trae más radicalización y más deseo de venganza, del ojo por ojo elevado al cuadrado.


La otra cara de la debilidad española es la independentista. Pese a que se le advierte que una amnistía no termina nada, que es solo el comienzo, Sánchez cree que puede controlar la situación echando esas migajas. Sin embargo, todos los días le advierten de esto: solo es el principio. 

Ya se oye hablar de "países catalanes", lo que abre la puerta de las luchas en otras autonomías que el imperialismo catalán busca desde hace tiempo. Es un problema grave y se permiten todo tipo de concesiones protocolarias dándolas por "normales". Evidencias hasta qué puedo divergen las ideas de los nacionalistas del futuro que el resto de España se plantea.  Se lleva años tejiendo esta red, especialmente a través de la enseñanza, las instituciones, etc. La lengua es la batalla porque es la que abre las reivindicaciones. Son las mismas que en todo nacionalismo: donde se habla una lengua, allí están los límites. Eso vale para Hitler o para Putin protegiendo a los "rusófonos".


Es muy ingenuo Sánchez si no ha aprendido nada de décadas de reivindicaciones y de sangre, que también las hemos tenido. Se están creando debilidades que harán crecerse a unos y otros. Cuanta mayor debilidad se aprecie, las reivindicaciones y exigencias serán mayores. Lo que se ofrece no ayuda a nadie, solo creará nuevos problemas y hará más rentables los nacionalismos, que podrán prometer más porque controlarán más. La clientela crecerá.

Es una pena que todas estas divisiones no tengan en cuenta la realidad de hoy y el futuro previsiblemente negro. Todo lo que nos debilite o fraccione es bien aprovechado desde dentro y desde fuera. La Historia nos pasará la factura de este presente escandaloso. Estamos desmontando la red que nos protege mientras seguimos haciendo saltos mortales.

Previsiblemente esto irá a más, por lo que es esencial mantener una cierta unidad de criterios que difícilmente se podrán establecer si se usa de forma competitiva para conseguir objetivos particulares. Las amenazas internas y externas requieren una mayor atención y una respuesta coherente. Que algunos aprovechen los grandes conflictos para sacar provecho es peligroso.

 

 

* Marisa Cruz "La futura coalición de Sánchez, rota ya por la guerra entre Israel y Hamas" El Mundo 29/10/2023 https://www.elmundo.es/espana/2023/10/29/653d0700fc6c83b54f8b45d7.html


27/09/2023


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