Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es
indudable que Netanyahu está mal informado, tiene una visión distorsionada de
la realidad y apenas entrevé el futuro; probablemente una mezcla de todo ello.
Las declaraciones hechas sobre lo que quiere hacer y los resultados que espera
son, cuanto menos, improbables. Benjamín Netanyahu adolece del mal de la visión
unilateral, algo que en un mundo en
equilibrio tan precario es peligroso para todos.
Las
declaraciones que ha hecho ante las cámaras de la televisión israelí son claras
y contundentes, pero no por ello realistas:
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha dicho este sábado que el objetivo de la guerra en curso es "eliminar a Hamás, traer a casa a los rehenes y asegurar nuestra existencia en nuestra tierra".
En una alocución televisada junto con el titular de Defensa, Yoav Gallant, y el dirigente opositor y miembro del Gobierno de emergencia Benny Gantz, Netanyahu ha manifestado que el Ejército israelí "está dispuesto a luchar contra un enemigo feroz y cruel para vengarse de las atrocidades cometidas", en alusión a los ataques cometidos por Hamás contra Israel el pasado día 7 en los que murieron 1.400 personas y 229 fueron secuestradas.
"Los soldados se han comprometido con nuestros hijos, con nuestras esposas, con nuestros padres, nuestros amigos. Tenemos que eliminar este mal del mundo para nuestra existencia, y beneficio de toda la humanidad", ha proclamado Netanyahu.*
Lo que Benjamín Netanyahu va a conseguir es justo lo contrario de lo que está prometiendo. Va a atraer a más grupos terroristas, que se considerarán con derecho a intervenir en la "causa" palestina"; va a causar la muerte de los rehenes y, por último, va a hacer vivir a Israel en estado de guerra permanente durante décadas. Esto último justificará más muertes de unos y de otros en una espiral de violencia sin límites, un festival de sangre en el que intervendrán los que no tienen donde huir, ya sea porque se cierren los espacios por temor a contaminarse de terrorismo o porque decidan quedarse y sufrir el martirio o simplemente resistir.
Hamás, por contra, consigue sus objetivos de convertirse en cabeza de grupos que se pondrán a su servicio, aumentando el peligro global, extendiendo la muerte más allá de los límites del territorio palestino, como ya ha reclamado convocando "viernes de la ira", es decir, llamando a atentar en lo que consideran "el diablo": Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, que abreviado es "el diablo", algo que debe eliminarse en el nombre de Dios.
Los tres deseos de Netanyahu son malos deseos, tendrán perversas consecuencias para todos, empezando por el pueblo palestino, al que se llama desde la comodidad del exilio a lanzarse al martirio para más gloria de los yihadistas.
Durante décadas la forma de evitar acuerdos ha sido crear violencia porque la respuesta de Israel ha sido y será el "ojo por ojo" aumentado lo necesario para intentar crear un retroceso. Pero ¿quién se hace amigos sembrando muertos? Los muertos —es casi una ley— atraen simpatías y promueven movimientos contra el que oficialmente emplea la violencia como respuesta.
Da igual quien tenga la razón. No se trata de saberlo porque ambos bandos dan por descontado que Dios está de su lado. Esto es un problema de décadas de respuestas violentas a la violencia, que es difícil parar porque, como se ve en el primer ministro israelí, es lo contrario lo que se propaga.
Desde fuera se habla de treguas humanitarias, de planes de paz, de soluciones. Desde dentro eso son palabras triviales, carentes de sentido. Solo se quiere el extermino del otro. ¿Cómo separar a Hamas del resto; cómo distinguir en un intenso caer de bombas que se llevan por delante escuelas, hospitales y cualquier refugio posible?
La solución de Hamás no es solución; solo atraer la atención de más y más gentes, para lo que necesita víctimas, que son su auténtica arma. La idea es dejar a Israel sin aliados, algo difícil por el camino emprendido por el yihadismo acaba pesando en todo el mundo. Su incongruencia estratégica le lleva primero al terrorismo y luego al victimismo. Clama pidiendo apoyos y a la vez proclama la guerra universal contra los infieles, que somos todos los demás. Es su anacronismo precisamente por su autoritarismo teocrático. Sus héroes son ayatolas y talibanes, algo con lo que cualquier persona que no comulgue con ellos difícilmente tendrá simpatías. Si no se separa al pueblo palestino de Hamás es difícil asumir el punto de vista. Con eso cuenta también Israel, sabiendo que cada atentado en cualquier lugar del mundo es un respaldo a su política de tierra quemada. De nuevo, pagarán los que menos culpa tienen, a los que nadie les pregunta.
La alegría de los hombres-pájaro descendiendo a matar a los asistentes, tiroteándoles desde el aire mientras corrían; las alegrías de la toma de rehenes y los cantos de júbilo ante los vehículos quemados en Israel, etc. etc. todo ello se está pagando con creces en la ira continua de Israel que sabe que solo estas demostraciones de fuerza valdrán para algo que difícilmente valdrá para solucionar algo, el miedo, el terror.
Las palabras de Netanyahu no son una advertencia, sino una promesa de ira desatada. Puede que haya tenido que frenarla por unas horas, pero nadie la va a frenar en esta escalada de violencia.
Con esas tres promesas de Netanyahu se garantiza que no hay esperanza de solución alguna. Nadie la espera. Se proclaman porque hay que hacerlo, pero es difícil parar a unos y a otros. La esperanza puesta en la violencia solo es esperanza de llegar al final en esta carrera de muerte. Fuera de las dos partes, hay demasiados intereses en unos y otros. Algunos pueden ejercer presión, pero otros apuestan abiertamente por un conflicto que arrasará la región de un extremo a otro, convirtiendo todo en un caos.
Al conflicto de Ucrania se le suma ahora el de Palestina. Poco a poco crecen los problemas en una economía interconectada, en un mundo global. Es un conflicto entre radicales de un lado y otro que paga la gente a la que no se pregunta sobre su futuro. El radicalismo tiene a secuestrar voluntades imponiendo sus "no-soluciones", proponiendo imposibles.
Es lo que ha hecho el radicalismo hebreo, jugándose los apoyos internacionales y pasando al ataque brutalmente; es lo que ha hecho el radicalismo de Hamás intentado arrastrar el pleno del terrorismo a un espacio dominado por un enemigo común, Israel, el diablo, y expandirlo a todo el mundo "occidental".
Ya los dos hablan el mismo lenguaje: "eliminar el mal del mundo", que es lo que el otro representa.
* "Netanyahu: el objetivo es "eliminar a Hamás, traer a casa a los rehenes y asegurar nuestra existencia en nuestra tierra"" RTVE.es / EFE 28/10/2023 https://www.rtve.es/noticias/20231028/netanyahu-objetivo-guerra-eliminar-hamas/2459569.shtml
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