Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Un gran
titular en RTVE.es, que cubre casi la totalidad de la pantalla, firmado por Hameida
nos adentra en la dramática situación de la prensa en esta guerra: "Israel
sepulta a la prensa en Gaza: "Vamos a morir todos los periodistas porque
no estamos protegidos""*
No sé si hay alguna historia de la "prensa de guerra" más allá de los conflictos concretos. Debería haberla, un intento de establecer cómo el creciente papal de la prensa en un mundo mediatizado hace aumentar el riesgo de la vida de los informadores.
La
información forma parte de la estrategia política y militar. La guerra o
cualquier tipo de conflicto armado de mayor o menor intensidad se decide no
solo en el campo de batalla, sino que también en los medios. Es la batalla por
la opinión pública, cuyo primer ejemplo quizá fuera el de la guerra de Vietnam.
Anteriormente, la propaganda reinaba en los espacios propios debido al tipo de
medios y sus audiencias. Los medios eran verticales y fácilmente controlables.
Hoy la situación es muy diferente con una sociedad global, con medios difíciles
de controlar, con una capacidad grande de actuar desde la contrainformación y,
por supuesto, la desinformación y las fake news. Todo esto que es objeto de
comentario parcial, forma un escenario global, un espacio informativo donde es
difícil saber qué es verdad y qué no lo es, donde se modulan las informaciones
para ajustarlas a objetivos estratégico múltiples, muchas veces difíciles de
entender y donde las guerras pueden hacerse para ser transmitidas y mover a la
opinión pública en un sentido u otro, en un espacio u otro.
Los espacios informativamente cerrados son muy pocos y los gobiernos de los regímenes autoritarios realizan bloqueos para impedir que entre cualquier información no controlada. Pero la apertura de los espacios no significa una mayor posibilidad para la "verdad", algo imposible de establecer dada la disparidad de fuentes y sus sentidos adversos.
Hace mucho que el terrorismo islamista entendió el papel de la información. Lo hizo publicando vídeos de ejecuciones, de tiros en la nuca o con decapitaciones. Su forma de sembrar el terror era doble: el hecho en sí y su difusión mediática por todo el mundo. De esta manera se amplificaba el terror y se difundía por todo el mundo. El 11-S fue el golpe maestro del terror y la propaganda, una combinación espectacular de muerte y destrucción convertida en espectáculo. Es imposible no recordarlo cada vez que una película anterior a los atentados nos muestra el cielo de Nueva York con las dos torres gemelas. Es el ejemplo del éxito de esa forma de proceder de muerte y espectáculo.
Hace
unos días nos preguntábamos aquí el "por qué" del momento, quién
decidió esa invasión de Israel, mientras que los medios se hacían la pregunta
por el por qué no había sido detectado previamente. Son dos formas de ver el
problema. Quien decide el momento trata de buscar un efecto y hoy ese efecto se
da en los medios, excede lo situacional y opera en lo informativo.
La guerra se traduce como acontecimiento a una forma de discurso que debe ser controlado. Eso convierte a los periodistas y distintos tipos de informadores en objetivo. Hay cosas que se hacen para ser vistas, mientras que otras no deben serlo. Para las primeras se abren las puertas, pero las segundas se convierten en situaciones de alto riesgo para los informadores.
Lo hemos visto también en otra guerra, la de Ucrania, en la que los informadores corrían grandes riesgos. El primero es el de la censura. Para Rusia no se trata de una "guerra", sino de una "operación especial". Eso ya implica un control de los discurso. Tampoco se sabe las bajas militares rusas porque hay que transmitir una idea de victoria... algo que no está tan claro. Eso ha traído más presión y problemas a los informadores del propio espacio y, por supuesto, a los que informan desde fuera.
El ejemplo de Ucrania se puede trasladar a lo que ocurre en Gaza e Israel, con todas sus peculiaridades. Los riesgos de los profesionales aumentan y el control sobre sus trabajos igualmente. El caso no es solo de censuras, sino en la mayoría de los casos el contrario: la conversión en propaganda. De esta forma se filtran las imágenes que deben impactar en las audiencias a las que se destina la información.
Se
produce un equilibrio entre información, desinformación, propaganda y fake
news. Para esto ya existen grupos y medios especializados en esta tarea. Esto
obliga a los medios que no quieren vivir de los materiales que se les
suministra a acercarse más a los focos para poder ver e informar con mayor
objetividad. Pero no es sencillo. Los que están a pie de trinchera controlan a
los informadores que llegan tratando de controlar su trabajo. Esto le hemos
visto en casos en Ucrania. Los periodistas son llevados allí donde interesa que
informen, a ver lo que se ha preparado para ellos.
En su
artículo, Ebbaba Hameida explica:
Hace unos días Óscar
Mijallo, uno de los enviados especiales de RTVE, sufrió
una interrupción durante una conexión en directo por parte de un soldado
israelí. "Fue más una anécdota. Se pensaban que estábamos grabando algún
movimiento militar en vísperas de la operación terrestre. Entonces nos
exigieron cortar en directo", asegura. "Lo más duro de cubrir este
conflicto es el no poder cubrir uno de los focos", denuncia
Mijallo. "La Franja está sometida a un bloqueo material, pero también a un
bloqueo informativo, porque todos los periodistas que estamos aquí solo podemos
contar una parte, que es la israelí", concluye. *
No es
algo nuevo este tipo de comportamiento, pero las posibilidades tecnológicas
implican una vigilancia mayor del control informativo. La interrupción de un
directo nos muestra ese aumento del control de las noticias. Nadie quiere que
salga información sensible; todos quieren controlar lo que sale de sus
entornos.
De
nuevo, a los periodistas se les permite acceder allí donde interesa que lo
hagan. Intentar saltarse esas barreras es jugarse la vida. Unos mueren, otros desaparecen.
El valor de la profesión periodística está en función de su capacidad de
informar objetivamente. Pero, desde el otro lado, el de los contendientes, su
valor que delimitado por la capacidad de ser manipulados, filtrados, usados,
etc. es beneficio propio.
La creación de un nuevo sistema mediático global, el poder convertirse en medio y en fuente, elaborar las informaciones y difundirlas ha modificado la guerra y su sentido. Los objetivos dejan de ser solo bélicos y se transforman en informativos. Puede que muchos actos se hagan con el fin de ser difundidos, de actuar sobre un tipo más amplio de objetivo como es la opinión pública. Las ejecuciones retransmitidas en directo, difundidas en vídeos por las redes, etc. son ejemplos de esta nueva prioridad de lo informativo propagandístico. Los nuevos medios son mucho más útiles para estos fines. Los resultados son variables y buscan la contra información para tratar de anular los efectos negativos.
Es la paradoja de la labor informativa. Más información no significa necesariamente más verdad; también aumenta la manipulación y el control. En toda guerra se aspira a transformar la información en propaganda. Y no solo en ellas. Los periodistas están en medio del conflicto; su vida no se valora, solo su utilidad.
*
Ebbaba Hameida "Israel sepulta a la prensa en Gaza: "Vamos a morir
todos los periodistas porque no estamos protegidos"" RTVE.es
27/10/2023 https://www.rtve.es/noticias/20231027/prensa-asfixia-gaza-guerra-israel-hamas/2459280.shtml
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